Es
necesario dar un testimonio luminoso y valiente de lo bueno que realizamos para
todos entendamos que podemos hacer un mundo mejor
Filipenses 3, 17 – 4,1; Sal 121; Lucas
16, 1-8
Los intereses
que tengamos en la vida es lo que habitualmente nos mueve, nos impulsa a muchas
cosas y nos ayuda en verdad a descubrir cuál es el sentido que le damos a las
cosas, el sentido que le damos a la vida. Intereses que se nos pueden convertir
en una obsesión que nos ciega y donde parece que la vida no tiene otro sentido sino
esos intereses que nos mueven. En ese terreno se mueven nuestras pasiones como
en ese terreno es donde aparecerá la espiritualidad con que vivimos o el
materialismo que nos ciega.
Es necesario
tener claro a dónde vamos, por qué nos movemos, en qué cosas ponemos en verdad
nuestra felicidad, aunque algunas veces podamos engañarnos. Y ya sabemos que
cuando queremos conseguir aquello que nos interesa, ya aparecerá nuestro
ingenio para buscar caminos y salidas, dando los rodeos que sean necesarios
para finalmente alcanzarlo; es la astucia con que actuamos tantas veces en la
vida.
Sigue en el
fondo la pregunta, ¿y qué es lo que realmente nos mueve en la vida? y nos
estamos haciendo esta reflexión entre unas personas que nos consideramos
cristianos, que nos consideramos creyentes, que nos podemos considerar incluso
muy religiosos. ¿Se notará en este actuar de nuestra vida, en esos intereses
por los que nos movemos, la postura de un creyente, la postura de un cristiano?
¿Es lo que en verdad está dando sentido y valor a la vida, a lo que hacemos?
¿Ponemos tanto empeño en darle ese cariz y ese sentido a la vida, iluminada por
la fe, como el que ponemos en nuestros negocios, en nuestras tareas y
responsabilidades de cada día?
En este mundo
complejo en el que vivimos, en el que no nos es tan fácil manifestarnos como
creyentes y defender nuestros valores cristianos, algunas veces parece que nos
falta arrojo y valentía, vivimos como acobardados y con miedo, queremos ser
prudentes, decimos, para no provocar, pero quizá estamos callándonos en cosas
que son fundamentales, que nos dan un sentido, y con lo que tendríamos que
contribuir al bien de la sociedad en la que vivimos. Pero no aparecen esos
testigos, no terminamos de dar la cara los cristianos, seguimos andando como a
ocultas y casi preferimos meternos en las catacumbas, que salir a la luz
pública con nuestros principios y valores.
Hoy nos habla
el evangelio de la astucia con que tenemos que andar en la vida. Nos propone
Jesús una parábola que muchas veces nos cuesta entender; nos habla de aquel
administrador que había actuado injustamente y al que se le iba a pedir
cuentas; se está viendo en la calle sin tener donde caerse muerto, como se
suele decir, porque sabe que va a ser condenado por su injusto actuar, donde quizás
había arrimado el ascua a su sardina para poder obtener ganancias injustas. En
sus manos está el bajar los intereses que le había impuesto a aquellos deudores
de su amo – intereses que en la forma de administración de entonces eran sus
ganancias – porque así se ganaba la voluntad de aquellos deudores que luego podrían
echarle una mano cuando se viera despedido.
Actuó con
astucia, siendo capaz de perder en aquellos intereses con tal de obtener un
buen fin en quien le acogiera en los momentos difíciles. Y termina la parábola
alabando el amo a aquel administrador, no porque había administrado mal, sino
por la astucia con que ahora había actuado. Y termina diciéndonos Jesús como
conclusión de la parábola: ‘Ciertamente,
los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la
luz’.
Es lo que hemos venido planteándonos de
cuales son en verdad los intereses de nuestra vida y por los que estaríamos
dispuestos a hacer lo que sea. ¿No tenemos que ser en verdad luz en medio del
mundo con el testimonio de nuestras obras de luz? No andemos ocultándolas,
busquemos la manera también utilizando los medios que hoy podemos tener en
nuestras manos para dar ese testimonio, para manifestar valientemente ante el
mundo esas obras de luz que realizamos.
Algunas veces parece que nos falta
marketing para que la Iglesia en verdad haga saber, no como un alarde sino como
un testimonio luminoso, esas obras que en su seno se realizan. ¿Sabe realmente
la sociedad lo que a través de Cáritas se realiza? ¿Se conoce claramente el
sacrificio hasta heroico que muchos religiosos y religiosas realizan en tantos
hogares en que se acoge a los que nos los más despreciados de nuestro mundo,
ancianos, discapacitados de todo tipo, los más pobres y los más abandonados de
nuestra sociedad? ¿Se tiene conciencia en la sociedad que nos rodea de la labor
de tantos voluntarios que en tantas obras de la Iglesia dedican su tiempo y su
vida para acompañar, para ayudar, para levantar a tantos caídos en los que
nadie se fija? Y así podríamos pensar en muchísimas cosas más.
No queremos medallas ni
reconocimientos, pero si es necesario dar ese testimonio que el mundo necesita
para que nos demos cuenta que podemos hacer un mundo mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario