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miércoles, 5 de octubre de 2022

Humildes y agradecidos reconozcamos la mano del Señor en nuestra vida aunque no seamos siempre fieles, pero fiel es el amor de Dios que siempre nos escucha

 


Humildes y agradecidos reconozcamos la mano del Señor en nuestra vida aunque no seamos siempre fieles, pero fiel es el amor de Dios que siempre nos escucha

Deuteronomio 8, 7-18; Sal: 1Crón 29; 2Corintios 5, 17-21; Mateo 7, 7-11

Aunque sentenciamos muy bien diciendo que es de corazón noble el ser agradecido, sin embargo hemos de reconocer que somos bien olvidadizos en la cuestión de agradecimientos. Nos llega el momento de la prosperidad, cuando nos van todas las cosas bien, y pronto olvidamos los momentos amargos que pasamos en la escasez. No terminamos de aprender lecciones de la vida, porque esos momentos difíciles por los que en algunas etapas de la vida tendrían que ser buenas lecciones para que seamos humildes, pero también para que sepamos recordar y agradecer esa mano que alguien nos echó para que pudiéramos salir adelante.

Y la vida bien sabemos que en cierto modo es ondulante, que ahora podemos estar en lo alto de la ola, o al menos podemos estar o vivir con cierta calma, pero ha habido momentos en que la ola estaba sobre nosotros y andábamos hundidos tratando de salir a flote; y esas cosas muchas veces se repiten. Tendríamos que aprender de esos momentos de flaqueza y debilidad, porque somos limitados porque ni somos perfectos ni todo nos sale siempre a la perfección.

Eso además nos enseñaría a valorar más a las otras personas siendo también comprensivas de sus situaciones como también tendría que movernos a que nos bajemos de los pedestales en que muchas veces nos subimos para ponernos en verdad en la altura de los demás para ayudarlos también a superar esas olas por las que puedan estar pasando. Qué distintas serían nuestras relaciones, qué grado de humanidad le daríamos a la vida, qué grandeza de espíritu entonces podríamos estar manifestando.

¿Y donde ponemos a Dios en todo esto? Porque no se trata de que ese lado humano de la vida, con sus luchas y sus esfuerzos, con sus limitaciones y con nuestros deseos de superación vaya realizándolo solo por nosotros mismos con la autosuficiencia de todo lo podemos lograr por nosotros mismos sin contar con ninguna ayuda. El verdadero creyente va a sentir junto a si, en toda esa tarea, la presencia de Dios que camina a su lado y es su verdadera fuerza, cómo Dios eleva espiritualmente para encontrar el más hondo sentido de nuestra existencia. ¿Sabremos descubrir esa presencia de Dios en ese camino nuestro de cada día?

La liturgia quiere hacernos como un parón en este tiempo cuando, sobre todo en nuestro hemisferio, estamos reiniciando de nuevo la diversas actividades de la vida, siguiendo también el ritmo de la propia naturaleza con sus diversas estaciones para que sepamos contar con esa presencia del Señor, sepamos darle gracia sobre todo cuando en nuestras zonas es final de la recolección de la cosechas, o se recomienza la actividad escolar y de muchas instituciones.

Son lo que litúrgicamente se llaman las témporas de acción de gracias, de petición de perdón y de oración para invocar y pedir esa gracia de Dios que necesitamos. Son hermosos los textos de la Palabra que nos ofrece la liturgia desde recordarnos lo que le día Moisés al pueblo judío para cuando se establecieran definitivamente en la tierra prometida, que los momentos de fecundidad y prosperidad que iban a vivir no les hiciera olvidar el camino del desierto que habían recorrido, donde tanto le habían pedido a Dios su ayuda para hacer el camino.

Bien nos vale recordarlo, para que seamos humildes y agradecidos, para que sepamos reconocer los errores e infidelidades en que hayamos podido caer invocando la misericordia del Señor, y para que sepamos pedir siempre con toda confianza, sabiendo que el Señor está a nuestro lado y siempre nos escucha.

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