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lunes, 29 de agosto de 2022

El Bautista hace oír su voz en su martirio, no temamos emprender caminos de fidelidad, de compromiso en el amor, de rectitud de vida para que como El seamos en verdad testigos

 


El Bautista hace oír su voz en su martirio, no temamos emprender caminos de fidelidad, de compromiso en el amor, de rectitud de vida para que como El seamos en verdad testigos

1Corintios 2,1-5; Sal 118; Marcos 6, 17-29

La figura de Juan Bautista tiene amplia presencia en la liturgia de la Iglesia. No solo celebramos la fiesta de su natividad, su nacimiento, el 24 de Junio, sino que ahora de nuevo la liturgia  nos lo presenta en su martirio que hoy celebramos. Pero es abundante su presencia sobre todo el tiempo de Adviento, porque como Precursor que fue del Mesías, es la gran figura que nos prepara para la celebración de la venida del Señor, así prácticamente todo lo que el evangelio nos dice de la figura del Bautista quedará reflejado en las distintas celebraciones que vivimos en ese momento litúrgico.

Si grandes fueron las grandes fiestas que el pueblo cristiano celebra en su nacimiento con muchas tradiciones en el pueblo cristiano según los distintos lugares, hoy al celebrar su martirio, que además en diversos momentos de la lectura continuada del evangelio nos aparecerá a lo largo del año, ahondamos en el significado hondo de su vida y de su muerte.

Era, es cierto, la voz que clamaba en el desierto preparando los caminos del Señor, como incluso los profetas habían anunciado, pero ahora se nos convierte en el testigo. Era la voz, no era la Palabra, pero era el profeta cuya vida se convertía en un signo por la austeridad con que vivía, pero también por la fidelidad a esa Palabra que el anunciaba como inminente, una fidelidad que le llevaba hasta las ultimas consecuencias, pues fue capaz de dar su vida por esa fidelidad.

Si El quería que los caminos del Señor se enderezasen y para eso proponía caminos de conversión para ser capaces de entrar en un ámbito nuevo de amor y de justicia, era lo que pedía a quienes venían a él para ser bautizados, recordemos lo que a cada uno de forma concreta decía, no podía denunciar allí donde estaba el mal porque era necesario llevar ese camino de conversión hasta las ultimas consecuencias.

Pero ya sabemos, como bien nos lo refleja el evangelio desde el principio, las tinieblas rechazaban luz, y cuando la luz brilla en lo alto para señalarnos los caminos que hemos de tomar, o las cosas oscuras que de nosotros tenemos que arrancar, y eso le sucedió con Herodes. Aunque ladinamente decía que respetaba a Juan y quería escucharlo, sin embargo incitado por la mujer con la que convivía metió a Juan en la cárcel. No cejaría Herodías, en las tinieblas en que estaba envuelta, en tramar lo que fuera necesario para quitar de en medio la luz, a quien era testigo de la luz, a quien con su luz denuncia lo maligno de su convivencia, hasta que lo logró.

Es lo que nos relata hoy el evangelio, que no es necesario que lo repitamos con detalle. Después de aquella fiesta en la que Herodes se vio envuelto en sus propias incongruencias y respetos humanos, llegaría finalmente la cabeza de Juan en una bandeja como tanto deseaba Herodías y como había pedido la bailarina. Ahí tenemos al testigo, ahí tenemos el testimonio de Juan por la verdad sellado con su propia sangre. Es lo que hoy estamos celebrando.

Si tanto contemplamos la figura del bautista, si tanto lo celebramos por otra parte en las diversas fiestas y celebraciones en su honor, tendríamos que preguntarnos si nosotros queremos escuchar esa voz, si nosotros en verdad preparamos nuestro corazón para sentir y vivir la presencia de Dios en nuestra vida, si en verdad tenemos la valentía de ser auténticos testigos de la luz en medio de los que nos rodean.

¿Acaso nos dejamos acobardar por nuestras incongruencias o por los respetos humanos? ¿Acaso tanto nos cegamos para no ver ni querer recibir la luz? Es cierto que hay debilidades en nuestra vida que muchas veces intentan hacer opaca la luz de la que tenemos que ser testigos, pero no temamos emprender caminos de fidelidad, de compromiso en el amor, de rectitud en nuestra vida aunque nos cueste. En nosotros está la fortaleza del Espíritu del Señor.

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