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martes, 30 de agosto de 2022

Dejemos actuar a Jesús, dejémonos liberar por El y podremos asombrarnos del poder y de la autoridad de su Palabra en mi vida, verdadero evangelio para nosotros

 


Dejemos actuar a Jesús, dejémonos liberar por El y podremos asombrarnos del poder y de la autoridad de su Palabra en mi vida, verdadero evangelio para nosotros

1Corintios 2, 10b-16; Sal 144; Lucas 4, 31-37

En un mundo en que escuchamos muchas palabras, disfrutamos cuando escuchamos a alguien que habla bien. Me explico, no se trata de quien habla correctamente usando las palabras y el lenguaje de manera bella – lo que es también un encanto frente a tantas perversiones del lenguaje -, sino queremos referirnos a quien habla certeramente, al que es auténtico y creíble en sus palabras, al que habla con ideas y pensamientos que convencen y que elevan el espíritu, lo que trata de transmitirnos por supuesto es algo recto y bueno, sino que además nos ilusiona con su verdad y con los planteamientos que nos hace.

Escuchamos demasiadas palabras falaces, mucha  palabrería, cantos de sirena que tratan de engañarnos presentándonos su verdad como verdad única, cuando descubrimos cuánto de partidismo y también de falsedad hay detrás de esas palabras, cómo detrás de palabras bonitas hay mucho de engaño y de mentira porque realmente no lo vemos reflejado en sus vidas.

Hoy nos ha dicho el evangelio que la gente estaba encantada con Jesús, se admiraban de las palabras que hablaba, y lo que más les convencía es que lo hacía con autoridad. Estaban cansados quizás de escuchar las mismas cosas a los maestros de la ley y que lo que les enseñaban no les llenaban el espíritu. Cuando escuchan a Jesús se entusiasmaban, sus corazones se llenaban de esperanza, y veían signos y señales del cumplimiento de lo que les anunciaba cuando les hablaba del Reino de Dios. Eran los signos y señales que realizaba.

‘Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad’, nos comenta el evangelista. Y cuando cura a aquel hombre poseído por el espíritu del mal que estaba allí en medio de ellos en la sinagoga, su asombro llegaba al máximo. ‘Quedaron todos asombrados y comentaban entre sí: ¿Qué clase de palabra es ésta? Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen. Y su fama se difundía por todos los lugares de la comarca’.

En verdad era una buena noticia lo que estaban escuchando, evangelio. Así se había presentado Jesús como esa buena noticia, como ese evangelio de vida para todos cuando anunciaba el Reino de Dios. ¿Será así cómo nosotros lo escuchamos?

Se suele decir que no hay noticia más vieja que la de ayer. Ya dejó de ser noticia. Lo que es noticia implica novedad, inmediatez; es lo que nos llega hoy, es lo que nos llega ahora y de alguna manera nos sorprende. Vamos a escuchar los noticieros en la radio o en la televisión para escuchar las últimas noticias, acudimos al periódico para leer cuales son las últimas noticias; algunas veces no nos valen las cosas impresas, porque ha tenido que pasar un tiempo en la impresión y ya han llegado posteriormente otras nuevas noticias; hoy con los modernos medios de comunicación, con Internet estamos al tanto y al minuto de lo que sucede en cualquier parte del mundo.

Pero nosotros decimos que el evangelio es buena noticia. Alguien podría pensar fue noticia en otro tiempo o en otro lugar, y ya nos puede parecer viejo, ya nos puede parecer que no es noticia. Qué equivocados estamos, el evangelio sigue siendo esa buena noticia que hoy y ahora llega de parte de Dios a nuestra vida. No lo vamos a escuchar como un relato de otro tiempo o de otro momento, sino que tenemos que descubrir ahí lo que aquí y ahora el Señor quiere decirnos; dejarnos sorprender por el evangelio, dejarnos sorprender por esa Palabra de Dios que es una Palabra viva y que ahora nos llena de vida.

En ese relato del evangelio tenemos que ver el actuar de Dios ahora en mi vida y en mi mundo, y que quizás tiene que realizarse a través de mí. Esa es la maravilla. Nos ha hablado hoy de la Palabra y enseñanza de Jesús pero también de los signos de liberación que hacía; nos está hablando ahora Jesús de esos signos de liberación que sigue haciendo en mi vida, si dejo que Dios actúe en mí; aquel hombre de la sinagoga en principio parecía que rechazaba a Jesús, pero cuando Jesús actuó en él con toda su autoridad, la vida de aquel hombre cambió.

Es lo que tiene que suceder ahora en mí. También hay un mal en nuestro corazón que nos domina, y del que Jesús quiere liberarnos. Dejemos actuar a Jesús, dejémonos liberar por Jesús y podremos asombrarnos del poder y de la autoridad de Jesús en mi vida. Ojalá terminemos esta reflexión como aquellas gentes del evangelio, alabando a Jesús porque le hemos visto actuar en nosotros. La Palabra de Jesús no es una palabra falaz sino una Palabra llena de verdad y de vida.

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