Ojalá
sepamos encontrar ese tiempo de vivir sin agobios, para encontrarnos con
nosotros mismos y para ir en actitud de servicio al encuentro con los demás
1Samuel 3, 1-10. 19-20; Sal 39; Marcos 1,
29-39
Cuando
queremos tenemos tiempo para todo. Vivimos en un mundo de prisas y de carreras,
donde siempre estamos ocupados y tenemos tanto que hacer. Una frase que
escuchamos como una muletilla muchas veces es aquello de ‘no tengo tiempo’.
Estamos cansados siempre con nuestros agobios y carreras y surge pronto la
disculpa de que tenemos tantas cosas que hacer que no tenemos tiempo. Pero
quizá tendríamos que preguntarnos si realmente eso es así o es que en nuestros
agobios nos ahogamos en un vaso de agua y como decimos no tenemos tiempo para
nada.
Suele decirse
que si quieres realizar algo importante y tenerlo además en su tiempo no se lo
des a aquel que parece desocupado, sino a aquel que más cosas tienen que hacer,
porque sabrá organizarse y sacar tiempo para eso y para más. Hay personas que
realmente están ocupadas en muchas cosas, en muchas tareas, pero siempre
tendrán tiempo para algo más, para algo distinto, porque habrán sabido poner
serenidad en su vida para sus muchas ocupaciones sacarlas adelante.
Serán
personas con paz interior y serenidad de espíritu, que a pesar de sus muchas
tareas no viven agobiados, que saben tener tiempo para sí mismos, para su
propio cultivo y crecimiento personal, sabrán afrontar la vida con valentía y
serenidad a pesar de los problemas que se acumulen. Necesitamos aprender.
Necesitamos discernir lo que verdaderamente es importante. Necesitamos
encontrar ese tiempo para nuestra vida interior que será la que nos va a dar
verdadera fortaleza y verdadera paz de espíritu.
Hoy
contemplamos en el evangelio esos días verdaderamente atareados de Jesús. Como sábado había ya acudido a la sinagoga donde había
estado enseñando a la gente en el momento de la oración y la escucha de la
Palabra; allí fue donde curó a aquel hombre poseído por el mal, pero ahora no
le faltará tiempo para el encuentro familiar en la casa de Simón, cuya suegra
está enferma y El la levantará de la cama, pero aún más, al atardecer atender a
todos cuantos acudían a la puerta con sus enfermos y poseídos por el mal para
que El los curase. Ha sido un día completo, podríamos decir.
Sin embargo
aún veremos más. En la madrugada se había ido a las afueras del pueblo para
hacer su oración. Es allí al amanecer donde vendrán a buscarlo los primeros discípulos,
porque la gente se agolpa de nuevo a las puertas de la casa de Simón Pedro para
que Jesús les atendiera. ‘Todo el mundo te busca’, le dicen. Pero El ha
de seguir su camino, habrá de ir a otros lugares, allí también habrá de hacer
el anuncio del Reino de Dios que llega y curará a muchos enfermos con toda
clase de dolencias. Es el camino itinerante de Jesús, pero es el camino del
encuentro, del encuentro consigo mismo y con Dios, serán los momentos de
oración desde donde nos está enseñando sabremos nosotros también mantener la
paz del espíritu.
Es la gran lección
hoy del evangelio. Jesús vive en medio de nosotros pero para ayudarnos a
comprender el verdadero valor, el verdadero sentido que le demos a la vida, a
lo que hacemos. Vivió con los ajetreos semejantes a los que nosotros nos vemos
inmersos – hay un momento en el evangelio en que se dirá que no tenían tiempo
ni para comer – pero no le faltó nunca la paz del Espíritu.
Vemos al
Jesús servidor, al Jesús que a todos se acerca y a todos escucha, al Jesús
siempre en camino para ir al encuentro del otro, al Jesús que siente
preocupación por la gente que le rodea, pero al Jesús que sabe encontrarse a sí
mismo, al Jesús que está atento para ir o escuchar a aquel que lo necesite, al
Jesús que sabe detenerse igual a la orilla del camino escuchando la voz del que
lo necesitaba que bajar a la piscina donde hay alguien que sufre la soledad de
no encontrar a nadie que lo ayude, al Jesús que encontrará tiempo, aunque sea
en la madrugada, para ir a la oración con el Padre, al Jesús cuya presencia nos
da serenidad y paz a nosotros para que sepamos encontrarnos con nosotros
mismos, que sepamos encontrarnos con Dios para que tenga un verdadero sentido
el encuentro con los demás.
¿Sabremos
nosotros de igual manera encontrar ese tiempo para no vivir agobiados sino en
paz, para encontrarnos con nosotros mismos para también para llenarnos de Dios?
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