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lunes, 10 de enero de 2022

Puede parecer un riesgo de locura, pero hay quien es capaz de desprenderse de todo lo que son sus apoyos humanos por seguir el camino de Jesús que no promete honores ni grandezas

 


Puede parecer un riesgo de locura, pero hay quien es capaz de desprenderse de todo lo que son sus apoyos humanos por seguir el camino de Jesús que no promete honores ni grandezas

1Samuel 1, 1-8; Sal 115;  Marcos 1, 14-20

Que nos diga alguien que nos invita a hacer un camino, pero que aunque nos dicen que la meta merece la pena, sin embargo de entrada no vemos claro cual va a ser ese recorrido ni las exigencias que entraña, es un riesgo que no siempre estamos dispuestos a correr; que nos digan que hay que hacer una tarea, que va a ser transformadora de muchas cosas, pero donde no tenemos muy claro a qué nos va a obligar, sería cosa de pensárnoslo; que en medio de las tormentas de la vida nos aseguren que hay esperanza para ese mundo, que aun vemos muy oscuro, porque apreciamos que aun permanecen muchos sufrimientos, que no  nos promete honores ni grandezas sino algo que de tan espiritual nos puede parecer ilusorio, cuesta un tanto que se despierten esas esperanzas en nuestra vida de manera que estuviéramos dispuestos a dejar incluso lo que ahora tenemos por esa promesa que aún nos puede parecer muy incierta.

¿No sería algo así lo que estaba sucediendo con aquellos anuncios del Reino nuevo de Dios que estaba proclamando aquel nuevo profeta que había surgido y que venía precisamente de Nazaret? No todos podían tenerlo tan claro, aunque comenzaban a despertarse nuevas esperanzas en muchos. Había una exigencia que se estaba planteando y que pasaba por cambiar radicalmente todo, la manera de pensar, la manera de hacer las cosas, y que pedía incluso a algunos que dejaran sus trabajos por algo nuevo que se les ofrecía y que aún no tenían muy claro.

Jesús había comenzado a recorrer los pueblos y aldeas de Galilea, en cualquier rincón donde hubiera gente allí se detenía para anunciarles el Reino de Dios, aprovechaba cualquier ocasión, la gente reunida en la playa del lago porque venían al encuentro de los pescadores en busca de sus alimentos para la vida diaria, las reuniones de los sábados en la sinagoga, eran momentos en que Jesús hacía su anuncio del Reino nuevo de Dios, donde todo parece que va a cambiar.

No promete honores ni grandezas humanas, sino que más bien hay que despojarse de esas ambiciones, a los pescadores les pide que lo sigan porque ya no necesitarán salir a pescar en aquel lago, porque serán otros los mares de la vida que les ofrece porque van a ser pescadores de hombres. Y las gentes comienzan a escucharle y entusiasmarse de manera que de boca en boca pasa la noticia y ya vendrán de muchos sitios para escucharle y para traerle lo que parecía que más les dolía en principio que eran sus enfermos. El los curaban, liberaba a los endemoniados de su mal, a los ciegos los hacía ver, los paralíticos podían caminar… Algo nuevo estaba surgiendo, una esperanza en verdad se iba despertando en sus corazones.

Hoy le pide a los pescadores que están en la orilla del lago que dejen sus redes y sus barcas y le sigan porque van a ser pescadores de hombres. Y aquellos pescadores lo dejan todo, sus redes, sus barcas, sus familiares incluso y otros pescadores que les sirven de ayuda. Se ponen a caminar tras Jesús. ¿Tendrían claro lo que Jesús les pedía? Ellos presienten en las palabras de aquel profeta que algo nuevo va a suceder, y ansiosos como estaban de un mundo nuevo con nuevas libertades se marchan tras Jesús. Una disponibilidad total, una generosidad grande en el corazón, un desprendimiento que parece incomprensible, pero se van tras Jesús.

Están vislumbrando lo que significa ese cambio y esa conversión que Jesús les pide para creer en la Buena Noticia que les anuncia, y aunque aún habrá momentos en que les costará y parece que vuelven a sus antiguas apetencias y ambiciones, ahora se van con Jesús.

¿Estaríamos dispuestos nosotros a hacer lo mismo? ¿Llegaremos a entender de verdad lo que significa la conversión que Jesús nos pide? ¿Dejaríamos atrás nuestras barcas y nuestras redes, esas cosas que parecen ser los apoyos de nuestra vida? ¿Seríamos capaces de ponernos en camino arriesgándolo todo por nuestra fe en Jesús?

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