Vistas de página en total

martes, 12 de octubre de 2021

María del Pilar, señal de referencia siempre de la presencia de Dios con nosotros y poste miliario que nos garantiza el camino del seguimiento del evangelio de Jesús

 


María del Pilar, señal de referencia siempre de la presencia de Dios con nosotros y poste miliario que nos garantiza el camino del seguimiento del evangelio de Jesús

1Crónicas 15, 3-4. 15-16; 16, 1-2; Sal 26; Lucas 11, 27-28

No es ajeno cuanto sucede en nuestro entorno a nuestras preocupaciones y a lo que es nuestra vida de cada día y en estos días no podemos quitar de nuestro pensamiento el sufrimiento de cuantos están sufriendo las consecuencias del volcán que asola una de nuestras islas. Surge necesariamente nuestro sentimiento de solidaridad y tratamos de ponernos en su carne cuando con la violencia del volcán se están viendo despojados de todo, sus casas con todas sus pertenencias, sus terrenos de cultivo, su vida misma.

Todos tenemos una referencia importante es nuestra vida, que no se mira solo como una riqueza, sino que es parte de su vida misma; es su casa, es su hogar, es allí donde hacen su vida, es donde tienen tantos recuerdos porque quizá perteneció a sus padres y es algo así como su referencia familia con todo lo que en ese lugar se ha vivido, ha vivido la familia. Es un punto de referencia importante para la vida de la persona. Pensamos en los sentimientos dolorosos que afloran en lo más profundo de esas personas que así lo han perdido todo.

Sin dejar de tener en cuenta esos sentimientos de solidaridad que tienen que despertarse en nuestro corazón, hoy en esta fiesta de la virgen he querido también tomar esa referencia. De ello de alguna manera nos quieren hablar los textos de la Escritura que se nos ofrecen, sobre todo la primera lectura tomada del libro de las Crónicas del Antiguo Testamento.

Se nos habla ahí del traslado con gran regocijo de todos del Arca de la Alianza que les había acompañado como un signo de la presencia de Dios en todo su peregrinar por el desierto. Aunque todavía en el texto se habla de una cierta provisionalidad, los deseos son poder levantar un templo para el Señor que contenga ese Arca de la Alianza con todo su significado. Ese templo del Señor, esa morada de Dios entre nosotros los hombres que tanta importancia va a tener a lo largo de toda la historia de la salvación, del pueblo judío. Un lugar que sirva de referencia para ese encuentro con Dios, un lugar donde todos puedan confluir y donde todos se sientan a gusto como en una casa familiar porque es la casa de Dios.

Pero este texto se nos ofrece hoy en la liturgia también en una clara referencia a María, cuando la estamos celebrando en esta advocación de Nuestra Señora del Pilar. María es también ese templo de Dios, esa morada de Dios en medio de nosotros los hombres. Cuando Dios quiere encarnarse haciéndose hombre lo hace en el seno de María, y María que se convierte así en la Madre de Dios es para nosotros ese templo de Dios donde quiere morar, donde quiere encarnarse para hacerse hombre.

‘Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron’, proclama aquella mujer anónima cuando escucha a Jesús. Ese vientre de María, verdadero sagrario de Dios; en su vientre durante nueve meses se gestó aquella criatura que no era simplemente un hombre que iba a hacer, sino que allí estaba verdaderamente Dios en esa unión de la naturaleza divina con la naturaleza humana en la persona de Jesús.

Por eso, por ejemplo, siempre decimos que aquel camino que María hizo hasta la montaña de Judea en la visita a su prima Isabel fue como la primera procesión del Cuerpo de Cristo, porque allí llevaba en su seno María a Dios mismo. ¿No se revolvió de gozo el hijo de Isabel en su seno materno con la presencia de María? ¿No será un signo de cómo aquel niño profeta, como solo saben hacerlo los profetas, los hombres de Dios, sintió la presencia de Dios en el seno de María?

Esa referencia en nuestro hogar que tenemos de nuestra vida misma, como antes reflexionábamos, la estamos teniendo en María, la madre de Dios. Por eso María, la Virgen Madre de Dios, siempre nos conducirá a Dios, nos hará presente a Dios en medio de nosotros. Es el templo, es el sagrario, es la morada de Dios que nos trae a Dios, siempre será referencia para nosotros de la presencia de Dios.

Hoy la contemplamos y celebramos sobre la columna del Pilar, hermoso significado también para nosotros. La columna que nos sirve de apoyo y fortaleza y que nos ayuda a edificar con cimiento firme nuestra vida de fe. Cuando nos apoyamos en María, como un hijo sabe apoyarse en su madre nunca nos sentiremos defraudados, nunca se debilitará nuestra fe.


María como señal que encontramos a lo largo del camino para que no perdamos el rumbo; en la antigüedad en las grandes vías del imperio había de tramo en tramo unos postes, unas columnas – el miliario o poste miliar - que iban indicando la ruta a donde nos llevaba y de donde provenía para no perder el rumbo, que hoy lo tenemos en nuestros caminos y carreteras en esos carteles y en esas señales que nos indican el camino o carretera por donde circulamos. Pensemos en María como esa columna miliar que nos da la seguridad del camino de Jesús del camino del evangelio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario