Tenemos
que estar dispuestos a ponernos en camino para arrancarnos de lo que nos oprime
y nos angustia aceptando la buena nueva de liberación que Jesús nos ofrece
1Tesalonicenses 4, 13-18; Sal 95; Lucas 4,
16-30
Todos
sabemos que el ritmo de las lecturas de la Palabra de Dios en medio de la
semana en el tiempo Ordinario es distinto al ritmo del Evangelio que escuchamos
los domingos. En los domingos son tres ciclos dedicados enteramente a los
evangelios sinópticos; este ciclo estamos escuchando en el evangelio de los
domingos a san Marcos, salvos los últimos cinco domingos que se leyó el capítulo
6 del evangelio de Juan; ya ayer retomamos de nuevo a san Marcos. Sin embargo
en medio de semana hasta ahora hemos venido escuchando a san Mateo y hoy
tomamos el evangelio de Lucas a partir del capítulo 4 con el episodio de la
sinagoga de Nazaret, que hoy se nos ha proclamado, comenzando así el camino del
evangelio, repito, de Lucas que tiene unas características muy especiales.
Hoy nos dice el evangelista que Jesús
fue a su pueblo de Nazaret donde se había criado y el sábado según su costumbre
fue a la sinagoga para la proclamación y escucha de la Ley y de los Profetas.
Según su costumbre, nos dice, lo que había hecho en todos sus años de juventud
hasta que había partido para el anuncio de la Buena Nueva del Reino por todos
los rincones. Ahora va, y es Jesús el que hace la lectura, en este caso del profeta
Isaías. Cuando termina de proclamarla y todos esperaban su comentario todo lo
que viene a decir es que aquella Escritura se estaba cumpliendo ahora y allí. ‘Hoy
se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír’.
Ya escuchamos, la gente se sorprende,
en principio se siente orgullosa que sea uno de su pueblo el que ahora
proféticamente este anunciando el Reino de Dios por todos los rincones, pero
como sucede siempre en pueblo pequeño comienzan las desconfianzas porque a El
siempre lo han conocido desde pequeño y por allí andan sus parientes y no es
sino el hijo del carpintero, ¿de dónde saca todo esto?
Jesús ha proclamado un texto de Isaías
que anuncia un tiempo nuevo de liberación y de salvación; vendrá la libertad
para los oprimidos, los que se ven con muchas limitaciones en su vida sentirán
que todo cambia y es como que los ciegos recobran la vista, los leprosos son
curados con todo lo que eso significaba y los inválidos podrán caminar. Es el
año de gracia del Señor, es el año de la gran liberación, es el jubileo
universal donde todo ha de cambiar. Y eso comienza aquí y ahora, les dice. Hoy
se cumple, en El se cumple porque El es quien está lleno del Espíritu del Señor
enviado a anunciar esa buena nueva a los pobres y oprimidos.
Son palabras que despiertan la
esperanza porque es un mundo nuevo el que va a comenzar; son palabras
comprometedoras porque quienes van a creen en esas palabras han de emprender un
camino nuevo, porque es una vida nueva la que se les ofrece. Pero muchas veces
nos sucede que aunque andemos muy oprimidos y esclavizados parece que nos
cuesta salir de esa situación, cuando significa que nosotros tenemos que
ponernos en camino. Cuántas veces los israelitas peregrinos por el desierto,
porque el camino de liberación que estaban recorriendo les resultaba costoso y
duro, anhelaban volver a los puerros y a las cebollas de Egipto, aunque eso
significase seguir viviendo bajo la opresión y la esclavitud.
¿La gente de Nazaret pensaba que todo
se les iba a dar con demasiada facilidad? Como les dice Jesús, estáis pensando
por qué no hago aquí los milagros que habéis escuchado que he hecho en
Cafarnaún y en otros sitios. Pero dirá el evangelista que allí no hizo milagros
por su falta de fe. Escuchaban las palabras de Jesús pero no terminaban de
creer, escuchaban las palabras de Jesús pero les costaba ponerse en ese camino
de liberación; muchas cosas oprimían sus corazones, muchas angustias inundaban
sus vidas, muchas decepciones les hacían perder la esperanza, pero había que
querer salir de esa opresión o de esa angustia; era necesario querer ponerse en
camino. Y ese paso no lo daban, por eso lo rechazaron y hasta quisieron tirarlo
por un barranco.
Esto nos tiene que hacer pensar para
nuestra vida. ¿Cómo acogemos nosotros ese mensaje de liberación que se nos
ofrece? ¿Estaremos dispuestos a ponernos en camino para ir arrancando de
nosotros todo eso que nos oprime y nos angustia, todo eso que crea dependencias
en nosotros y nos llena de limitaciones? ¿Preferiremos los puerros y las
cebollas de Egipto aunque eso signifique seguir en ese estado de esclavitud? Cuántas
veces decimos, es que esto se ha hecho siempre así, porque no queremos hacer el
esfuerzo de cambiar para vivir algo nuevo y con eso estamos rechazando la buena
nueva de liberación que Jesús nos ofrece.
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