Y se
fueron con Jesús con la promesa de hacerlos pescadores de hombres, ¿daríamos
nosotros un paso así?
Hebreos 1,1-6; Sal 96; Marcos 1,14-20
En el amor lo llaman flechazo, el amor
a primera vista, pero bien sabemos que esas cosas suceden no solo hablando de
enamoramientos en ese sentido, sino que en la vida nos podemos sentir atraídos
o cautivados por una persona, por unos valores, por unos proyectos en los que
podemos descubrir algo estable para el futuro, una amistad verdadera de alguien
que queremos que nos acompañe en los caminos de la vida, de esa realización
ideal que podemos ver como una gran obra.
De muchas maneras, en muchas cosas y
vamos a pensar solo en lo bueno y positivo podemos sentirnos así cautivados en
la vida. Es una respuesta a inquietudes que llevamos dentro, es coincidencia de
principios y valores en los que creemos y por los que queremos comprometernos,
son sueños de los que nos despertamos y vemos una realidad que hará posible
esos sueños, esperanzas que vemos realizables, muchas cosas.
Y llegará el momento de dar el paso
adelante y no hay quien nos detenga. Aunque permanezcan algunos miedos en el
corazón nos sentimos impulsados y decididos en ese momento, aunque vislumbremos
que muchas cosas tendrán que cambiar en nuestra vida aun sin saber claramente
hasta dónde nos va a llevar el compromiso. Como se suele decir, nos liamos la
manta a la cabeza y nos ponemos en camino y no hay quien nos detenga. Son los
flechazos importantes que recibimos en la vida y nos hacen poner rumbo a nuevas
metas y a altos ideales.
Es lo que sucedió en aquella mañana o
aquella tarde, da igual la hora, en que Jesús al pasar por la orilla del lago
va recolectando pescadores para una nueva pesca. Había vuelto a Galilea, nos
dice el evangelista, después que arrestaron a Juan, no se había ido a Nazaret
que era su pueblo sino que se había venido a Cafarnaún. Era un lugar de cierta
importancia en los alrededores del lago y en cierto modo punto de partida
también de muchos que se dedicaban a la pesca en el lago; una ciudad en cierto
modo comercial porque era cruce de caminos de los que venían de Siria para
adentrarse en palestina o para dirigirse a través de la alta Galilea hacia la
tierra de los fenicios.
Allí se había establecido Jesús, su
sinagoga comenzaba a frecuentarla y a hablar a la gente en ella anunciando la
llegada del Reino de Dios y pidiendo conversión; será punto de partida para
recorrer los caminos de las aldeas circundantes haciendo el mismo anuncio. Sus
palabras comenzaban a ser escuchadas y conocidas, algo nuevo se estaba
emprendiendo. Y es cuando Jesús caminando por el lago va a recolectar a esos
primeros que le van a seguir de cerca y con toda fidelidad para esa pesca nueva
que El les ofrece.
‘Venid conmigo y os haré pescadores
de hombres’. Primero serán Simón
Pedro y Andrés que allá estaban en su barca en las tareas propias después de
una noche de pesca; más adelante serán otros dos hermanos que están con su
padre y demás pescadores también en tareas semejantes a los que invita Jesús. Y
lo dejaron todo, y se fueron con El. Así de una forma radical, a primera oída,
podríamos decir. Seguro que lo que ya habían oído de Jesús o lo que le habían
escuchado a Jesús mismo comenzaría a despertar esperanzas en sus corazones. Caldeados
estaban probablemente por los ecos de la predicación del Bautista, que río
abajo en el Jordán anunciaba la pronta venida del Mesías.
Y ahora aparece por aquí Jesús
anunciando el Reino de Dios, despertando las esperanzas del pueblo en la
liberación que el Mesías realizará con ellos. Se van con Jesús. Se sintieron
cautivados. Sus palabras habían llegado al corazón. Ahora la invitación era
formal para ellos y no había que esperar más para dar respuesta. Había que
estar cerca de Jesús para comprender ahora todo lo nuevo que anunciaba.
Era algo más que una amistad lo que se
anunciaba, aunque un día Jesús dirá que son sus amigos porque les ha revelado
todo lo que ha recibido del Padre. Pero sí había un proyecto de algo nuevo y
algo grande que Jesús prometía. Había unas exigencias fuertes pues se pedía un
cambio total de vida y de mentalidad, pero parecía que aquello que se anunciaba
bien lo merecía.
Y se fueron con Jesús con la promesa de
hacerlos pescadores de hombres. ¿Daríamos nosotros un paso así?
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