Nos
postramos ante Jesús en nombre de todos los que sufren y también desde las
angustias y preocupaciones del momento que vivimos para decirle ‘si quieres,
puedes limpiarnos’
Hebreos 3,7-14; Sal 94; Marcos 1,40-45
El evangelio que hoy se nos propone
evoca una situación que en estos momentos estamos viviendo. Estos momentos de
pandemia que estamos viviendo nos obligan a mantener unos distanciamientos por
miedo a los contagios que muchas veces se nos hacen cuesta arriba. No poder
mantener ese contacto físico con aquellos que queremos, mantener esa distancia
siempre con los miedos a un contagio de un virus que calladamente nos va
contagiando y creando al mismo tiempo tantos dramas sociales y familiares como
ahora se están provocando por todas partes.
Los seres humanos estamos creados para
el encuentro, para la comunicación cercana y ahora se nos hace doloroso lo que
se nos impone por miedo a la propagación de esa pandemia. Es cierto que está el
peligro del contagio y tenemos que ponerle puertas al campo para que no nos
llegue, pero está el peligro y la tentación de que ese distanciamiento no sea
solo el físico que se nos impone, sino que vayamos creando otros
distanciamientos que pueden aflorar fácilmente desde esos egoísmos e
insolidaridades que se nos meten en el alma. Hemos de reconocer que son
momentos difíciles, por esa tendencia que tenemos también en nuestro interior
de comenzar a preocuparnos solo de nosotros mismos y nos vayamos encerrando en
unos círculos que humanamente nos aíslen de los demás.
La situación que estamos pasando si
intentamos vivirla con una madurez humana y también cristiana nos tendría que
servir para pensar y reflexionar sobre muchas cosas. Por ejemplo para que
comprendamos la situación que vivían los leprosos a los que se aislaba y separaba
totalmente de la comunidad de manera que ni con su familia podían relacionarse.
Lo vemos muchas veces como cosas del pasado que pensábamos que no volverían a
repetirse, pero pienso en los dramas de los familiares de los que están
muriendo en total soledad en los hospitales sin poder estar en esos momentos en
la cercanía de sus seres queridos, que luego se prolongan a la hora del sepelio
sin la compañía ni de seres queridos ni de otras personas que nos aprecian.
¿Qué podemos hacer? Reconozco que la
respuesta no es fácil, porque tenemos que someternos a unos protocolos que se
nos imponen para evitar la propagación del contagio. Las soledades a las que
nos vemos obligados tendrían que ayudarnos a madurar como personas pero también
a saber discernir de qué otras manera podemos hacer sentir nuestra cercanía y
se mantenga viva la apertura de nuestros corazones en disponibilidad siempre
para lo mejor.
Toda esta reflexión que nos vamos
haciendo ha partido del hecho de que hoy el evangelio nos habla de un leproso
que se acerca a Jesús pidiéndole que le cure. En este caso que nos relata el
evangelio el leproso se ha saltado todos
los confinamientos a los que se veía sometido, pues ha llegado hasta los pies
de Jesús, metiéndose incluso entre la gente. Breve ha sido el diálogo con Jesús
con la total confianza de que Jesús podía y quería en verdad curarle. ‘Si
quieres, puedes limpiarme’. No es una duda, es una manera de expresar su
convicción de que Jesús puede en verdad curarle y lo va a hacer. Y ahí está el
gesto de Jesús que tiende su mano, le toca y le cura.
Sí, también nosotros tenemos que querer
tender la mano, como Jesús, para curar. Tendemos la mano, primero, desde ese
respeto a las normas y protocolos que se nos han impuesto, porque lo primero
que tenemos que hacer es que no se siga propagando el virus. Físicamente en
estos momentos no lo podemos hacer, pero cuando hemos llenado de amor nuestro
corazón sabremos tener la inventiva y la iniciativa para buscar formas de
tender la mano, de estar cercanos a los que sufren, en cualquiera que sean las
situaciones, porque no se trata solamente en lo que ahora en especial vivimos.
Porque la cercanía que nosotros
mostremos desde nuestro corazón, las muestras y gestos de cariño, de cercanía,
de amistad, de ternura que podamos tener hacia los demás tendrá siempre forma
de manifestarse. Hay una delicadeza que siempre podemos mostrar, hay una
sonrisa que podemos enviar incluso por encima de la mascarilla que llevamos
puesta, hay una preocupación que podemos manifestar en una bonita palabra de
interés y de compañía, una ayuda que prestar o unos momentos de nuestra vida
que podemos compartir.
Seguro que el amor y la ternura que
llevamos en el corazón nos hará inventar gestos y señales de nuestra cercanía a
los demás. Pero no olvidemos una cosa, también nosotros podemos postrarnos ante Jesús
en nombre de todos los que sufren y también desde nuestras propias angustias y
preocupaciones para decirle ‘si quieres, puedes limpiarnos’, en tus
manos, Señor, podemos toda esta situación difícil que estamos viviendo, si
quieres, Señor, puedes hacer que todo esto termine.
No hay comentarios:
Publicar un comentario