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jueves, 14 de enero de 2021

Nos postramos ante Jesús en nombre de todos los que sufren y también desde las angustias y preocupaciones del momento que vivimos para decirle ‘si quieres, puedes limpiarnos’

 


Nos postramos ante Jesús en nombre de todos los que sufren y también desde las angustias y preocupaciones del momento que vivimos para decirle ‘si quieres, puedes limpiarnos’

Hebreos 3,7-14; Sal 94; Marcos 1,40-45

El evangelio que hoy se nos propone evoca una situación que en estos momentos estamos viviendo. Estos momentos de pandemia que estamos viviendo nos obligan a mantener unos distanciamientos por miedo a los contagios que muchas veces se nos hacen cuesta arriba. No poder mantener ese contacto físico con aquellos que queremos, mantener esa distancia siempre con los miedos a un contagio de un virus que calladamente nos va contagiando y creando al mismo tiempo tantos dramas sociales y familiares como ahora se están provocando por todas partes.

Los seres humanos estamos creados para el encuentro, para la comunicación cercana y ahora se nos hace doloroso lo que se nos impone por miedo a la propagación de esa pandemia. Es cierto que está el peligro del contagio y tenemos que ponerle puertas al campo para que no nos llegue, pero está el peligro y la tentación de que ese distanciamiento no sea solo el físico que se nos impone, sino que vayamos creando otros distanciamientos que pueden aflorar fácilmente desde esos egoísmos e insolidaridades que se nos meten en el alma. Hemos de reconocer que son momentos difíciles, por esa tendencia que tenemos también en nuestro interior de comenzar a preocuparnos solo de nosotros mismos y nos vayamos encerrando en unos círculos que humanamente nos aíslen de los demás.

La situación que estamos pasando si intentamos vivirla con una madurez humana y también cristiana nos tendría que servir para pensar y reflexionar sobre muchas cosas. Por ejemplo para que comprendamos la situación que vivían los leprosos a los que se aislaba y separaba totalmente de la comunidad de manera que ni con su familia podían relacionarse. Lo vemos muchas veces como cosas del pasado que pensábamos que no volverían a repetirse, pero pienso en los dramas de los familiares de los que están muriendo en total soledad en los hospitales sin poder estar en esos momentos en la cercanía de sus seres queridos, que luego se prolongan a la hora del sepelio sin la compañía ni de seres queridos ni de otras personas que nos aprecian.

¿Qué podemos hacer? Reconozco que la respuesta no es fácil, porque tenemos que someternos a unos protocolos que se nos imponen para evitar la propagación del contagio. Las soledades a las que nos vemos obligados tendrían que ayudarnos a madurar como personas pero también a saber discernir de qué otras manera podemos hacer sentir nuestra cercanía y se mantenga viva la apertura de nuestros corazones en disponibilidad siempre para lo mejor.

Toda esta reflexión que nos vamos haciendo ha partido del hecho de que hoy el evangelio nos habla de un leproso que se acerca a Jesús pidiéndole que le cure. En este caso que nos relata el evangelio el leproso se  ha saltado todos los confinamientos a los que se veía sometido, pues ha llegado hasta los pies de Jesús, metiéndose incluso entre la gente. Breve ha sido el diálogo con Jesús con la total confianza de que Jesús podía y quería en verdad curarle. ‘Si quieres, puedes limpiarme’. No es una duda, es una manera de expresar su convicción de que Jesús puede en verdad curarle y lo va a hacer. Y ahí está el gesto de Jesús que tiende su mano, le toca y le cura.

Sí, también nosotros tenemos que querer tender la mano, como Jesús, para curar. Tendemos la mano, primero, desde ese respeto a las normas y protocolos que se nos han impuesto, porque lo primero que tenemos que hacer es que no se siga propagando el virus. Físicamente en estos momentos no lo podemos hacer, pero cuando hemos llenado de amor nuestro corazón sabremos tener la inventiva y la iniciativa para buscar formas de tender la mano, de estar cercanos a los que sufren, en cualquiera que sean las situaciones, porque no se trata solamente en lo que ahora en especial vivimos.

Porque la cercanía que nosotros mostremos desde nuestro corazón, las muestras y gestos de cariño, de cercanía, de amistad, de ternura que podamos tener hacia los demás tendrá siempre forma de manifestarse. Hay una delicadeza que siempre podemos mostrar, hay una sonrisa que podemos enviar incluso por encima de la mascarilla que llevamos puesta, hay una preocupación que podemos manifestar en una bonita palabra de interés y de compañía, una ayuda que prestar o unos momentos de nuestra vida que podemos compartir.

Seguro que el amor y la ternura que llevamos en el corazón nos hará inventar gestos y señales de nuestra cercanía a los demás. Pero no olvidemos una cosa, también nosotros podemos postrarnos ante Jesús en nombre de todos los que sufren y también desde nuestras propias angustias y preocupaciones para decirle ‘si quieres, puedes limpiarnos’, en tus manos, Señor, podemos toda esta situación difícil que estamos viviendo, si quieres, Señor, puedes hacer que todo esto termine.

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