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miércoles, 13 de enero de 2021

Le llevaban a Jesús a los enfermos y nosotros llevamos los sufrimientos de nuestros hermanos y de nuestro mundo que está enfermo y que no siempre quiere conocer a Jesús

 


Le llevaban a Jesús a los enfermos y nosotros llevamos los sufrimientos de nuestros hermanos y de nuestro mundo que está enfermo y que no siempre quiere conocer a Jesús

Hebreos 2,14-18; Sal 104; Marcos 1,29-39

Hablar de los demás es fácil; aunque intentamos en la vida respeto y discreción sabemos bien cómo en nuestras conversaciones algo que nos es fácil que nos surja es el hablar de los otros; esas comidillas donde comentamos de todo, pero donde caemos también tan fácilmente en la murmuración, la crítica y la condena, el sembrar sospechas y desconfianzas.

Así somos los humanos y es la piedra en la que fácilmente tropezamos. Nos es más fácil comentar lo que hizo o lo que no hizo, lo que me desagrada o lo que pueda llevar a una condena, que sentir una verdadera preocupación por la otra persona y con todo el respeto del mundo, por ejemplo, estar atento a sus necesidades o a sus problemas para prestar alguna ayuda.

Si algo se nos permitiera como correcto sería el buscar el apoyo de los otros para ayudar a salir de unos problemas o necesidades, o el saber acudir a quien de verdad pueda prestar una ayuda a la persona para que pueda salir adelante. Ese interés en el buen sentido por los otros es algo que quizá no siempre entra en nuestros planes porque quizá tememos hasta donde nos puede llevar el compromiso.

Respetamos a la persona y el camino que haya querido escoger para su vida, pero con todo el respeto del mundo muchas veces esa persona necesita una mano que le ayude a levantarse, a encontrar nuevo camino, a llegar a una luz que dé sentido y orientación a sus problemas.

Hoy he querido fijarme este aspecto positivo que debiéramos tener en nuestra preocupación por los demás y lo hago al hilo del evangelio que se nos propone. Jesús ha salido de la sinagoga y va a casa de Simón Pedro y Andrés. A continuación el evangelista nos relata cómo cura a la suegra de Pedro que está en cama con fiebre, y a una multitud que se agolpa a su puerta en la que traen a muchos enfermos con todo tipo de dolencias. A la mañana siguiente, cuando Jesús se ha retirado en la madrugada a la soledad y silencio del amanecer para la oración, vienen diciéndole que hay mucha gente que le busca y que le espera.

Nos fijamos siempre en la solicitud de Jesús por los demás y en especial por los enfermos, como un signo que va realizando de ese Reino de Dios que está anunciando y que ahora quiere llevar su anuncio a otras aldeas y lugares. Nos fijamos en ese corazón misericordioso y compasivo de Jesús siempre atento al sufrimiento de los demás, a nuestro sufrimiento del que nos quiere sanar.

Pero hay un aspecto en el que quiero fijarme y que viene a ser ya en aquellos que comienzan a seguirle como un signo de que ellos están acogiendo también ese reino de Dios y están ya mostrando señales en su vida. Fijémonos en la mediación que hay en todos estos casos de los que hoy nos habla en el evangelio de personas que muestran interés por los que sufren y cómo se convierten en cierto modo en intercesores ante Jesús. Cuando llegan a casa de Simón Pedro y Andrés ‘le dicen’ que la suegra de Pedro está enferma; aquellos enfermos que se agolpan a la puerta de la casa ‘han sido traídos’, y el final será Pedro quien ‘va a decirle que hay mucha gente que le busca’.

Gente que habla de los demás y se preocupa de los demás, pero que van a decírselo a Jesús. Preocupación por los otros para ayudarles a salir de sus problemas e intercesión a quien en verdad puede sanarlos y darles nueva vida. Y es aquí donde me pregunto por esa preocupación que yo pueda sentir por los demás. Es cierto que rogamos al Señor por los nuestros, por nuestros familiares y los que están cercanos a nuestra vida; pienso que siempre estarán presentes en nuestra oración. Pero ¿nuestra preocupación y nuestra oración se sale de ese círculo de los más cercanos haciendo una oración más universal para presentarle al Señor nuestra súplica por los problemas del mundo?

Creo que aquí tendríamos que hacernos muchas consideraciones en este sentido, de cual es nuestra oración. Serán cuantos sufren en nuestro mundo de una forma o de otra, serán quienes se ven atenazados por tantas cosas que les esclavizan y les dominan, serán los problemas concretos de esa sociedad en la que vivimos y los derroteros que se van tomando, será la preocupación por los que tienen responsabilidades en nuestra sociedad por los que tendríamos que rezar aunque quizá no piensen como nosotros ni actúen según nuestros principios pero para quienes tendríamos que pedir también esa luz de lo alto que les lleve a actuar en justicia y por el bien de todos, será nuestra oración por la Iglesia y las situaciones difíciles que vive la Iglesia en el mundo de hoy y los problemas que tienen muchos cristianos para testimoniar su fe.

La suegra de Simón está enferma, nuestra sociedad está también enferma; le llevaban a Jesús los enfermos y nosotros llevamos a Jesús esos sufrimientos de nuestros hermanos; todo el mundo buscaba a Jesús y quería estar con El, ahora habrá muchos que no lo buscan o que quieran quizás desterrar el nombre de Jesús, pero por ellos también tenemos que pedir para que un día sean capaces de reconocer la luz.

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