Le
llevaban a Jesús a los enfermos y nosotros llevamos los sufrimientos de
nuestros hermanos y de nuestro mundo que está enfermo y que no siempre quiere
conocer a Jesús
Hebreos 2,14-18; Sal 104; Marcos 1,29-39
Hablar de los demás es fácil; aunque
intentamos en la vida respeto y discreción sabemos bien cómo en nuestras
conversaciones algo que nos es fácil que nos surja es el hablar de los otros;
esas comidillas donde comentamos de todo, pero donde caemos también tan
fácilmente en la murmuración, la crítica y la condena, el sembrar sospechas y
desconfianzas.
Así somos los humanos y es la piedra en
la que fácilmente tropezamos. Nos es más fácil comentar lo que hizo o lo que no
hizo, lo que me desagrada o lo que pueda llevar a una condena, que sentir una
verdadera preocupación por la otra persona y con todo el respeto del mundo, por
ejemplo, estar atento a sus necesidades o a sus problemas para prestar alguna
ayuda.
Si algo se nos permitiera como correcto
sería el buscar el apoyo de los otros para ayudar a salir de unos problemas o
necesidades, o el saber acudir a quien de verdad pueda prestar una ayuda a la
persona para que pueda salir adelante. Ese interés en el buen sentido por los
otros es algo que quizá no siempre entra en nuestros planes porque quizá tememos
hasta donde nos puede llevar el compromiso.
Respetamos a la persona y el camino que
haya querido escoger para su vida, pero con todo el respeto del mundo muchas
veces esa persona necesita una mano que le ayude a levantarse, a encontrar
nuevo camino, a llegar a una luz que dé sentido y orientación a sus problemas.
Hoy he querido fijarme este aspecto
positivo que debiéramos tener en nuestra preocupación por los demás y lo hago
al hilo del evangelio que se nos propone. Jesús ha salido de la sinagoga y va a
casa de Simón Pedro y Andrés. A continuación el evangelista nos relata cómo
cura a la suegra de Pedro que está en cama con fiebre, y a una multitud que se
agolpa a su puerta en la que traen a muchos enfermos con todo tipo de dolencias.
A la mañana siguiente, cuando Jesús se ha retirado en la madrugada a la soledad
y silencio del amanecer para la oración, vienen diciéndole que hay mucha gente
que le busca y que le espera.
Nos fijamos siempre en la solicitud de Jesús
por los demás y en especial por los enfermos, como un signo que va realizando
de ese Reino de Dios que está anunciando y que ahora quiere llevar su anuncio a
otras aldeas y lugares. Nos fijamos en ese corazón misericordioso y compasivo
de Jesús siempre atento al sufrimiento de los demás, a nuestro sufrimiento del
que nos quiere sanar.
Pero hay un aspecto en el que quiero
fijarme y que viene a ser ya en aquellos que comienzan a seguirle como un signo
de que ellos están acogiendo también ese reino de Dios y están ya mostrando
señales en su vida. Fijémonos en la mediación que hay en todos estos casos de
los que hoy nos habla en el evangelio de personas que muestran interés por los
que sufren y cómo se convierten en cierto modo en intercesores ante Jesús.
Cuando llegan a casa de Simón Pedro y Andrés ‘le dicen’ que la suegra de
Pedro está enferma; aquellos enfermos que se agolpan a la puerta de la casa ‘han
sido traídos’, y el final será Pedro quien ‘va a decirle que hay mucha
gente que le busca’.
Gente que habla de los demás y se
preocupa de los demás, pero que van a decírselo a Jesús. Preocupación por los
otros para ayudarles a salir de sus problemas e intercesión a quien en verdad
puede sanarlos y darles nueva vida. Y es aquí donde me pregunto por esa
preocupación que yo pueda sentir por los demás. Es cierto que rogamos al Señor
por los nuestros, por nuestros familiares y los que están cercanos a nuestra
vida; pienso que siempre estarán presentes en nuestra oración. Pero ¿nuestra
preocupación y nuestra oración se sale de ese círculo de los más cercanos
haciendo una oración más universal para presentarle al Señor nuestra súplica
por los problemas del mundo?
Creo que aquí tendríamos que hacernos
muchas consideraciones en este sentido, de cual es nuestra oración. Serán
cuantos sufren en nuestro mundo de una forma o de otra, serán quienes se ven
atenazados por tantas cosas que les esclavizan y les dominan, serán los
problemas concretos de esa sociedad en la que vivimos y los derroteros que se
van tomando, será la preocupación por los que tienen responsabilidades en
nuestra sociedad por los que tendríamos que rezar aunque quizá no piensen como
nosotros ni actúen según nuestros principios pero para quienes tendríamos que
pedir también esa luz de lo alto que les lleve a actuar en justicia y por el
bien de todos, será nuestra oración por la Iglesia y las situaciones difíciles
que vive la Iglesia en el mundo de hoy y los problemas que tienen muchos
cristianos para testimoniar su fe.
La suegra de Simón está enferma,
nuestra sociedad está también enferma; le llevaban a Jesús los enfermos y
nosotros llevamos a Jesús esos sufrimientos de nuestros hermanos; todo el mundo
buscaba a Jesús y quería estar con El, ahora habrá muchos que no lo buscan o
que quieran quizás desterrar el nombre de Jesús, pero por ellos también tenemos
que pedir para que un día sean capaces de reconocer la luz.
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