Los
que confían y los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas
como las águilas, corren y no se fatigan, caminan y no se cansan porque el
Señor es nuestra paz
Isaías 40, 25-31; Sal 102; Mateo 11, 28-30
Es triste no tener a nadie en quien confiar.
Esa persona o ese amigo en quien confiamos es como un descanso para el alma que
se siente atormentada por los aconteceres de la vida. Tener confianza con
alguien es mucho más que tener una persona a la que le puedes contar tus
secretos; digo es mucho más porque en ese desahogo alivias la presión que estás
sintiendo interiormente que no sabes en quien o como descargar. Es sentir su
presencia amiga que está a nuestro lado que no prejuzga ni condena, que tendrá
una palabra valiente y generosa para decirnos también lo que ve mal en
nosotros, pero siempre tiene la capacidad de comprensión para no tirar piedras
sobre el caído. Es nuestro descanso.
Pero muchas veces no lo encontramos o
no sabemos encontrarlo. Porque también somos desconfiados y no queremos confiar
en nadie, queremos valernos por nosotros mismos, nos da miedo que conozcan la
realidad de nuestra vida o nosotros conocernos a nosotros mismos para aceptar
nuestra propia realidad. Nos sucede mucho en el mundo de hoy.
Estamos muy prontos para tirar la
piedra, pero también mucha gente vive agobiada por no querer aceptarse y
también por no aceptar la ayuda de los demás. Nunca se ha necesitado tanto de
los sicólogos ni han aflorado tantos desequilibrios sicológicos de la persona
que necesitan una reconstrucción. Muchos desequilibrios interiores, mucha falta
de sosiego y paz en nuestro interior que luego manifestamos en mil violencias,
mucho encerrarnos en nosotros mismos y demasiadas desconfianzas que nos llenan
más aún de tormentas interiores, muchos miedos que no terminamos de saber
superar porque tampoco nos dejamos ayudar.
Hoy nos dice Jesús: ‘Venid a mí
todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré… y encontraréis
descanso para vuestras almas…’ Jesús nuestro descanso, nuestro apoyo y nuestra
fuerza. Su camino es un camino de paz; seguirle a El es tener confianza en el
corazón; estar con El nos asegura esa armonía interior, esa paz que tengo
necesitamos en el corazón. Y es que quien lo escucha no puede menos que sentir
esa paz interior que tanta fuerza nos da. Su Palabra siempre es una palabra que
nos invita a la vida, una palabra que nos llena de esperanza, una palabra que
nos pone en camino sintiendo la seguridad de su presencia, una palabra que nos
hace experimentar en nosotros la fuerza interior que sentimos cuando nos
dejamos llenar por su Espíritu.
Caminar con los pasos de Jesús nos
aleja de agobios y de angustias porque nos da seguridad para nuestro camino y
porque nos hace buscar siempre la paz con los que están a nuestro lado, nunca nos
dejaremos vencer por los conflictos encontrando siempre una salida de paz.
Cuando dejamos que Jesús se meta en nuestro corazón nos vamos a encontrar con
nosotros mismos, pero nunca con miedos ni complejos porque sentimos y
experimentamos lo que es la dulzura de la misericordia y eso nos hará sentirnos
como un corazón nuevo y renovado.
Muchas más podríamos seguir diciendo de
lo que significa la experiencia de vivir a Jesús. Vayamos a El con confianza
porque El nunca nos defraudará. Y es que como nos decía el profeta ‘los que
confían y los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas
como las águilas, corren y no se fatigan, caminan y no se cansan’. Con
Jesús tenemos la paz.
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