Esperamos
al Mesías que viene en una historia y familia concreta de la estirpe de David,
y que llega a nosotros en este momento concreto de nuestra historia
Génesis 49, 1-2. 8-10; Sal 71; Mateo 1, 1-17
Queramos o no somos hijos de nuestra
historia. Y esto lo decimos en referencia a nuestros pueblos, como lo podemos
hacer en referencia a los individuos o las familias. Aunque hoy vivimos en un
mundo de mucha movilidad y con los medios de comunicación que hoy tenemos
podemos estar en relación con personas no solo de nuestro entorno sino del más
lejano lugar de la tierra, sin embargo la idiosincrasia de un lugar, sus
costumbres y tradiciones de alguna manera marcan nuestra vida y aunque quizá en
ocasiones no sepamos cómo o por qué afloran estilos y comportamientos que son
herencia, podemos decir, de lo que hemos recibido de nuestros mayores. Son
cosas que se trasmiten de una forma sutil pero que sin embargo marcan estilos y
maneras de ser o de pensar.
Por otra parte quién no se ha puesto a
recordar en una conversación distendida con familiares o vecinos lo que son las
raíces de cada uno, recordando que aquel es hijo de fulanito o aquel otro es de
la familia tal y sobre todo los mayores recuerdan sus abuelos o antepasados
también con multitud de anécdotas que forman parte de la historia de unas
vidas.
Por otra parte tantas veces nos gusta
indagar de donde procedía nuestra familia, el apellido que llevamos de donde
procede y de manera especial cuando en nuestros antepasados ha habido algún
tipo de movilidad por diferentes razones, ya sea emigración de un lugar a otro,
ya sea por las uniones matrimoniales que se concertaron con personas de otro
lugar, por ejemplo. Son los árboles genealógicos que nos construimos o nos
gustaría construir haciendo referencia a todos nuestros antepasados.
Esto es lo que nos ofrece hoy el
evangelista Mateo, aunque sabemos también que hace lo mismo Lucas en su
evangelio. El evangelista Mateo que nos ofrece su evangelio en un entorno más
judío, por ejemplo, entronca su genealogía en David y en Abrahán, para
señalarnos de forma muy concreta esa raíz judía de Jesús para así señalarlo
como el Mesías de Dios anunciado y prometido. Es el Hijo de David, y en la
estirpe de Judá, primero, uno de los doce hijos de Jacob a quien escuchamos hoy
en la primera lectura como depositario de la promesa, y de la familia de David
de la que iba a nacer el hijo de María, desposada con José de la estirpe de
David, a quien pusieron por nombre Jesús el llamado Cristo (Mesías) como
concluye el evangelista.
Con este texto iniciamos estos ocho días
que nos restan para la celebración del Nacimiento de Jesús y donde iremos
escuchando a partir de mañana las primeras páginas del evangelio de Lucas con
todo lo que hace referencia a los pasos previos al nacimiento de Jesús. Será
como el último impulso de este camino de Adviento en nuestra preparación para
las fiestas de Navidad.
No lo iremos escuchando como una anécdota
más o una historia cualquiera que se nos cuenta sino que así iremos en la
contemplación de esos diversos momentos adentrándonos en lo que ha de ser esa
preparación de nuestro corazón para recibir al Señor que viene, y viene ahora
en este momento concreto de nuestra propia historia como ya hemos mencionado,
para traernos la salvación.
Como a Jesús le vemos nacer en un
pueblo concreto que tiene su propia historia y en una familia concreta con sus
concretas circunstancias, hemos de darnos cuenta de cómo el Señor llega a
nosotros, con nuestra historia, con nuestra vida, y con las circunstancias
concretas de lo que vivimos hoy en nuestro mundo.
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