Seamos
capaces de sentirnos unos instrumentos en los planes de Dios porque también
nosotros ocupamos un lugar en la historia de la salvación de nuestro mundo
Jeremías 23, 5-8; Sal 71; Mateo 1, 18-24
Alguna vez en la vida nos habremos
encontrado en una situación embarazosa en que teníamos que tomar una decisión
importante, que era casi un dilema, decisión en la que podían verse afectadas
otras personas, y nos encontramos sin saber qué hacer. Son momentos duros, de
zozobra, de inquietud, de no poder dormir quizás, porque no queremos hacer
daño, queremos tomar la decisión más correcta, quizás lo que decidamos no sea
del agrado de todos y podamos llevarnos algunas críticas. Lo sopesamos
detenidamente y como creyentes queremos invocar a Dios en esos momentos para
sentir su luz sobre nuestra vida que además nos dé fuerzas para afrontar las
consecuencias de nuestras decisiones. Se nos pueden dar en diferentes y múltiples
situaciones y momentos.
Algo así se encontraba José cuando se
enteró, porque las señales eran ya evidentes, porque quizás habían comenzado a
circular los comentarios, de que la mujer con quien estaba desposado, aun sin
vivir juntos según las costumbres y ritos de la época, estaba esperando un
hijo. ¿Qué hacer? No quería hacer daño, su reputación también podía quedar mal
parada, la situación de María era también bien difícil. ¿A quien acudir? ¿Qué
decisión tomar?
Me viene a la mente una situación que
se ha repetido y se repetirá muchas veces a lo largo de la historia de tantas
familias y que sigue siendo hoy muy actual. Un embarazo no deseado y comienzan
las cavilaciones para que decisión tomar. El tema de la despenalización del
aborto ha llevado a muchos a pensar que por una parte es una solución fácil
para evitar complicaciones pero también hay quien lo mira hasta como un
derecho. No es un derecho, porque nadie tiene derecho a tomar decisiones sobre
una vida, aunque las leyes permisivas de nuestra sociedad moderna lo haya
llevado a una despenalización. En las angustias de José, que hoy contemplamos
en el evangelio, me ha venido a la mente esta situación en que hoy muchos se
pueden encontrar, aunque ahora no entremos demasiado a fondo en el tema, pero
que da mucho que pensar.
Como decíamos antes con la situación de
José que, como nos dice el evangelista, era bueno y justo y no quería hacer
daño a nadie, ¿A quien acudir? ¿Con quien contar? José era un hombre justo y
profundamente creyente, porque eso supo escuchar a Dios en su corazón aunque le
hablara en sueños. Dios se nos manifiesta de muchas maneras y de muchas maneras
nos hace ver cuál es su voluntad, aunque luego las decisiones sobre nuestra
vida o que afectan a nuestra vida las deja en nuestras manos.
Dios respeta la voluntad del hombre. El
creyente sabe buscar lo que es la voluntad de Dios y trata de conformar su vida
a los planes de Dios. No siempre es fácil, no siempre vemos las cosas con
claridad, pero tenemos que sabernos dirigir por la fuerza del Espíritu de Dios
y es lo que hizo José. El evangelio nos habla
de unos sueños y de un ángel que se le manifiesta en esos sueños. Allá en lo
más profundo de si mismo ha sabido descubrir José lo que eran los planes de
Dios para su vida y él también dijo Sí, como un día lo hiciera María. Si Maria
dijo aquí está la esclava del Señor, José fue capaz, frente a todo lo que
podría parecer en contra y no ser una decisión fácil, de sentirse un
instrumento en las manos de Dios para los planes de la salvación y se llevó a
María, su mujer, a su casa.
Que seamos capaces de sentirnos unos
instrumentos en los planes de Dios porque también nosotros ocupamos un lugar en
la historia de la salvación de nuestro mundo.
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