El evangelio del amor y la misericordia de Dios no nos lo
podemos guardar para nosotros sino que hemos de ser verdaderos evangelistas de
ese mensaje para el mundo de hoy
2Timoteo 4,9-17a; Sal 144; Lucas 10,1-9
‘Designó
el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos
los pueblos y lugares adonde pensaba ir él’. ¿Qué misión les confiaba
Jesús? Anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios que llegaba, anunciar el
nombre de Jesús.
Algo que
no podemos olvidar. Entonces, de entre todos aquellos que le escuchan y le
comienzan a seguir Jesús escoge a setenta y dos que envía con su misma misión.
Más tarde, después de la resurrección, Jesús enviará a los apóstoles (los
enviados) por todo el mundo a hacer anuncio de la buena noticia, a hacer
anuncio de la salvación que Jesús ofrece a todos los hombres. ‘Seréis mis
testigos’, les dice, pero no solo en Jerusalén y Judea, sino hasta los
confines de la tierra. Y es que todo los hombres han de conocer ese anuncio,
todos los hombres han de recibir esa buena nueva, ese evangelio de Jesús
nuestro salvador.
He querido
comenzar recogiendo estos dos momentos en que se enmarca el evangelio de san
Lucas, a quien hoy estamos celebrando, porque es crucial que recibamos ese
anuncio y esa misión. El mismo Lucas al comienzo de su relato nos dirá que ha
querido escribir por orden todos aquellos acontecimientos en torno a Jesús y su
salvación para que a todos pueda llegar ese mensaje. Ha recogido el relato de
aquellos que fueron testigos de la vida de Jesús, ha recopilado información de
lo que ya algunos habían intentado hacer pues bien sabemos que bebió de otras
fuentes, de otro primer evangelio escrito del que también bebió en sus fuentes
Marcos para escribir su evangelio, los exegetas lo llaman Evangelio Q.
Pero no
nos metamos ahora por esos vericuetos de la exégesis, sino que tengamos claro
que como Lucas nosotros también bebiendo de las fuentes del Evangelio lo hemos
de hacer vida en nosotros pero para ser testigos en el mundo de hoy que
necesita escuchar el nombre de Jesús, escuchar esa buena nueva de salvación que
también es para el hombre de hoy.
Tenemos
que ser muy conscientes de esa misión que nosotros también hemos recibido.
Porque quienes hemos recibido el regalo de la gracia, el regalo de poder
conocer a Jesús y querer convertir el Evangelio en vida de nuestra vida, no nos
podemos guardar ese regalo para nosotros sino que necesariamente nosotros
también tenemos que convertirnos en testigos. Testigos del amor y de la
misericordia de Dios que hemos experimentado en nuestra vida y a todos también
hemos de decir qué grande es la misericordia y al amor del Señor. Recordemos
que es un mensaje fundamental del evangelio de san Lucas. Ahí encontramos las
más hermosas páginas, las más hermosas parábolas que nos hablan del amor y de
la misericordia del Señor. Está muy patente en este evangelio esa buena noticia
que es Jesús para los pobres y para los que sufren desde lo más hondo de su corazón.
El mundo
necesita de ese anuncio. Aunque parezca que el sentido del pecado esté
desapareciendo de las gentes de hoy sin embargo en el fondo de las conciencias
de los hombres y mujeres de nuestro tiempo ahí está latente ese darse cuenta de
los errores que se comenten en la vida y de cómo muchas veces por ese mal que
aparece en nuestras vida hacemos mucho daño a los demás. Y aunque se trate de
disimular de falaces alegrías que quieran señalar una efímera felicidad en el
fondo del corazón perdura la amargura y la angustia. En ese mundo en el que
queremos hacer desaparecer cualquier elemento religioso que pueda responder a
las inquietudes de nuestra vida, sin embargo acudimos más que nunca a sanadores
del cuerpo y del espíritu en la psicología o la psiquiatría. Angustia en el
corazón cuando no sabemos encontrar caminos que nos lleven a la verdadera paz
que nos obtenga el perdón por lo malo que hayamos hecho.
No digo
que no acudamos a estos hombres y mujeres de ciencia que puedan ayudarnos a
abrir nuestros corazones a un equilibrio interior. Pero sigo diciendo que
necesitamos el mensaje de Jesús y de su evangelio que nos habla de la
misericordia y del amor que sí nos llena el corazón de paz cuando nos sentimos
perdonados por el amor de Dios que nos hace abrirnos a mundo en el que hemos de
saber poner paz porque sepamos encontrar los medios de reconciliación entre
todos. Es lo que Jesús nos ofrece y que tantas veces rechazamos, de lo que el
mundo no quiere oír, pero que necesita reencontrarse de nuevo con el verdadero
mensaje del Evangelio.
Esta
fiesta que hoy celebramos de san Lucas evangelista pienso que puede ser una
buena interpelación para nosotros. Lo que Lucas conoció de Jesús no se lo
guardo para él, sino que se convirtió en evangelista. ¿Nos podemos guardar para
nosotros el mensaje del Evangelio sin anunciárselo a nuestro mundo que tanto lo
necesita? Hemos de ser evangelista también con nuestro testimonio, con nuestra
palabra, con todo el compromiso de nuestra vida.
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