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miércoles, 16 de octubre de 2019

Busquemos siempre caminos de encuentro, aprendamos a caminar juntos que es lo que hace hermosa la vida alejando vanidades y orgullos


Busquemos siempre caminos de encuentro, aprendamos a caminar juntos que es lo que hace hermosa la vida alejando vanidades y orgullos

Romanos 2,1-11; Sal 61; Lucas 11,42-46
¿A quién le amarga un dulce? Solemos decir con frecuencia cuando recibimos un halago, cuando alguien tiene una deferencia para con nosotros, cuando tenemos la oportunidad de un reconocimiento por algo que hemos hecho. Quizá decimos que eso nos ruboriza, tratamos de disimular o querer pasar desapercibidos, por educación quizá rehusamos esas alabanzas diciendo que no las merecemos, pero no sé realmente qué es lo que nos pasa en nuestro interior que nos sentimos gratificados, nos sale un humito de orgullo y satisfacción que no somos capaces de disimular del todo.
Son cosas que nos pasan por nuestro pensamiento, unos primeros impulsos quizá ante lo que nos dicen que seriamente no quisiéramos tener, pero ahí están. Pero una cosa es que de una forma subliminal tengamos esas reacciones, y otra cosa es que eso lo estemos buscando, que hagamos las cosas para que los demás se den cuenta de lo bueno que somos para que nos canten las alabanzas, o acaso lleguemos a tener posibilidades de influencias sobre los demás. Es una tentación que nos aparece y hay quien no lo disimula sino que quizá está buscando esos reconocimientos, esos primeros puestos y queremos ir luciéndonos de lo que hacemos delante de todo el mundo. Orgullos y vanidades de las que no siempre estamos tan lejos.
Si escuchamos el evangelio de Jesús y queremos seriamente convertirlo en plan de vida para nosotros, en criterio de nuestro actuar y nuestro vivir, esa manera de actuar no tiene que ser nuestro sentido de vida. Bien nos lo repite Jesús a lo largo del evangelio, que alejemos de nosotros esas vanidades, que nuestro interés sea el servicio y con ese espíritu humilde vayamos siempre caminando con los demás. Es el sentido nuevo de vida que Jesús quiere para nosotros, aunque como les sucedía a sus discípulos entonces tanto nos cuesta entender y llevar a la vida.
En el evangelio de hoy vemos cómo Jesús recrimina a quienes han convertido la vanidad en criterio de su vida. Habla fuerte Jesús contra aquellos que buscan solo la apariencia y el figurar y sus vidas están lejos del servicio y la búsqueda del bien. Habla contra los fariseos que buscan puestos de honor en las sinagogas y por donde quiera que vayan y habla también contra los maestros de la ley que la tergiversan e imponen cargas que ellos no son capaces de llevar.
La autenticidad de la vida que ha de pasar por caminos de humildad y de sencillez para no dejarnos arrastrar por vanidades ni orgullos. Aunque pensemos algunas veces que eso nos hace más grandes, nos destruye por dentro porque de ahí van a surgir muchos malos deseos que nos pueden llevar a hacer mal a los que están a nuestro lado, destruye la convivencia, la relación con los demás, nos aleja de las personas. Hemos de buscar siempre caminos de encuentro, de dialogo, de caminar juntos que es lo que hace hermosa la vida.


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