Un camino nuevo de sabiduría que pasa por la humildad y el
servicio que rompe los mitos de las grandezas del mundo
Eclesiástico 3, 19-21. 30-31; Sal 67;
Hebreos 12, 18-19. 22-24ª; Lucas 14, 1. 7-14
‘En tus
asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso.
Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de
Dios; porque es grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos
a los humildes’.
Merece la
pena comenzar nuestra reflexión volviendo a escuchar las sabias palabras del
sabio – valga la redundancia – del Antiguo Testamento. Gravadas tendrían que
estar en nuestra frente y en nuestra memoria para que fueran sentido de nuestro
actuar y de nuestro vivir. Es un camino de sabiduría, es un camino de buen
vivir.
La
humildad bien valorada por quien sabe comprender lo que es la verdadera
grandeza del hombre aunque se convierte en un contra testimonio ante un estilo
de vivir y de hacer las cosas que predomina entre los que se creen poderosos en
medio del mundo. Les parece a muchos que si no van de prepotentes por la vida
avasallando a quien se encuentre por delante no pueden alcanzar el camino de
triunfo al que aspiran. La vanidad nos hace engreídos y nos quiere hacer ir con
un escalón por encima de los demás para expresar ese dominio y esas grandezas
que al final se quedan en fuegos fatuos.
Son los
que miran siempre por encima del hombro porque quieren estar por encima del
hombre, de la persona; son a los que nada importan las personas que están en su
entorno si no les sirven para lograr mayores cuotas de poder que muchos
entienden como una forma de enriquecerse no importándole los caminos por los
que lleguen a sus avarientos bolsillos; son los que, aunque aparece siempre con
una sonrisa en los labios para conquistar a quien sea, sin embargo no saben ser
felices de verdad ni disfrutar de lo que han conseguido; son a los que no le
importa el manipular todo lo que caiga en sus manos para sus propias ganancias
y beneficios que alimenten el orgullo de sus corazones avariciosos y siempre
ambiciosos de más.
No son
estos pensamientos o reflexiones que nos inventemos para resaltar lo que es la
malicia del corazón del hombre cuando nos dejamos influenciar por estas
actitudes o maneras de pensar y de actuar, sino que fácilmente, sin querer entrar
en juicios condenatorios, al ir recorriendo cada una de las cosas que hemos
dicho nos salen nombres y rostros de tantos y tantos del entorno social,
cultural y político de la sociedad de nuestra época.
¿No nos
hablan hoy los medios continuamente de corrupción y de tantos que por ello son
llevados ante los tribunales de justicia? ¿Por qué se ha llegado a ese estado
de corrupción? Como hemos reflexionado en más de una ocasión andar por caminos
de ese estilo es caminar por pendientes peligrosas y resbaladizas que nos
arrastran a esos abismos.
Hoy Jesús
se encuentra en medio de una situación embarazosa de este sentido. Un fariseo
principal lo había invitado a comer y al llegar con los otros invitados y a la
hora de sentarse a la mesa allá andaban dándose de codazos por querer ocupar
los puestos principales en la mesa del banquete. Por otra parte conociendo ya
lo que enseñaba Jesús a sus discípulos andaban espiándole para ver qué es lo
que hacía o la actitud que tomaba.
Allí se
estaban manifestando aquellos deseos de poder, de influencia, de grandeza de
los que veníamos hablando. Estar entre la gente principal pareciera que nos da
lustre y allá vamos orgullosos por la vida diciendo con quien nos codeamos,
quienes son esos amigos importantes que tenemos, cómo nosotros también somos
importantes y podemos conseguir lo que queramos que para esos tenemos nuestras
influencias o nuestros padrinos.
Jesús es
sincero como ellos mismos le reconocerán en otro lugar y no obra ni deja de
hablar y decir lo que tenga que decir por lo que los otros puedan pensar de él.
Les habla claramente en lo que incluso podrían ser unas elementales normas de
cortesía y de urbanidad. No andes buscando puestos principales que pudiera ser
que el que te haya invitado te diga que ese no es tu sitio y te vas a ver en un
bochorno peor. Ocupa los últimos sitios que si el que te invitó lo juzga
conveniente ya te llevará a otro lugar más principal. Y viene la sentencia que
se repite varias veces en el evangelio. ‘Porque todo el que se enaltece será
humillado; y el que se humilla será enaltecido’.
Pero
quiere decirnos Jesús algo más. Ya les dirá directamente a sus discípulos
cuando anden preocupados y peleándose por los primeros puestos que entre ellos
no puede ser como entre los poderosos de este mundo, sino que el que quiere ser
primero que se haga el último, el que quiera ser principal que se haga el
servidor de todos.
Pero ahora
nos habla del estilo que hemos de tener en nuestras relaciones. ¿Buscamos tener
a los poderosos o los influyentes a nuestro lado? ¿Es a esos importantes, a los
que son los amigos de siempre, o a los que nos invitan también a los que vamos
a invitar a nuestras comidas? Las palabras de Jesús son bien claras, invita al
que no te puede pagar, al que no puede corresponderte invitándote a su vez
porque es pobre y nada tiene. ‘Cuando des un banquete, invita a pobres,
lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán
cuando resuciten los justos’.
Son bien
distintos los parámetros que usamos en nuestra vida de cada día. Es bien
distinto el estilo del mundo. Es bien distinto a lo que nosotros solemos hacer,
que parece que está todavía bien lejos del estilo del evangelio. ¿Nos hará
pensar todo esto? ¿Serán necesarias unas nuevas actitudes, una nueva manera de
actuar? Miremos con sinceridad allá
dentro de nosotros lo que tendríamos que hacer.
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