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domingo, 1 de septiembre de 2019

Un camino nuevo de sabiduría que pasa por la humildad y el servicio que rompe los mitos de las grandezas del mundo


Un camino nuevo de sabiduría que pasa por la humildad y el servicio que rompe los mitos de las grandezas del mundo

Eclesiástico 3, 19-21. 30-31; Sal 67; Hebreos 12, 18-19. 22-24ª;  Lucas 14, 1. 7-14
‘En tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios; porque es grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes’.
Merece la pena comenzar nuestra reflexión volviendo a escuchar las sabias palabras del sabio – valga la redundancia – del Antiguo Testamento. Gravadas tendrían que estar en nuestra frente y en nuestra memoria para que fueran sentido de nuestro actuar y de nuestro vivir. Es un camino de sabiduría, es un camino de buen vivir.
La humildad bien valorada por quien sabe comprender lo que es la verdadera grandeza del hombre aunque se convierte en un contra testimonio ante un estilo de vivir y de hacer las cosas que predomina entre los que se creen poderosos en medio del mundo. Les parece a muchos que si no van de prepotentes por la vida avasallando a quien se encuentre por delante no pueden alcanzar el camino de triunfo al que aspiran. La vanidad nos hace engreídos y nos quiere hacer ir con un escalón por encima de los demás para expresar ese dominio y esas grandezas que al final se quedan en fuegos fatuos.
Son los que miran siempre por encima del hombro porque quieren estar por encima del hombre, de la persona; son a los que nada importan las personas que están en su entorno si no les sirven para lograr mayores cuotas de poder que muchos entienden como una forma de enriquecerse no importándole los caminos por los que lleguen a sus avarientos bolsillos; son los que, aunque aparece siempre con una sonrisa en los labios para conquistar a quien sea, sin embargo no saben ser felices de verdad ni disfrutar de lo que han conseguido; son a los que no le importa el manipular todo lo que caiga en sus manos para sus propias ganancias y beneficios que alimenten el orgullo de sus corazones avariciosos y siempre ambiciosos de más.
No son estos pensamientos o reflexiones que nos inventemos para resaltar lo que es la malicia del corazón del hombre cuando nos dejamos influenciar por estas actitudes o maneras de pensar y de actuar, sino que fácilmente, sin querer entrar en juicios condenatorios, al ir recorriendo cada una de las cosas que hemos dicho nos salen nombres y rostros de tantos y tantos del entorno social, cultural y político de la sociedad de nuestra época.
¿No nos hablan hoy los medios continuamente de corrupción y de tantos que por ello son llevados ante los tribunales de justicia? ¿Por qué se ha llegado a ese estado de corrupción? Como hemos reflexionado en más de una ocasión andar por caminos de ese estilo es caminar por pendientes peligrosas y resbaladizas que nos arrastran a esos abismos.
Hoy Jesús se encuentra en medio de una situación embarazosa de este sentido. Un fariseo principal lo había invitado a comer y al llegar con los otros invitados y a la hora de sentarse a la mesa allá andaban dándose de codazos por querer ocupar los puestos principales en la mesa del banquete. Por otra parte conociendo ya lo que enseñaba Jesús a sus discípulos andaban espiándole para ver qué es lo que hacía o la actitud que tomaba.
Allí se estaban manifestando aquellos deseos de poder, de influencia, de grandeza de los que veníamos hablando. Estar entre la gente principal pareciera que nos da lustre y allá vamos orgullosos por la vida diciendo con quien nos codeamos, quienes son esos amigos importantes que tenemos, cómo nosotros también somos importantes y podemos conseguir lo que queramos que para esos tenemos nuestras influencias o nuestros padrinos.
Jesús es sincero como ellos mismos le reconocerán en otro lugar y no obra ni deja de hablar y decir lo que tenga que decir por lo que los otros puedan pensar de él. Les habla claramente en lo que incluso podrían ser unas elementales normas de cortesía y de urbanidad. No andes buscando puestos principales que pudiera ser que el que te haya invitado te diga que ese no es tu sitio y te vas a ver en un bochorno peor. Ocupa los últimos sitios que si el que te invitó lo juzga conveniente ya te llevará a otro lugar más principal. Y viene la sentencia que se repite varias veces en el evangelio. ‘Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido’.
Pero quiere decirnos Jesús algo más. Ya les dirá directamente a sus discípulos cuando anden preocupados y peleándose por los primeros puestos que entre ellos no puede ser como entre los poderosos de este mundo, sino que el que quiere ser primero que se haga el último, el que quiera ser principal que se haga el servidor de todos.
Pero ahora nos habla del estilo que hemos de tener en nuestras relaciones. ¿Buscamos tener a los poderosos o los influyentes a nuestro lado? ¿Es a esos importantes, a los que son los amigos de siempre, o a los que nos invitan también a los que vamos a invitar a nuestras comidas? Las palabras de Jesús son bien claras, invita al que no te puede pagar, al que no puede corresponderte invitándote a su vez porque es pobre y nada tiene. ‘Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos’.
Son bien distintos los parámetros que usamos en nuestra vida de cada día. Es bien distinto el estilo del mundo. Es bien distinto a lo que nosotros solemos hacer, que parece que está todavía bien lejos del estilo del evangelio. ¿Nos hará pensar todo esto? ¿Serán necesarias unas nuevas actitudes, una nueva manera de actuar?  Miremos con sinceridad allá dentro de nosotros lo que tendríamos que hacer.

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