Como
Jesús aunque haya momentos de contradicción en la vida tenemos que asumir su
Pascua que se hace realidad palpable en nuestra vida de cada día
Génesis 9,1-13; Sal 101; Marcos
8,27-33
¿Qué pensará la gente de mí? Quizá sea
una pregunta que consciente o inconscientemente alguna vez nos hacemos. Claro
que queremos tener buena imagen, en el fondo no nos gustan las críticas aunque
digamos que aceptamos lo que sea y que poco nos importa lo que los otros
piensen o digan. Claro que uno en su madurez solo ha de preocuparse de actuar
con rectitud en todo momento, porque hagamos lo que hagamos siempre habrá
alguien que ponga sus ‘peros’, les guste o no lo que nosotros hacemos. La
fidelidad a nosotros mismos a lo que somos, a lo que consideramos que es
nuestra misión en la vida tendría que ser lo primero que nos importase,
tratando por supuesto de superarnos más y más porque somos falibles y en muchas
cosas podemos errar.
Claro que Jesús cuando hoy les hace a
sus discípulos las preguntas que escuchamos en el evangelio sobre lo que piensa
la gente de Él o los propios discípulos más cercanos, no lo hace desde esos
presupuestos desde los que nos hacemos esas preguntas sobre nosotros mismos.
Jesús era fiel a su misión, pero precisamente esas preguntas van para que los propios
discípulos tengan bien claro cual es su misión, que como vemos de alguna manera
no terminan de entender.
Se manifiesta, sí, lo que la gente va
sintiendo con la presencia de Jesús a quien ven como un gran profeta, pero
serán los discípulos interrogados más directamente quienes por boca de Pedro
comenzarán a hacer una confesión de fe más profunda. Pero no quiere Jesús que
en la mente de los discípulos entre la confusión con aquellas ideas que se
tenían entonces sobre lo que era la misión del Mesías. Una imagen que incluso
podría se manipulada porque aquellos que luchaban por liberarse de la opresión
de Roma; una imagen política de Jesús Mesías, como nos sucede también muchas
veces hoy en el ámbito de la sociedad sobre la idea que tienen de la iglesia y de
la religión.
Para muchos hoy la Iglesia hoy es como
una organización más en nuestro mundo, a la que catalogan según los
presupuestos políticos en torno a los que gira la sociedad, y la ven más
conservadora o más progresista, al Papa y a los Obispos los comparan con los
líderes políticos de un signo o de otro, desacralizando hasta el extremo lo que
es la misión de la Iglesia y de los pastores de la Iglesia.
Claro que hemos de tener cuidado de que
no demos esa imagen en la Iglesia o en nuestros pastores, cuando se inclinan
por una opción o por otra entrando quizás en juegos políticos. Tendríamos que
tener todos muy claro cual es la misión de la Iglesia y que no podemos entrar
en esos juegos, en que desgraciadamente a través de la historia hemos visto
como se ha entrado y no estamos muy lejos de que hoy esté sucediendo lo mismo.
Es lo que sucedía con Jesús y con su misión
mesiánica entonces. Por eso Jesús les hablará claramente del sentido de su
entrega que le llevará a la pasión y a la cruz. Algo que no entenderán los discípulos,
les costará mucho entenderlo. Ya vemos como Pedro tratará de quitar esas ideas
de la cabeza de Jesús, aunque Jesús vemos como lo rechaza diciéndole que es una
tentación para él. Como habían sido las tentaciones del monte de la cuarentena.
‘Adorarás al Señor, tu Dios y a El solo servirás’, que diría entonces
Jesús.
‘El
Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los
ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres
días. Se lo explicaba con toda claridad’.
Nos
recuerda así cual es el camino de nuestra fe, el camino de nuestra vida
cristiana que tiene que pasar siempre por la Pascua. Desde nuestro bautismo
estamos configurados con Cristo en su muerte y en su resurrección. En el cada día
de nuestra vida tendremos que vivir esa pascua, que significará también para
nosotros momentos difíciles, momentos de contradicción, momentos de pasión y
hasta persecución. Pero nuestra fidelidad a Jesús tiene que estar por encima de
todo. El es nuestro evangelio, nuestra buena nueva de salvación y de vida. En
El tenemos asegurado siempre el triunfo de la resurrección. Así será la
fidelidad con que vivamos nuestra vida y nuestra fe.
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