Vistas de página en total

domingo, 21 de enero de 2018

Lo necesitamos y el mundo que nos rodea en las circunstancias concretas en que vivimos también lo necesita, escuchar la Buena Noticia de Jesús

Lo necesitamos y el mundo que nos rodea en las circunstancias concretas en que vivimos también lo necesita, escuchar la Buena Noticia de Jesús

Jonás 3, 1-5. 10; Sal 24; Corintios 7, 29-31; Marcos 1, 14-20

‘Tengo una noticia para ti’, viene alguien a decirnos; y nos ponemos en prevención porque enseguida pensamos que algo malo ha pasado. Parece como si lo único que recibiéramos son malas noticias. Pero si el que viene con la buena nueva nos dice que no nos preocupemos que no sea nada malo, que es una buena noticia, parece que hasta la cara nos cambia. Si antes nos interesábamos porque podía ser algo malo que nos afectara a nosotros o a quienes queremos, ahora parece que el deseo se hace más grande, porque no estamos acostumbrados a buenas noticias. Ojalá lo que trasmitamos sean siempre buenas noticias, algo que alegre nuestros corazones, algo que nos haga mirar la vida, el mundo, las cosas con otro color porque son demasiados tintes ensombresedores los que nos envuelven.
Por eso la aparición de aquel nuevo profeta de Galilea despertó inquietudes y esperanzas, era algo nuevo lo que se escuchaba y la forma de presentarse también era distinta y por los signos que le comenzar a ver realizar pensaban que quizá mereciera escucharle.
Es una Buena Noticia lo que Jesús anuncia. Ya aquel profeta aparecido allá en el Jordán había hablado de que llegaba el tiempo de la plenitud – era ya inminente la llegada del Mesías -, pero para algunos quizá los tintes parecían un tanto sombríos por la austeridad de vida con que se presentaba aunque él anunciaba que llegaba quien traería una buena nueva. Pero ahora cuando arrestaron a Juan y parecía que su voz se acallaba aparecía Jesús anunciando que llegaba ya ese tiempo de plenitud, el Reino de Dios, y había que convertirse y creer en la Buena Nueva que se anunciaba.
Es el primer anuncio que hace Jesús. Una invitación a la conversión que no era simplemente una invitación a la penitencia porque él ni siquiera bautizaba a nadie como lo había hecho Juan en el Jordán. Aquella invitación a la conversión significaba mucho más, porque era una invitación a un cambio, a un darle la vuelta a la vida, a tener una nueva mentalidad.
Sus discípulos no ayunarían como los de Juan o como hacían también los de los fariseos, pero a sus discípulos Jesús les enseñaba una nuevas actitudes, una nueva manera de vivir, una autenticidad de vida alejada de vanidades y de orgullos, una sinceridad nacida desde lo más hondo del corazón.
Eso es realmente la conversión, no simplemente hacer penitencia por lo mal que se haya hecho, sino comenzar a vivir de una forma nueva; el que venia traería el perdón para quien hubiera caminado por derroteros del pecado y en las oscuridades que conducían a la muerte – así lo manifestaba con sus signos -, y lo que Jesús quería era que nada atara el corazón del hombre para esclavizarlo sino que era un nuevo sentido de vivir desde el amor en la autentica libertad que hace sentir la verdadera paz en el corazón.
La conversión no era un cambio a algo nuevo y desconocido sino que implicaba creer en esa Buena Noticia que se anunciaba. Y lo que se anunciaba era la llegada del Reino de Dios. No era un reino de esclavitud y de mentira sino de libertad y de verdad. Por eso los signos que Jesús comenzaba a realizar manifestaban esa nueva libertad que tendría que haber en el corazón del hombre.
El profeta había anunciado, como nos diría san Lucas en su evangelio, que llegaba el venia inundado del Espíritu de Dios para traer a los oprimidos la libertad, para anunciar una buena noticia a los pobres porque, como diría María en su cántico, los poderosos serian derribados de sus tronos mientras serian enaltecidos los humildes y los pobres, los hambrientos se verían llenos de bienes mientras los que querían acabaran riquezas en su corazón se encontrarían vacíos y sin sentido de nada.
Esas palabras eran de verdad buena noticia para quienes se sentían oprimidos, para quienes carecían de libertad, para quienes veían sus vidas envueltas en el sufrimiento. Dios visitaba a su pueblo y les traía la paz, iluminaría los corazones de quienes se sentían en tinieblas y algo nuevo comenzaba a sentirse en lo hondo del corazón de manera que los pobres y los que nada tenían comenzaban a sentirse dichosos porque para ellos era el Reino de Dios.
‘Venid conmigo…’ les dice primero a Simón y a Andrés, más adelante también a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, que lo dejarán todo, redes barcas, familias… para seguir a Jesús. Irse con Jesús ante aquella invitación que les hacia no era simplemente que creyeran y se quedaran haciendo las mismas cosas. En ellos habría un cambio total que ahora lo dejan todo lo material, podríamos decir, pero luego poco a poco se irán desprendiendo de mucho más en lo hondo de su corazón.
Ya sabemos cuanto les costó ese cambio y transformación porque en su interior seguían estando sus ambiciones, en su interior quedaba el resquemor de aquellas cosas que les costaba perdonar, en su interior seguía manteniéndose su amor propio y sus pasiones y violencias que les costaba controlar. Ahora fue un primer paso al dejar las redes y las barcas, más tarde sería la conversión total de su corazón para llegar a entender que el servicio y el amor desde la humildad seria la mayor grandeza que podrían alcanzar.
Nos queda una última palabra que decir. Contemplamos la llegada de esa Buena Nueva a los contemporáneos en la historia de Jesús. ¿Pero escucharemos nosotros hoy, en pleno siglo XXI, que se nos sigue anunciando una Buena Noticia que ha de repercutir también en nuestras vidas? Sería triste que no escucháramos nosotros hoy el evangelio como esa Buena Noticia, ni siquiera como noticia, porque nos pudiera parecer cosa pasada, cosa ya que no nos dice nada en estos tiempos.
¿No tendremos necesidad de escuchar esa Buena Noticia? Sí, lo necesitamos y el mundo en el que vivimos también lo necesita. Tratemos de repasar este evangelio y esta reflexión que nos hemos venido haciendo pero queriendo reflejarlo en nuestra vida, en nuestras oscuridades y nuestras dudas, en las esclavitudes con que nos vamos atando en tantas cosas y en tantas situaciones, en nuestros sufrimientos y el sufrimiento que vemos en tantos a nuestro alrededor…
Tratemos de descubrir esa Buena Noticia de Jesús hoy para mí y para el mundo que me rodea y en el que vivimos. Hagamos vivo el evangelio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario