Vistas de página en total

jueves, 25 de enero de 2018

Ayudemos a los demás en su camino de Damasco – cada uno tiene su propio camino de Damasco – a un encuentro vivo con el Señor, como también nosotros dejémonos ayudar

Ayudemos a los demás en su camino de Damasco – cada uno tiene su propio camino de Damasco – a un encuentro vivo con el Señor, como también nosotros dejémonos ayudar

Conversión de san Pablo

Hechos de los Apóstoles 22,3-16; Sal. 116; Marcos 16,15-18

Nos cuesta aceptar que la gente pueda cambiar. Algunas veces nos parece que está justificada esa desconfianza, porque hemos visto a las personas tan encerradas en si mismos y en sus ideas, con un cierto fanatismo en sus actuaciones, que nos parece imposible que esas personas puedan cambiar de pensamiento, de actitudes y de lo que hacen en su vida.
En un buen pensamiento por nuestra parte podríamos quizá pensar que actúan ajustándose a su manera de ver las cosas y son fieles a si mismos y por eso actúan así, pero eso no nos quita la desconfianza que podamos sentir cuando les vemos que han cambiado y que ahora actúan de otra manera. Pienso que si van con verdadera sinceridad por la vida podríamos deducir que no han visto otra cosa, o que las influencias que han recibido o la misma educación les haya podido llevar a esas posturas porque no han descubierto otra luz.
Por eso, digo, que si con sinceridad van por la vida y con una cierta postura abierta para descubrir algo nuevo, en un momento pueden sentirse iluminados para darle una vuelta a su vida. Quizá nosotros también tengamos que saber ir con disponibilidad y una apertura de corazón para no encerrarnos quizá en los prejuicios que tengamos hacia los demás.
Hoy estamos celebrando a alguien que supo darle la vuelta a su vida y cambió. También había desconfianza en torno a él. La fama de lo que hacia en Jerusalén persiguiendo a los que confesaban el nombre de Jesús llegaba también a otros sitios; si ahora iba a Damasco era precisamente desde esas ideas con intención de apresar a todos lo que creían y confesaban el nombre de Jesús para llevarlos presos a Jerusalén. No nos ha de extrañar entonces la respuesta llena de desconfianza de Ananías a la visión que estaba recibiendo del Señor; él sabía a lo que venia Saulo a Damasco.
Pero Saulo no se había encontrado nunca con Jesús. Educado en el fanatismo de los fariseos, como el mismo mas tarde confesaría, quería borrar el nombre de Jesús de Jerusalén y de allí donde fuera confesado. Ya joven aun había estado siendo testigo de la muerte de Esteban guardando los mantos de los que apedreaban al que iba a ser el primer mártir por Jesús.
Pero el camino de Damasco había sido muy grande para él. Había sido el lugar y el momento del encuentro. Jesús le salía al paso. Con la luz de Jesús resucitado se habían cegado incluso sus ojos corporales, pero esa misma luz le iba a abrir los ojos del corazón. Había sido elegido como instrumento de salvación, se le diría a Ananías en la visión que había recibido del Señor. Y Saulo ciego de sus ojos corporales se había dejado conducir hasta Damasco donde terminaría de encontrar la luz.
Hoy estamos celebrando su conversión. No vamos ahora a extender en todo lo que fue el actuar de Saulo, luego cambiado el nombre a Pablo, porque bien lo conocemos. Pero sí podemos deducir muchas cosas para nosotros, mucho mensaje para nuestra vida.
¿Necesitaremos dejarnos encontrarnos, con un encuentro vivo, por Jesús? aunque sepamos muchas cosas, aunque tratemos de ser buenos y hasta vivir ciertos compromisos en nuestra vida desde la fe que tenemos, quizá pudiera faltarnos un encuentro mas profundo, más vivo, en que en verdad nos sintamos transformados por su luz. Todavía quedan tantas cosas ciegas en nuestra vida, tantas oscuridades que necesitamos iluminar.
Pero también al hilo de lo que fue el comienzo de nuestra reflexión tendríamos que aprender a mirar con ojos nuevos, con mirada limpia y nueva a los demás para ir desterrando de nosotros tantas desconfianzas. Aprendamos a confiar en la sinceridad de las personas; aprendamos a confiar en que las personas pueden cambiar, darle una vuelta a su vida, como nosotros también podemos y tenemos que cambiar quizás en muchas cosas.
Ayudemos a los demás en ese camino de Damasco de sus vidas – cada uno tiene su propio camino de Damasco – a ese encuentro vivo con el Señor, como también nosotros dejémonos ayudar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario