Vistas de página en total

miércoles, 3 de enero de 2018

Es necesario hoy que manifestemos con nuestra vida, con nuestras actitudes y comportamientos, con nuestro compromiso, la autenticidad de nuestra fe

Es necesario hoy que manifestemos con nuestra vida, con nuestras actitudes y comportamientos, con nuestro compromiso, la autenticidad de nuestra fe

1Juan 2,29; 3,1-6; Sal 97; Juan 1,29-34

Lo que yo vi, nadie me lo puede negar, afirmamos con rotundidad cuando alguien quizás pueda poner en duda lo que decimos y de lo que hemos sido testigos. Es la fiabilidad de la veracidad. Y el que ha sido testigo de algo importante además es que no lo puede callar, siente la necesidad y la obligación de compartirlo, de hacer participe a los demás de aquello que ha visto, y más cuando es algo agradable, algo que le ha producido gran felicidad. Malo sería que nos callásemos aquello de lo que somos testigos si además sabemos que con ello podemos hacer bien a los demás. Tenemos que dar testimonio.
Claro que aquí me surge una pregunta primero que nada para mi vida misma, pero también con ella quiero ayudar a los que como yo decimos que tenemos fe, que creemos en Jesús. Si la fe ha sido importante en mi vida, me hace hacer una opción de vida porque en ella encuentro un sentido y un valor para mi existencia, y lo mismo digo para todos los que decimos que tenemos fe, ¿cuál es el testimonio que estamos dando de esa fe ante los que nos rodean?
Es tremendo, pero da la impresión algunas veces que tenemos miedo de expresar nuestra fe, de manifestarla en lo que somos y en lo que vivimos. ¿Es que acaso nos avergonzamos de nuestra fe? ¿Tenemos miedo a lo que nos pueda pasar, lo que puedan pensar los demás, las posturas opuestas que podamos encontrar si nos manifestamos auténticamente creyentes?
Es un drama. Sí, porque no siempre los que nos decimos creyentes en nuestra intimidad, luego no somos capaces de dar la cara, de manifestarnos públicamente con esa fe, porque nos parece que tenemos que ir a contracorriente. Aquí tendríamos que escuchar palabras fuertes de Jesús cuando no somos capaces de dar la cara. Es necesario en nuestro mundo que manifestemos con nuestra vida, con nuestras actitudes y comportamientos, con nuestra manera de enfocar las cosas, con el compromiso de lo que hacemos, la autenticidad de nuestra fe. No podemos callar.
Me ha surgido toda esta reflexión quizás desde mis propios miedos y cobardías, pero cuando he escuchado el testimonio que el Bautista da de Jesús en el texto del evangelio que hoy se nos propone. Lo señala claramente para todo aquel que lo quiera oír. ‘Ese es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’, dice señalando a Jesús a su paso. Y Juan dio testimonio y manifiesta como le había sido revelado en su corazón que aquel que al ser bautizado se iba a manifestar sobre El sería quien nos bautizara en el Espíritu. Y somos nosotros los bautizados en el Espíritu por el nombre de Jesús.
Es hermoso el testimonio que hoy escuchamos a Juan. Cuando estos días hemos venido celebrando la Navidad del Señor hemos tenido que vivir la maravillosa experiencia de la presencia de Dios en medio de nosotros. Es el Emmanuel a quien contemplamos en ese Niño nacido en Belén que los pastores encontraron con su madre recostado en el pesebre.
Si hemos vivido con intensidad esa experiencia no nos queda otra que dar autentico testimonio ante los que nos rodean. Es algo que no hemos podido vivir de cualquier manera ni nos puede dejar que nos quedemos en las mismas actitudes de cobardía de siempre. Con valentía tenemos que dar testimonio. Somos unos testigos y eso lo tenemos que proclamar en esas actitudes nuevas que nacen en nuestra vida, en una nueva forma de comportarnos, de vivir la esencia de nuestra fe cristiana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario