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lunes, 1 de enero de 2018

María, que nos presenta siempre a Jesús en sus brazos, nos enseña que felicitarnos por un año que comienza ha de significar comprometernos a trabajar por un mundo nuevo de paz

María, que nos presenta siempre a Jesús en sus brazos, nos enseña que felicitarnos por un año que comienza ha de significar comprometernos a trabajar por un mundo nuevo de paz

Números 6, 22-27; Sal 66; Gálatas 4, 4-7;  Lucas 2, 16-21

‘Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción’. Alguien ha dicho que esta es la versión o la descripción que nos hace san Pablo del misterio de la Encarnación de Dios y de la Navidad. Ahí está condensado, podríamos decir, todo el misterio salvífico de Dios por el que ha querido hacerse hombre para ser nuestro Salvador. No nos suele hacer san Pablo en sus cartas descripciones de los distintos momentos de la vida de Jesús; eso se  nos trasmite en los evangelios; san Pablo hará una profundización teológica para expresarnos como Cristo nos ha liberado de nuestros pecados y la vida que como hombre nuevo nosotros hemos de vivir en la libertad de los hijos de Dios.
Cuando estamos en la octava de la celebración de la Navidad bien nos viene escuchar este texto de la carta de san Pablo a los Gálatas. Y ahí estamos contemplando el lugar que Dios ha dado a María en este misterio de salvación. ‘Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer…’ nos dice. Es el lugar de María, la Madre de Jesús, la Madre de Dios que se ha encarnado en sus entrañas para nacer siendo Dios y hombre verdadero. Pero será el lugar que María seguirá ocupando en toda la historia de nuestra salvación, para ser la Madre que nos señale a Jesús, nos enseñe a conocer a Jesús, nos lleve hasta Jesús que hacernos participes de la salvación que en Jesús hemos obtenido.
Por eso la Iglesia hoy quiere confesar y proclamar que María verdaderamente es la Madre de Dios. Los evangelios, en esos breves retazos que nos dan de la infancia de Jesús, siempre nos presentarán a Jesús al lado de María. Es el lugar de la Madre. Es lo que hoy escuchamos cuando se nos describe que los pastores tras el anuncio del ángel corren a la ciudad de David y allí se encontrarán a Jesús envuelto en pañales y al lado de María. De la misma manera, como escucharemos en la Epifanía del Señor dentro de unos días, los Magos de Oriente cuando llegan a Belén así se van a encontrar a Jesús en brazos de María.
María que nos presenta a Jesús, nos ofrece a Jesús. Es la función de la madre. Cuando ya Jesús inicie su vida pública aparecerá María para decirnos en las bodas de Caná que hagamos lo que Jesús nos diga; luego la contemplaremos como un ejemplo para nosotros buscando a Jesús, y El nos dirá de María que es la que ha escuchado la Palabra de Dios y la ha plantado en su corazón, la ha puesto en practica. Como María, la que guardaba en su corazón todo el misterio de Dios que ante sus ojos se realizaba, Jesús nos dirá que nosotros seremos igualmente dichosos, como María, si plantamos la Palabra de Dios en nuestro corazón para hacerla vida en nosotros.
Hoy contemplando el misterio de la Navidad no nos cansamos de contemplar a María. Con ella  nos gozamos y la festejamos, la felicitamos por ser la Madre, la Madre de Dios que va a convertirse también en nuestra Madre. Hoy queremos aprender de María a estar junto a Jesús. En silencio, como lo hizo ella, contemplando todo ese misterio de amor que para nosotros va a ser la salvación. Contemplamos a María y con ella aprendemos a escuchar a Jesús, a llenarnos de Jesús, a vivir la vida de Jesús. Contemplamos a María y con María nosotros también queremos exultar de gozo en nuestro corazón porque a través de ella también quiere realizar en nosotros cosas grandes.
Contemplar a María y sentir su amor de madre en nosotros nos impulsa también a caminos nuevos, a caminos de amor, de servicio, de búsqueda del bien, de construcción de un mundo nuevo en el que brille esa nueva civilización del amor. Y es que la celebración del todo el misterio de Cristo que hacemos en estos días, y hoy en especial de mano de María, nos compromete.
Ya lo hemos reflexionado que si queremos en verdad vivir Navidad en nosotros tiene que comenzar algo nuevo. Hoy es una jornada especial de la paz. Cuando estos días nos estamos deseando tantas cosas buenas, cuando en este principio de año todos nos felicitamos y deseamos lo mejor para el año que comienza, algo que tenemos que desear de verdad es la paz para nuestro mundo. Decimos feliz año nuevo y eso tendrá que significar algo mas palabras formales que nos decimos todos unos a otros. Tenemos que querer un mundo en paz, tenemos que sentirnos comprometidos con la paz.
No es solo desear que se acaben tantas guerras violentas que sigue habiendo en tantas partes del mundo, sino que buscar la paz es querer que todos podamos vivir con dignidad, que entre todos haya entendimiento, que quitemos esos presupuestos que ponemos tantas veces hasta casi sin darnos cuenta que nos llevan al sufrimiento de tantos.
Hoy el Papa en su mensaje nos hace pensar en tantos que por diferentes motivos y en mucho de ellos violentos tienen que dejar su tierra, su casa, sus familias, el lugar donde han habitado siempre para buscarse una vida mejor en otro lugar; emigrantes, desplazados, refugiados, personas que muchas veces tienen que huir de sus lugares a causa de la miseria, la pobreza, el hambre, la guerra, las discriminaciones raciales y tantas y tantas cosas que causan terribles sufrimientos.
No nos podemos cruzar de brazos ante esas situaciones, no podemos mirarlas con cierta suspicacia porque vengan a nuestras tierras con otras costumbres y necesidades y pueda parecer que nos van a quitar lo nuestro, no podemos encerrarnos en nuestros egoísmos y nuestros miedos; en nuestro corazón tenemos que sentir el dolor de tantos que sienten también como su corazón se desgarra cuanto tienen que dejar atrás sus lugares de origen y hasta sus familiares; tenemos que saber hacer nuestras tantas inquietudes e incertidumbres de quien se pone en camino y no sabe a donde va ni lo que va a encontrar.
Hacer nuestros esos sentimientos, esos sufrimientos, comenzar a pensar en ello es también trabajar por la paz, porque no podremos quedarnos insensibles. En el  nombre del amor que guía nuestras vidas y que contemplamos en el misterio del nacimiento de Jesús no podremos cruzarnos de brazos sino que tendremos que poner manos a la obra.
Que el Señor nos ilumine, vuelva su rostro sobre nosotros y nos conceda su paz, como diremos en la bendición; que el Señor vuelva su rostro sobre nuestro mundo y nos inspire cuanto tenemos que hacer. Que María, la Madre de Dios y nuestra Madre, la Reina y Madre de la paz camine a nuestro lado enseñándonos a caminar esos caminos nuevos del amor y de la paz.

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