No nos podemos quedar encerrados en nosotros y en lo que encontramos, tenemos que salir, comunicar, contagiar, llevar nueva luz a cuanto nos rodea
1Juan 3, 7-10; Sal 97; Juan 1,35-42
¿De donde eres? ¿Dónde vives? Son preguntas que hacemos cuando nos
encontramos a alguien a quien entramos en conversación y deseamos conocer. No
siempre en esas preguntas está la curiosidad del lugar de donde se es o donde
se vive, sino que es muchas veces una forma de entrar en relación y un camino
para conocer a la persona.
Cuando entramos en sintonía con alguien no es un conocimiento
superficial el que queremos tener, no es solo saber cosas de su vida sino que
es conocer su vida misma, su ser más profundo, aquello que además me pueda
ayudar a mi también a crecer, a ser más persona, encontrando metas e ideales
para la vida. Así se van entretejiendo las amistades, se van creando lazos de
comunicación, vamos poniendo humanidad en nuestra vida, y aprendemos en esa
comunicación a entrar en una comunión que nos lleva a colaborar unos con otros
para hacer nuestro mundo mejor, mas humano, más habitable para todos.
Cuanto lo necesitamos, porque hay demasiadas relaciones frías y
superficiales, falta interioridad y verdadera humanidad. Cuando llegamos a
tener esa comunión nos sentimos impulsados a compartir con los demás todo eso
que encontramos y que nos hace vivir, se crea una cadena maravillosa que va
trasmitiendo más vida a nuestro mundo. No nos podemos quedar encerrados en
nosotros y en lo que encontramos, tenemos que salir, comunicar, contagiar,
llevar nueva luz a cuanto nos rodea.
Lo que nos narra hoy el evangelio es describirnos como se va creando
esa maravillosa cadena cuando nos encontramos de verdad con Jesús. Juan el
Bautista había tenido una experiencia maravillosa al conocer a Jesús, ahora lo
trasmite, lo comunica a los que están a su lado. ‘Ese es el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo’, les dice a sus discípulos.
Dos de ellos se van tras Jesús. Quieren conocerle, en la expresión de
lo que decíamos al principio. ‘Maestro, ¿Dónde vives?’ y se van con
Jesús que les invita. ‘Venid y lo veréis’. Como decíamos antes no hablamos de lugares geográficos
donde se habita; están junto al Jordán y no sería por allí donde vivía Jesús
que procedía de Nazaret. Pero ellos se van y se quedan con Jesús.
A la mañana siguiente – y seguimos diciendo que no es simplemente un
espacio de tiempo de una tarde, una noche, una mañana – ya Andrés va a
comunicarle a su hermano Simón que han encontrado al Mesías. Y Andrés lleva a
Pedro hasta Jesús que ya desde un principio se va a fijar en Simón cambiándole
incluso de nombre para significar como para él tiene una misión.
Mucho nos dice este pasaje del evangelio. Nos enseña a buscar a Jesús
y hacerlo con profundidad. Es un deseo hondo que no puede faltar nunca en
nuestro corazón porque cada día tiene que ir ahondando más ese conocimiento y
ese amor que por El sintamos. Pero nos enseña también a entrar en esa cadena
donde nosotros señalemos a Jesús a los demás y al mismo tiempo llevemos a los
demás hasta Jesús. Es nuestra tarea y la misión evangelizadora que nos confía
para hacer nuestro mundo mejor desde los valores del evangelio de Jesús.
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