Apreciemos lo que es el don gratuito del amor que Dios nos tiene y correspondamos nosotros responsablemente con un amor semejante
Ezequiel 34,1-11; Sal 22; Mateo
20,1-16
Hay gente que se extraña de que algo pueda ser gratuito. Estamos tan
acostumbrados a pagar por todo que cuando viene alguien y nos regala algo sin
saber nosotros por qué lo hace, entramos en desconfianzas, hay algunos que
incluso no lo quieren aceptar, o buscamos la manera de pagárselo de algún modo.
¿Es que a todo tenemos que ponerle precio? ¿Es que no sabemos hacer nada de
forma gratuita? ¿Nos humilla quizá el que alguien pueda regalarnos algo sin que
nosotros hayamos hecho algo para merecerlo? Parece que tenemos que sentirnos
obligados a pagarlo de algún modo cuando se nos ofrece algo gratuito.
Esto que nos sucede muchas veces en lo que son nuestras relaciones
humanas, pareciera que tiene que ser una medida o una forma de actuar también
en nuestra relación con Dios. El amor que Dios nos tiene es gracia, es algo
gratuito, porque fue El quien nos amó primero. Así ya nos lo dice san Juan en
sus cartas. ‘El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino
en que El nos amó primero’, nos viene a decir.
Pero nosotros parece que aun queremos ir como acumulando cosas buenas
que hagamos para luego exigirle a Dios que nos ame y nos de su salvación. Acumulamos
rosarios, acumulamos misas, acumulamos rezos y novenas, acumulamos y pareciera
que quisiéramos llevar una contabilidad de todas las cosas buenas que hemos
hecho para decir que merecemos la salvación. ‘Es que yo he hecho tantas cosas
buenas…’ nos decimos, y estamos pensando quizá que puesto más alto o más bajo
vamos a tener en el cielo según todas esas cosas que hayamos hecho. Olvidamos
una cosa. La salvación nos la ganó Jesús, que fue el que se entregó y murió por
nosotros para nuestra salvación. La salvación es gracia.
Todo esto me lo hace pensar la parábola que escuchamos hoy en el
evangelio. Aquellos trabajadores que fueron llamados a distintas hora a
trabajar en la viña. Al final del día todos recibieron un denario, aunque los
primeros protestaron porque creían que merecían más porque habían estado todo
el día; pero lo ajustado era un denario y un denario recibieron. Y nos quiere
manifestar lo que es la bondad y el corazón misericordioso de Dios que nos
ofrece su salvación; unos responderán a una hora, otros son llamados en otras
horas que quizá nos pudieran parecer tardías, pero lo importante era la
respuesta. A todos aquellos que respondieron se les dio el denario, signo de
nuestra salvación. Como decíamos, no podemos andar contabilizando cosas para
decir que merecemos más o menos, lo importante es la respuesta, y la respuesta
fiel y llena de amor, porque lo demás es gracia, es regalo gratuito de Dios que
así no ofrece la salvación.
No podemos decir que si no tenemos esas contabilidades a lo humano nos
faltará estimulo. Es que estamos hablando de amor, y el amor siempre es un
gracia, el amor siempre es gratuito, el amor es algo que ofrecemos desde lo más
hondo de nosotros mismos porque queremos, porque queremos amar, porque queremos
ofrecer lo mejor de nosotros mismos. Por eso no nos puede faltar
responsabilidad en nuestra vida para desarrollar todos nuestros valores, todas
nuestras capacidades, porque además con ello estamos contribuyendo también al
bien de ese mundo en el que vivimos.
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