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jueves, 18 de agosto de 2016

Disculpas, entretenimientos, ‘obligaciones’, apegos que ocupan nuestro corazón para no escuchar ni darle importancia a la vivencia del Reino de Dios

Disculpas, entretenimientos, ‘obligaciones’, apegos que ocupan nuestro corazón para no escuchar ni darle importancia a la vivencia del Reino de Dios

Ezequiel 36,23-28; Sal 50; Mateo 22,1-14

¡Cuántas disculpas nos buscamos en tantas ocasiones! Sabemos que aquello es importante, pero como solemos decir, no tenemos el cuerpo para esas cosas, nosotros no le damos importancia ni tenemos demasiado interés y nos buscamos mil disculpas; siempre tenemos que hacer, que ir a otra parte, que no nos apetece ni tenemos ganas, que hay otras cosas que en ese momento nosotros consideramos más importantes, no somos capaces de decir directamente no, pero damos mil rodeos para escaquearnos.
Esto referente a actos de nuestra vida social, o lo que pudiera ser más grave en el caso de obligaciones que dejamos de lado porque nos entretenemos aquí o allá, pero no damos tiempo, no encontramos tiempo, decimos, para hacerlo o para cumplir con aquella obligación. Hoy diríamos que nos entretenemos con las redes sociales de Internet o de nuestro móvil porque quizá la damos más importancia a responder a un whatsApp de una conversación insulsa o ponernos a navegar por facebook, que atender a nuestras responsabilidades de cada momento.
Es en lo que nos quiere hacer pensar Jesús con la parábola que hoy nos propone el evangelio. Ya nos dice el evangelista que Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo. Hace Jesús un resumen con la parábola de lo que había sido y era en aquellos momentos la historia de la salvación del pueblo de Israel. Invitados a las bodas del Reino a lo largo de la historia había enviado Dios profetas y hombres de Dios que fueran recordando esa invitación de amor de Dios que era la vivencia de la Alianza. Ahora llegaba el momento del Reino de Dios con la presencia de Jesús con su salvación y ¿cuál era la respuesta?
Allí estaba palpable en aquellos momentos en que veían los signos que Jesús realizaba y la Palabra del Reino que anunciaba y no querían escucharle. Siempre andaban buscando la manera de cazar a Jesús, de hacer sus interpretaciones a sus palabras para tener de qué acusarle y aunque los sencillos y humildes de corazón eran capaces de reconocer los signos de Dios, allí estaban ellos los principales del pueblo que no querían escuchar, que rechazaban la invitación a la participación en el Reino de Dios que Jesús les anunciaba.
Pero esa Palabra de Jesús llega hoy a nuestra vida, y a nuestra vida concreta. Si nos narrase hoy la parábola seguro que los ejemplos de las disculpas irían también por el camino de lo que mencionábamos al principio. Cuantas disculpas en nuestra vida, cuantos balones queremos echar fuera como solemos decir, cuantos entretenimientos en los que ocupamos la vida, cuantas cosas que nos distraen de atender la llamada y la invitación de Jesús.
Quizá si nos enviara un whatsApp le prestáramos más atención. De mil maneras sigue resonando en nuestras vidas esa llamada de Jesús pero qué poca atención le prestamos. Como decíamos, siempre encontramos disculpas, siempre tenemos cosas que hacer, siempre nos buscamos entretenimientos, siempre tenemos ‘obligaciones’ como apegos en nuestra vida que nos ocupan nuestro tiempo, nos ocupan nuestro corazón y no damos el paso adelante para vivir en el sentido del Reino de Dios. ¿Habremos llegado a descubrir la importancia del Reino de Dios que nos anuncia el Evangelio?

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