Disculpas, entretenimientos, ‘obligaciones’, apegos que ocupan nuestro corazón para no escuchar ni darle importancia a la vivencia del Reino de Dios
Ezequiel 36,23-28; Sal 50; Mateo
22,1-14
¡Cuántas disculpas nos buscamos en tantas ocasiones! Sabemos que aquello
es importante, pero como solemos decir, no tenemos el cuerpo para esas cosas,
nosotros no le damos importancia ni tenemos demasiado interés y nos buscamos
mil disculpas; siempre tenemos que hacer, que ir a otra parte, que no nos
apetece ni tenemos ganas, que hay otras cosas que en ese momento nosotros
consideramos más importantes, no somos capaces de decir directamente no, pero
damos mil rodeos para escaquearnos.
Esto referente a actos de nuestra vida social, o lo que pudiera ser
más grave en el caso de obligaciones que dejamos de lado porque nos
entretenemos aquí o allá, pero no damos tiempo, no encontramos tiempo, decimos,
para hacerlo o para cumplir con aquella obligación. Hoy diríamos que nos
entretenemos con las redes sociales de Internet o de nuestro móvil porque quizá
la damos más importancia a responder a un whatsApp de una conversación insulsa
o ponernos a navegar por facebook, que atender a nuestras responsabilidades de
cada momento.
Es en lo que nos quiere hacer pensar Jesús con la parábola que hoy nos
propone el evangelio. Ya nos dice el evangelista que Jesús habló en parábolas a
los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo. Hace Jesús un resumen con la
parábola de lo que había sido y era en aquellos momentos la historia de la
salvación del pueblo de Israel. Invitados a las bodas del Reino a lo largo de
la historia había enviado Dios profetas y hombres de Dios que fueran recordando
esa invitación de amor de Dios que era la vivencia de la Alianza. Ahora llegaba
el momento del Reino de Dios con la presencia de Jesús con su salvación y ¿cuál
era la respuesta?
Allí estaba palpable en aquellos momentos en que veían los signos que Jesús
realizaba y la Palabra del Reino que anunciaba y no querían escucharle. Siempre
andaban buscando la manera de cazar a Jesús, de hacer sus interpretaciones a
sus palabras para tener de qué acusarle y aunque los sencillos y humildes de
corazón eran capaces de reconocer los signos de Dios, allí estaban ellos los
principales del pueblo que no querían escuchar, que rechazaban la invitación a
la participación en el Reino de Dios que Jesús les anunciaba.
Pero esa Palabra de Jesús llega hoy a nuestra vida, y a nuestra vida
concreta. Si nos narrase hoy la parábola seguro que los ejemplos de las
disculpas irían también por el camino de lo que mencionábamos al principio.
Cuantas disculpas en nuestra vida, cuantos balones queremos echar fuera como
solemos decir, cuantos entretenimientos en los que ocupamos la vida, cuantas
cosas que nos distraen de atender la llamada y la invitación de Jesús.
Quizá si nos enviara un whatsApp le prestáramos más atención. De mil
maneras sigue resonando en nuestras vidas esa llamada de Jesús pero qué poca
atención le prestamos. Como decíamos, siempre encontramos disculpas, siempre
tenemos cosas que hacer, siempre nos buscamos entretenimientos, siempre tenemos
‘obligaciones’ como apegos en nuestra vida que nos ocupan nuestro tiempo, nos
ocupan nuestro corazón y no damos el paso adelante para vivir en el sentido del
Reino de Dios. ¿Habremos llegado a descubrir la importancia del Reino de Dios
que nos anuncia el Evangelio?
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