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lunes, 25 de abril de 2016

Nuestra vida, si en verdad nos decimos seguidores de Jesús, tiene que ser evangelio de esperanza para los que nos rodean

Nuestra vida, si en verdad nos decimos seguidores de Jesús, tiene que ser evangelio de esperanza para los que nos rodean

1Pedro 5,5b-14; Sal 88; Marcos 16,15-20

En este día 25 de abril celebramos la fiesta del evangelista san Marcos dentro de este camino pascual que venimos recorriendo desde que celebramos la Resurrección del Señor. La liturgia nos ofrece los párrafos finales de su evangelio con el envío por parte de Jesús de sus discípulos al mundo entero a proclamar la buena nueva del Evangelio.
Evangelio, buena nueva, buena noticia, buena noticia de salvación que hemos de anunciar. Es para detenerse a considerar eso mismo que estamos diciendo. Las buenas noticias nos llenan de alegría; las buenas noticias nos anuncian esperanza, y en este caso, esperanza de vida y salvación. Y Jesús quiere que esa buena noticia llegue a todos. Tenemos que trasmitirla, tenemos que testimoniarla. ¿Será eso en verdad lo que hacemos los cristianos? ¿No nos habremos acostumbrado a eso de ser cristianos, de que en nuestro ambiente, todos se dicen cristianos, y habremos perdido esa alegría de nuestra fe?
Si en verdad sintiéramos en nuestro corazón ese ardor de esa buena noticia que al llega a nuestra vida nos ha transformado porque ha puesto una nueva esperanza en nuestra vida, tendríamos que estar gritando por todas partes que el Señor nos ama y nos regala su salvación para que todos acudamos a ella. Pero mira como somos los cristianos, tan fríos, tan insulsos, tan desganados, con tan poco entusiasmo. Creo que tendría que hacernos pensar.
Pero además hoy se nos dice que a aquellos que creen, aquellos que anuncian y repiten una y otra vez esa buena noticia a todos, les acompañarán unas señales. Y habla de curar enfermos, de echar demonios, de no permitir que pase nada malo que pueda dañar a los demás, de un hablar un lenguaje nuevo que todos puedan entender. Y es que esas señales vienen a confirmar esa buena noticia que anunciamos; con esas señales daremos motivo a quienes nos escuchen a creer en esa palabra que anunciamos y que sí es posible ese mundo nuevo de salvación.
¿Cuáles serían esas señales que hoy tendrían que acompañar nuestra palabra, nuestro anuncio de salvación?  San Pedro en la primera lectura que hoy hemos escuchado nos hacía mirar a nuestro alrededor para ver cuantos son los sufrimientos de los hombres que nos rodean. ‘Resistidle firmes en la fe, nos decía, sabiendo que vuestros hermanos en el mundo entero pasan por los mismos sufrimientos’.
¿Cuáles son los sufrimientos de nuestros hermanos, los hombres de nuestro tiempo hoy? Podemos pensar en esas catástrofes naturales que ahí cercanas tenemos en el tiempo o podemos pensar en cuantos están sufriendo hoy las consecuencias del odio y de las guerras; podemos pensar en esos refugiados que huyen de esos horrores de la guerra y del hambre en tantos lugares del mundo, que se desplazan de un lado a otro de nuestro planeta y van encontrando tanto rechazo y tanta discriminación, o podemos pensar en personas quizá más cercanas a nosotros que sufren las consecuencias de las crisis que vive nuestro mundo; podemos pensar en ese mundo de sufrimiento de los enfermos, de los ancianos solos, o de tantas personas discriminadas por mil cosas y que viven su dolor en la soledad; podemos pensar en tantos atormentados en su espíritu por crisis interiores, por problemas familiares, por desencuentros con aquellos que están a su lado y así podríamos seguir haciendo una lista muy grande de sufrimiento y de dolor.
¿Y el evangelio que anunciamos tiene para ellos una palabra de esperanza? Nosotros, con nuestros gestos, con nuestras actitudes y comportamientos, con nuestra solidaridad y nuestra generosidad, con la apertura de nuestro corazón y con nuestra cercanía, ¿seremos en verdad una palabra de evangelio, de buena nueva de salvación para esas personas que les infunda una nueva esperanza?
No olvidemos nunca que nuestra vida, si en verdad nos decimos seguidores de Jesús, tiene que ser evangelio para los que nos rodean. Mucho tendríamos que hacer y que quizá adormilados como estamos no somos capaces de hacer.

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