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jueves, 28 de abril de 2016

Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

No perdamos la alegría del corazón porque seamos capaces de vivir siempre en el amor sintiéndonos amados de Dios

Hechos 15, 7-21; Sal 95; Juan 15, 9-11

Qué gozo más grande el sentirnos amados. Creo que todos estamos de acuerdo la persona que no se siente amada es la persona más infeliz del mundo; cuánta soledad se siente en el corazón si no palpamos y sentimos que alguien nos ama. Buscamos el amor, y no como un gozo placentero físico, sino como algo que se siente en el alma. Nos sentimos amados y al mismo tiempo nos sentimos impulsados al amor. Dura el es el alma de quien no sabe amar, porque quizá no ha sabido apreciar lo que es sentirse amado por alguien. Se endurece el corazón y se amarga la vida.
Tenemos que aprender a descubrir esas señales del amor que se nos ofrece cada día en tantos que nos aprecian de verdad, pero que algunas veces vamos tan encerrados en nosotros mismos por la vida que no somos capaces de sintonizar. Esa sintonía del amor mutuo haría en verdad un mundo más feliz y dichoso; un mundo mejor, porque quien entra en esa sintonía sólo sabrá ya hacer cosas buenas, siendo hasta capaz de olvidarse de si mismo por hacer el bien a los demás.
Hay tantos detalles y gestos que se nos ofrecen pero que distraídos no sabemos apreciar; pongamos luz en nuestros ojos, limpiemos esas lentes con que miramos la vida y miramos a los que caminan a nuestro lado, para que dejen pasar esos rayos luminosos del amor y nos gocemos en esa luminosidad que así le damos a la vida.
De esto no habla hoy Jesús. Cómo tenemos que sentirnos amados de Dios. Son tantas las señales que va dejando de su amor en el paso del día a día de la vida. Tenemos que abrir los ojos y el corazón. Nos sucede con Dios, como nos sucede tantas veces en la vida con las personas que tenemos cerca y en las que no sabemos  descubrir las señales de su amor. Luego decimos que nos cuesta creer, que nos cuesta mantener la fe; y es porque hemos perdido esa sintonía del amor, del amor de Dios que se nos manifiesta de tantas maneras.
La gran prueba y la gran señal la tenemos en Jesús. Como nos ha dicho en otra ocasión y lo hemos escuchado recientemente quien ve a Jesús ve al Padre, quien ve a Jesús se está encontrando con ese rostro y ese corazón de amor del Padre. ‘Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor’. Y nos dice que nos está revelando esto para que nuestra alegría sea completa. Por eso decimos tantas veces que los cristianos tenemos que ser las personas más alegres y felices del mundo. Por muchas que sean las sombras que pretendan entenebrecer nuestra vida, siempre está brillando para nosotros la luz del amor, la luz del amor de Dios.
Y nos pide Jesús que permanezcamos en su amor y para ello no necesitamos hacer otra cosa que vivir su mismo amor o, lo que es lo mismo, buscar la manera de hacer siempre su voluntad; y la voluntad del Señor es que vivamos en el amor. Como nos diría san Pablo ‘quien ama tiene cumplido el resto de la ley’.
No perdamos la alegría del corazón porque seamos capaces de vivir siempre en el amor porque nos sentimos amados de Dios.

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