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jueves, 7 de abril de 2016

Busquemos los valores que den plenitud y sentido a nuestra vida llenándonos de esperanza y encontremos la verdadera espiritualidad desde nuestra fe en Jesús

Busquemos los valores que den plenitud y sentido a nuestra vida llenándonos de esperanza y encontremos la verdadera espiritualidad desde nuestra fe en Jesús

Hechos 5,27-33; Sal 33; Juan 3, 31-36

Cada uno habla de lo que sabe; aunque algunas veces seamos osados y queramos tener opinión de todo sin tener suficiente juicio de valor para hablar de ello. De aquello que llevamos en el corazón, nos expresamos con nuestros labios, solemos decir; aquello que son nuestros pensamientos o nuestras convicciones más profundas se nos va reflejando en la vida, en lo que hacemos y en lo que decimos.
Lo que expresamos en nuestras palabras y opiniones y lo que manifestamos con nuestra manera de actuar va a definir la profundidad que tengamos en la vida y cuáles serían en verdad nuestras metas y nuestros ideales. Muchas veces nos quedamos demasiado a ras de tierra, en las cosas materiales, en los intereses de lo que podamos tener o poseer y eso podría manifestar quizá la falta de una espiritualidad profunda en nuestra vida cuando solo nos quedamos en lo material, en lo cercano o palpable, en aquello que nos satisfaga prontamente o quizá con el mínimo esfuerzo.
Por eso tenemos que darle hondura a nuestra vida que significará mirar a lo alto, mirar más allá de eso que palpamos con nuestras manos, o de eso que nos pueda dar simplemente una ganancia material o una satisfacción pronta que se puede convertir fácilmente en efímera. Es saber descubrir otros valores, es saber trascender nuestra vida, es encontrar esa fuerza espiritual que nos levante y nos haga reconocer que somos algo más que la materialidad de un cuerpo o unas cosas terrenas que nos puedan satisfacer.
Es eso que nos va hacer encontrar un sentido y un valor a lo que es nuestra vida, a lo que hacemos y por lo que nos esforzamos y luchamos. Cuando faltan esos valores espirituales nos puede suceder que pronto nos encontremos cansados y hastiados de eso en lo que hemos buscado esas prontas satisfacciones; cuando nos faltan esos valores espirituales nos sentiremos sin apoyo y sin fuerza cuando quizá la vida se nos haga dura por los problemas y dificultades que podamos ir encontrando y parece que todo lo tenemos en contra; nos sentiremos como desorientados, sin saber que hacer, qué camino tomar, donde encontrar esa fuerza que nos impulse a seguir luchando con esperanza de que podemos encontrar algo mejor.
Es descubrir esos valores por los que merece la pena luchar y hasta sacrificarse porque serán los que nos darán las más auténticas satisfacciones. Es no tener miedo a esa fe que eleva nuestra espíritu y nos hace aspirar, desear ese encuentro con nuestro Hacedor, el que tiene que ser el único Señor y Dios de nuestra vida.  
El creyente sabe que en Dios tiene su luz y su fortaleza. El creyente en Jesús ha encontrado en El la verdad de su vida. El verdadero creyente en Jesús en El encuentra esa razón para su vivir, se trasciende y se eleva, y en Jesús encontrará la gracia que le fortalece para no desentenderse del día a día de su vida, con sus luchas, con sus sueños, con sus deseos de hacer un mundo mejor, con su compromiso por los demás, con su trabajo por la justicia y la paz de nuestro mundo.
Tener fe no nos hace desentendernos de este mundo, sino vivir más comprometidos con El para hacerlo mejor. Esa fe en Jesús llena de esperanza nuestra vida para superar cansancios y dificultades porque sabe que con Jesús puede realizar en verdad un mundo mejor.

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