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miércoles, 23 de marzo de 2016

Jesús quiere venir a nuestra casa, que es nuestra vida y nuestro mundo, con sus luces y con sus sombras, para celebrar la pascua con nosotros

Jesús quiere venir a nuestra casa, que es nuestra vida y nuestro mundo, con sus luces y con sus sombras,  para celebrar la pascua con nosotros

Isaías 50,4-9ª; Sal 68; Mateo 26, 14-25

‘Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos’ es el recado que Jesús envía a quien en Jerusalén le va a facilitar un lugar para celebrar la pascua que tan especial iba a ser. Los discípulos, estando en Jerusalén y viendo que aun no se había decidido donde celebrar la pascua, le habían preguntado a Jesús ‘¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?’
Era algo  habitual en aquellos días en Jerusalén que se veía atestada de judíos que subían de todas partes para celebrar la Pascua. La hospitalidad judía brillaba en todo su esplendor y era normal que los habitantes de Jerusalén facilitaran a los parientes venidos de otros lugares un sitio para que pudieran preparar y celebrar la cena pascual. Es lo que sucede entonces con Jesús y sus discípulos que siguiendo las instrucciones muy precisas de Jesús encuentran la hospitalidad de aquel individuo del que no se nos da nombre para tenerlo todo preparado para la pascua.
Es el hecho que nos narra el evangelio en esta víspera de iniciar el triduo pascual con los detalles que se suceden antes y en el entorno de aquella cena de la que saldrá Judas a cumplir sus propósitos.  Pero no nos quedamos en contemplar lo que entonces sucedió sino cómo traer eso a nuestra propia vida en estos momentos precisos en que estamos por un lado siguiendo el ritmo de la liturgia y en las circunstancias concomitantes que vive nuestra sociedad.
Nos haremos la pregunta de los discípulos o escucharemos la solicitud de Jesús. Nos preguntaremos cómo vamos a celebrar esta pascua, mientras al mismo tiempo escuchamos que Jesús quiere venir a nuestra casa, a nuestra vida para hacer pascua en nosotros. Un día que también había sido día de salvación se había auto invitado a la casa de Zaqueo porque quería comer en su casa. Hoy quiere llegar a nosotros, a nuestra vida para que celebremos de manera autentica la pascua sintiendo ese paso salvador de Dios por nosotros.
¿Cómo estaremos dispuestos a prepararnos? ¿Cómo estaremos dispuestos nosotros a celebrar auténticamente la pascua para que no se quede en algo anecdótico o superficial como quizá muchas veces nos ha sucedido? Podemos recordar lo que un día les dijera a aquellos dos discípulos que se habían atrevido a pedirle los primeros puestos, uno a su derecha y otro a su izquierda. ‘¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?’
¿Podemos beber el mismo cáliz del Señor? ¿Seremos capaces de realizar esa pascua en nosotros? Aquella pascua judía suponía un sacrificio, el sacrificio del cordero pascual que luego había de ser compartido en la cena pascual. ¿Cuál es el sacrificio, la ofrenda que nosotros hemos de realizar?
Miremos nuestra vida y veamos esas cosas concretas a las que tenemos que morir. La Pascua tiene el primer paso del morir, del sacrificio, de la entrega. Ahí tenemos que poner nuestra vida con sus limitaciones, con sus debilidades, con las negruras que tantas veces nos aparecen en el corazón, con los sufrimientos y los problemas, con las angustias propias o con las angustias y sufrimientos de cuantos nos rodean, con las negruras de nuestro mundo y las desesperanzas de muchos, con tantas muertes inocentes en guerras o en atentados como se están viviendo en estos mismos días en nuestro mundo, o con tantas personas que caminan sin rumbo en la vida y llenos de sufrimientos en desplazamientos obligados, en rechazos insolidarios, en hambre, miseria y dolor de tantos que injustamente pierden su vida.
Ahí tenemos una lista muy grande de momentos de pasión, de sufrimiento, a los que tendríamos que ser capaces de dar vida. Porque la pascua no se queda en la muerte sino que ha de hacernos renacer a nueva vida. La pascua ha de realizar esa transformación para hacer un mundo nuevo. Y es ahí donde tenemos que poner nuestra pascua, es ahí y así como tenemos que celebrar la Pascua de Jesús en nosotros. Nos va a costar, no llegaremos a mucho quizá, pero tengamos la certeza de que el Señor va con nosotros y con su gracia podemos sentirnos transformados.
El Señor quiere celebrar la pascua en nuestra cada, en nuestra vida, en ese mundo concreto en que vivimos.

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