Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la pascua, y ¿nosotros la hemos preparado?
Is. 50,4-9; Sal.68; Mt. 26, 14-25
‘Los discípulos
cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la pascua’. Repetidamente lo hemos escuchado estos
días, pues el evangelio se nos centra en la cena pascual como comienzo del
relato de toda la pasión y muerte de Jesús que nos disponemos a celebrar.
Como hemos escuchado en el evangelio Jesús les da
instrucciones concretas de donde han de ir buscando el lugar para celebrar la
cena de Pascua y que tendrían que acogerse a la hospitalidad de algún amigo o
pariente de Jerusalén, lo que era bastante habitual. Preparativos como el
cordero, el agua de las abluciones, el pan sin levadura, el vino, las lechugas
amargas, etc… eran las diversas cosas que habían de preparar y ahora todo
estaba ya dispuesto conforme a las instrucciones de Jesús y lo que ritualmente
se preparaba en cada casa.
Ya entraremos en más detalles de la cena pascual cuando
celebremos el jueves la cena del Señor y
ahora nos centramos en los preparativos y esos primeros momentos. Aquella cena
tenía aires de tener un especial significado, pues algo de tragedia y
dramatismo se palpaba en cierto modo en el ambiente. El relato que hemos
escuchado ha comenzado narrándonos el ofrecimiento de Judas a los sumos
sacerdotes para la entrega de Jesús. Hasta seis veces nos aparece esta palabra
‘entregar’ en estos cortos versículos que se nos han proclamado. Nos están
hablando de la entrega que Judas en su traición hace de Jesús.
Pero nos faltaría quizá añadirla una vez más pues quien
realmente se está entregando es Jesús mismo que por amor a nosotros llega hasta
la pasión en una entrega de amor para nuestra salvación. Una misma palabra,
entrega o entregar, nos puede valer para
describirnos la traición de Jesús, pero para hablarnos también de la entrega de
amor que Jesús libremente hace por
nosotros.
Es el misterio de amor que nos disponemos a celebrar y
para lo que nos estamos preparando. Al hilo de lo que se nos decía que los
discípulos cumplieron con las instrucciones de Jesús e hicieron todos los
preparativos necesarios para la cena pascual es cuando nosotros tendríamos que
preguntarnos si ya hemos hecho todos los preparativos preocupándonos de lo que es
fundamental.
Estos días en nuestras parroquias y en nuestros templos
también todo son preparativos y agobios; por un lado y por otro nos encontramos
con personas que con buen deseo y deseo de colaborar participan en los múltiples
preparativos para las celebraciones,
para las procesiones con el arreglos de las correspondientes imágenes,
para los adornos que queremos hacer, para el monumento para el Santísimo para
el jueves santo… y así no sé cuantas cosas. A todos, es cierto, nos gusta
encontrar las cosas bien preparadas y dispuestas y hasta que las cosas nos
salgan bien hermosas.
Pero, ¿sería eso en lo único que tendríamos que
preocuparnos? Para muchos quizá todo se queda en esas cosas, pero bien sabemos
que preparar la pascua, preparar la cena pascual es mucho más que todo eso.
Quienes hemos querido vivir con intensidad nuestro camino de cuaresma seguro
que nos hemos preocupado de cosas de mayor calado y en lugar de preparar cosas
nos hemos querido preparar nosotros. Eso tendría que ser lo importante.
Que nunca los preparativos de las cosas nos agobien y
nos impidan centrarnos en lo que tiene que ser lo verdaderamente importante. Y
es el amor que en todo ello hemos de poner, pero también en cómo preparamos
nuestro espíritu, como buscamos la purificación de nuestro corazón, como
ansiamos de verdad la gracia del Señor.
Es a lo que nos está
invitando hoy la liturgia de la Iglesia y la Palabra de Dios que se nos ha
proclamado. Que sigamos también nosotros las instrucciones del Señor, que
sigamos cuanto en la Palabra del Señor se nos ha ido indicando para que en
verdad podamos sentir ese paso salvador de Dios por nuestra vida y con Cristo
lleguemos a la vida nueva y a la resurrección
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