Vete primero a reconciliarte con tu hermano sofocando esas llamaradas de amor propio que puedan surgir dentro de ti
Ez. 18, 21-28; Sal. 129; Mt. 5, 20-26
‘¿Acaso quiero yo la
muerte del malvado - oráculo del Señor - y no que se convierta de su camino y
viva?... cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el
derecho y la justicia, él mismo salva su vida… ciertamente vivirá y no morirá’. Hermoso el mensaje que nos ofrece
el profeta de parte del Señor. ‘Oráculo
del Señor’, nos dice.
Por eso podíamos rezar en el salmo acogiéndonos a la
misericordia del Señor. ‘Si llevas
cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?’ Es cierto que el que
se siente abrumado por su pecado, por lo mal que haya hecho y piensa que para
él no habrá perdón, es como para volverse loco. Está en nuestro corazón la
esperanza del amor de Dios que nos perdona y nos da paz. ‘Del Señor viene la
misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus
delitos’. Fijaos qué hermoso, nos habla de ‘la
redención copiosa’; no es cualquier medida ni una medida a la que pongamos
límites, es copiosa, abundante, generosa, como generoso e infinito es el amor
de Dios.
En el evangelio se comienza a hablarnos del amor; serán
muchas las ocasiones en que se nos hablará de nuestro amor a los otros, en este
camino que vamos haciendo en la cuaresma. Hoy se nos invita a la reconciliación
y a vivir con unas actitudes positivas hacia los demás, evitando todo lo que
sea negativo en nuestras palabras, en nuestras actitudes o en nuestras
acciones. Y se nos está señalando cómo hemos de comenzar a expresar ese amor y
esos deseos de reconciliación sin esperar que sea el otro el que comience.
Primero nos dice que hemos de evitar todas las palabras
que puedan ser ofensivas a los demás. Nunca una palabra fuerte, salida de tono,
hiriente o despreciativa hacia los otros. Parecen cosas muy elementales que
hasta podríamos pensar por educación para una digna relación humana entre unos
y otros.
Pero quienes hemos hecho opción por el amor de manera
que es nuestro distintivo no se puede permitir de ninguna manera una palabra que pueda herir al otro, porque estoy
hiriendo a un hermano. Y esta es una tentación fácil en la que podemos caer
casi sin darnos cuenta, por ese lenguaje tan burdo que hoy utilizamos y en el
fácilmente salen esas palabras o esas actitudes descalificativas hacia los
demás. Seamos sinceros y analicemos bien las palabras que usamos en nuestras
conversaciones y sobre todo cuando nos parece estar dolido por algo contra
alguien, démonos cuenta de las palabras que empleamos y las descalificaciones.
Pero nos pide algo más Jesús. ¿Cómo nos podemos atrever
a presentarnos delante del Señor queriendo decir que le amamos y que le
ofrecemos no sé cuantas cosas cuando tenemos cosas pendientes con los hermanos
que nos rodean? ‘Vete primero a
reconciliarte con tu hermano’, nos dice Jesús. No puedo estar esperando a
que el otro venga. Eso es lo que yo quisiera para subirme en el pedestal de los
que somos buenos y perfectos y por compasión ahora perdonamos a ese pobre que
no le queda mas remedio que reconocer su fallo. Una postura así dista mucho de
ser una postura cristiana. Lo que nosotros tenemos que hacer es ir a buscar a
ese hermano para reconciliarme con él, aunque cueste y tenga que sofocar las
llamas de amor propio que puedan surgir dentro de nosotros, para poder
presentarme con un corazón más puro y limpio y más lleno de amor ante el Señor.
Nos lo dice claramente hoy Jesús en el evangelio.
Es que el amor siempre se adelanta, por eso mismo que
es amor. El amor es generoso y siempre estará buscando la paz y la felicidad
del otro. El amor verdadero no me permite quedarme pasivamente esperando a ver
qué es lo que el otro hace, sino que el verdadero amor toma siempre la
iniciativa, inicia el camino, va al encuentro del otro, nos ayuda a encontrar
la paz verdadera en el corazón. Y no hay paz más hermosa que la que sentimos
después de dar los pasos que nos han llevado a la reconciliación. Mucho
tendríamos que reflexionar sobre todo esto y muchas posturas nuevas y valientes
habremos de tomar desde lo más hondo de nuestro corazón.
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