Una experiencia de espiritualidad para conocer y anunciar a Jesús
1Jn. 3, 7-10; Sal. 97; Jn. 1, 35-42
‘Estaba Juan con dos
de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: Este es el Cordero de
Dios’. Ya antes
Juan lo había señalado de la misma manera después de la experiencia que había
vivido en el Bautismo de Jesús. ‘He
contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre
El’. Así había dicho públicamente:
‘Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’, expresión que
luego la Iglesia recoge en su liturgia repetidamente.
Reconoce que no lo conocía pero quien le había enviado
a bautizar con agua le había dicho: ‘Aquel
sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre Él, Ése es el que ha de
bautizar con Espíritu Santo y fuego’. Y reafirma rotundamente: ‘Yo lo he visto y he dado testimonio de que
es el Hijo de Dios’.
Ahora lo ha señalado así a dos de sus discípulos que se
van con Jesús. Sabremos que uno es Andrés por lo que más adelante se nos dirá, y el otro es el
discípulo amado, el autor del Evangelio que nos hace el relato. Muchas veces
hemos meditado en este episodio resaltando los deseos de búsqueda de estos dos
discípulos y su disponibilidad para seguir a Jesús. ‘¿Qué buscáis?... Maestro, ¿dónde vives?... venid y lo veréis’ es
el diálogo que tantas veces hemos meditado.
‘Entonces fueron, vieron donde vivía y se quedaron con El aquel día; serían las
cuatro de la tarde’, puntualiza el evangelista.
Podríamos resaltar varios aspectos que nos ayuden en
nuestra vida de fe y de seguimiento de Jesús, que es nuestra vida cristiana.
Nos fijamos en Juan, el Bautista. Se deja sorprender por Dios, está atento a la
acción de Dios, y se deja conducir allá en lo más hondo de sí mismo por el
Espíritu.
Toda la descripción que nos hace el evangelio de Juan
del Bautismo de Jesús son estas palabras del Bautista que hemos escuchado donde
nos narra la experiencia que allí vivió. Supo descubrir la presencia del
Espíritu que bajaba sobre Jesús en forma de paloma, y sabe escuchar al Espíritu
que le habla en su interior. Descubrir las señales de Dios y escuchar a Dios en
nuestro corazón. Una tarea importante que implica un espíritu grande de oración
y una espiritualidad profunda que ha crecido en esa apertura a Dios en la
oración.
Otra muestra de ello es que estando con sus discípulos
sin embargo está atento al paso del Señor. Estaba con Juan y Andrés y ‘fijándose en Jesús que pasaba’,
aprovechará el momento para comunicar esa buena noticia a los que están con él,
para señalarles claramente quién es Jesús. La experiencia de Dios que llevaba
en su corazón le predispone para comunicar, para trasmitir, para anunciar.
Y sus discípulos aprendieron la lección, porque
inmediatamente de haber conocido a Jesús pasado aquel día con El, ya al momento Andrés está comunicándolo a su hermano Simón Pedro. ‘Hemos encontrado al Mesías’ y lo llevó a Jesús.
¿Será ese también nuestra experiencia, nuestro camino y
nuestra manera de actuar? Juan nos dice
que El lo ha visto y da testimonio de que es el Hijo de Dios; luego lo señala
como Cordero de Dios y el que viene a bautizar con Espíritu Santo y fuego; y
finalmente ya Andrés le dirá a su hermano Simón que han encontrado al Mesías.
¿Por qué ese testimonio? ¿Cómo se ha llegado a ese testimonio?
Ya hemos señalado esa profunda espiritualidad del
Bautista amasada, por así decirlo, en la oración, en el ayuno y austeridad, en
la penitencia allá en el desierto junto al Jordán. El hombre que se llenó del
Espíritu de Dios como tendremos nosotros que hacer también ese camino que nos
haga crecer por dentro, que nos haga crecer espiritualmente. Fue el camino que
Juan, el hijo del Zebedeo, y Andrés, el hermano de Simón Pedro, aprendieron de
su maestro a hacer y lo practicaron, por así decirlo, cuando se quedaron con
Jesús aquella tarde. ¿Nos enseñará eso
algo para nosotros?
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