El nombre de Jesús, nuestra salvación y nuestra bendición
‘A los ocho días
tocaba circuncidar al Niño y le pusieron por nombre Jesús, como lo había
llamado el ángel ya antes de su concepción’. Lo escuchábamos en la Octava de la Navidad. ‘Le pusieron por nombre Jesús’. Era lo
que el ángel le había dicho a María. ‘Concebirás
y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús’. Se lo repetirá el
ángel a José: ‘No tengas reparo en
recibir a María como esposa tuya, pues el hijo que espera viene del Espíritu
Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque El salvará al
pueblo de sus pecados’.
Es por lo que la liturgia nos invita en este día a que
celebremos el santo nombre de Jesús. Lo hemos venido recordando continuamente
en nuestras celebraciones y justo es que con la liturgia alabemos y bendigamos
el santo Nombre de Jesús. Ya le explicaba el ángel a José su significado. ‘El salvará al pueblo de sus pecados’.
Dios nos salva, el Señor es nuestro salvador viene a ser el significado de la
palabra hebrea Jesús. Nos está indicando cuanto significa ese nombre para
nosotros y cómo hemos de invocarlo, porque es invocar al Dios que nos salva.
Dulce nombre que está lleno de bendiciones; nos sirve,
sí, para nosotros bendecir a Dios, alabarle y darle gracias por toda esa
salvación, por todo ese amor que nos tiene, por tanta gracia con la que nos
regala y adorna nuestra vida. Pero es que el nombre de Jesús es una bendición
para nosotros.
No hay otro nombre que pueda salvarnos, como anunciaba
Pedro tras la curación del paralítico de la puerta hermosa. ‘No tenemos oro ni plata, pero te doy lo que
tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar’. Cuando le piden
explicaciones por lo que ha hecho, les anuncia a Jesús en quien está la
salvación, y por cuyo nombre aquel paralítico había sido curado. ‘Dios ha suscitado a su siervo y nos lo ha
enviado como bendición, les dirá, para que cada uno se convierta de sus
maldades’.
Bien lo había aprendido Pedro. ‘En tu nombre echaré las redes’, le había dicho a Jesús allá en
el lago cuando Jesús se lo pide, aunque él sepa que no hay pesca porque se han
pasado la noche sin recoger nada. Y aquello que había sido hecho en el nombre
de Jesús tuvo su efecto porque la redada de peces era tan grande que reventaban
las redes y casi se hundían las barcas. ‘Lo
que pidáis al Padre en mi nombre’, nos enseñará luego Jesús para que
sepamos hacer con todo sentido y profundidad nuestra oración. Es por lo que la
Iglesia concluye siempre sus oraciones litúrgicas invocando el nombre de Jesús:
‘por nuestro Señor Jesucristo’, que
decimos.
El nombre de Jesús que es nuestra salvación y nuestra
bendición. El nombre de Jesús que hemos de aprender a invocar cada vez que
emprendamos una obra buena, para reconocer cuanto de bueno nos viene del Señor,
pero que también hemos de invocar en los peligros y tentaciones porque así
sentiremos la fuerza y la gracia del Señor que nos ayuda, que está a nuestro
lado y nos fortalece con su gracia previniéndonos contra el mal. ¡Ojalá
tuviéramos más presente el nombre de Jesús en nuestros labios para bendecir su
nombre y para invoca su salvación en toda tentación!
"En mi
nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en
sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los
enfermos y se pondrán bien",
les dice Jesús a los discípulos cuando los envía a predicar por el mundo. Y en
el nombre de Jesús, como ya hemos recordado, harán caminar a los inválidos o
resucitarán a los muertos. En el nombre de Jesús queremos ir nosotros también
anunciando el evangelio de la salvación a todos los hombres, no temiendo los
peligros ni las persecuciones porque con nosotros estará siempre el Espíritu de
Jesús.
Y
san Pablo en aquel hermoso himno de alabanza y bendición al Señor,
probablemente un cántico de aquellas primeras comunidades cristianas, que nos
trascribe en sus cartas terminará proclamando que ‘ante el nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la
tierra, en el abismo y toda lengua proclama Jesucristo es el Señor, para gloria
de Dios Padre’.
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