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jueves, 22 de noviembre de 2012


¿Quién es digno de abrir el rollo y soltar los sellos?

Apoc. 5, 1-10, Sal. 149; Lc. 19, 41-44
‘¿Quién es digno de abrir el rollo y soltar los sellos?’ La visión continúa. Ayer contemplábamos la liturgia celestial y nos queríamos unir con nuestra alabanza al canto a la gloria del Señor. Ayer contemplábamos al Creador del universo, Señor Soberano de todas las cosas, y hoy vamos a contemplar al Cordero que se ha sacrificado y nos ha comprado con su Sangre.
Es Cristo, el Señor, nuestro Salvador y nuestro Redentor. Podíamos recordar aquí lo que nos diría san Pedro en sus cartas cuando nos habla de que no  hemos sido comprados ni a precio de oro ni de plata, sino al precio de la Sangre de Cristo derramada por nosotros.
‘Entonces vi delante del trono, rodeado por los seres vivientes y los ancianos, a un Cordero en pie; se notaba que lo habían degollado… y el Cordero se acercó, y el que estaba sentado en el trono le dio el libro con su mano derecha’.
 Es Cristo verdadera Palabra y revelación de Dios en esa imagen del Cordero que va a abrir el rollo de la revelación para darnos a conocer todo el misterio del amor de Dios. Una cosa sí sabemos y es que los libros en la antigüedad tenían esa forma de rollos, que no tenían la encuadernación que tienen nuestros libros hoy. Recordamos que el Apocalipsis comenzaba diciéndonos ‘esta es la revelación que Dios ha entregado a Jesucristo para que muestre a sus siervos lo que tiene que suceder’. Ahora contemplamos al Cordero que toma de la mano del que está sentado en el trono el libro de la revelación de Dios.
‘Y entonaron un cántico nuevo: Eres digno de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque fuiste degollado, y con tu sangre has comprado para Dios, hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación; has hecho de ellos una dinastía sacerdotal, que sirva a Dios y reine sobre la tierra’. Es el cántico al Cordero pascual que ha sido inmolado; Cristo es nuestra Pascua. Ya no será la pascua recuerdo de la Antigua Alianza, sino será la Pascua en la Nueva Alianza de la Sangre del Cordero. Es el Cordero de Dios, como anunciaba y señalaba el Bautista, el que quita el pecado del mundo.
Es aquel que no sólo nos ha redimido de nuestro pecado cuando ha derramado su sangre por nosotros y por todos los  hombres para el perdón de los pecados, sino que nos ha regalado su Espíritu para darnos nueva vida haciéndonos hijos de Dios. Es quien se ha hecho en todo semejante a nosotros, pero para levantarnos y elevarnos, para darnos una dignidad nueva, para configurarnos con El y hacernos partícipes de su sacerdocio y de su heredad. Somos el nuevo pueblo, el pueblo de la Alianza nueva y eterna, el pueblo sacerdotal que participa del sacerdocio de Cristo, pues con Cristo hemos sido hechos de nuestro bautismo sacerdotes, profetas y reyes.
‘Nos hiciste para nuestro Dios reyes y sacerdotes’, hemos repetido y meditado en el salmo y por eso cantábamos jubilosos la alabanza del Señor. ‘Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de sus fieles, que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey… que los fieles festejen tu gloria y canten jubilosos en filas…’
Desde un principio hemos dicho que el Apocalipsis es un libro de esperanza porque es anuncio y revelación de la victoria de Cristo sobre el mal. Cuando hoy contemplamos cómo en la sangre de Cristo hemos sido redimidos de tal manera que así nos hace partícipes del misterio y de la vida de Cristo no es para menos esa esperanza de la que se llena nuestro corazón.
Grande será el peso de nuestros pecados que nos abruma el corazón, oscuros pueden ser los momentos por los que pasamos en las tribulaciones de la vida, pero mayor es el amor del Señor que nos anuncia ese triunfo sobre el mal, nos revela lo que es el amor de Dios y nos llena de nueva vida. Serán entonces muchos los motivos para amar al Señor, para darle gracias y para cantar eternamente sus alabanzas.

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