Ardor y entusiasmo de Pablo que le lleva de un lugar para otro anunciando el evangelio
Hechos, 18, 1-8; Jn. 16
Contemplamos a Pablo que llega a Corinto después de la
corta visita que hizo a Atenas. Corinto era una ciudad importante, centro
comercial, capital de la provincia de Acaya y puerto importante del imperio
romano.
Será un centro muy importante para la predicación de
Pablo que siempre buscará lugares estratégicos desde donde luego se pueda
extender el anuncio de la Buena Nueva de Jesús por todos sus alrededores. Vemos
la importancia que le da Pablo a este lugar por el tiempo que pasa aquí en
diferentes ocasiones, las diferentes visitas que realiza y en el nuevo
Testamento conservamos dos cartas del apóstol a esta comunidad, aunque
realmente se puede deducir que fueron más las que les escribió ante los
diferentes problemas que surgían en la comunidad de Corinto.
Comienza relacionándose con la comunidad judía del
lugar; habiendo conocido a Aquila y su mujer Priscila que venían de Roma tras
la expulsión de los judíos por el emperador Claudio, se establece con ellos,
porque además tienen el mismo oficio; se dedicaban a fabricar tiendas. Los
sábados va a la Sinagoga tratando de convencer a judíos y griegos que Jesús es
el Salvador. Al llegar Silas y Timoteo, que le habían acompañado anteriormente
pero se habían quedado por Tesalónica, se dedica enteramente a la predicación
del Evangelio.
Pronto surgen las disputas con los judíos ante su
fuerte oposición y se dirigirá en delante de manera más directa a los gentiles.
Algo repetido ya en otras ocasiones en el primer viaje de Pablo. Señales de
Dios de que el evangelio ha de ser anunciado a todas las gentes, no sólo a los
judíos.
Unas puertas se cierran ante el avance del Evangelio
pero otras se van abriendo al mismo tiempo. Ya escuchamos la visión que había
tenido Pablo de que un macedonio le pedía que viviera ayudarle, y conocemos
cómo desde el principio había sido escogido por el Señor, recordemos la visión
a Ananías, para ser mensajero del evangelio a los gentiles. Volveremos a
escuchar la voz del Señor que le habla y le pide que se mantenga firme en el
anuncio del Evangelio por fuerte que sean las dificultades. Será la tarea del
apóstol que así irá recorriendo todo aquel mundo antiguo haciendo el anuncio
del evangelio.
Contemplar y reflexionar sobre esta trayectoria de san
Pablo en sus viajes apóstolicos con sus dificultades pero también con el
ardor entusiasmo con que iba de un lugar
para otro anunciando el evangelio nos anima y nos estimula. Sentimos en nuestro
interior la inquietud de la fe, la inquietud de que el Evangelio sea en verdad
luz para nuestro mundo que muchas veces vemos tan distanciados de los valores
del evangelio y de todo sentido de religiosidad verdadera. Querríamos que en
verdad la semilla de la Palabra de Dios fuera plantada en todas partes y
llegara a dar fruto en los corazones de los hombres y de las mujeres de nuestro
tiempo.
Pero no se nos puede enfriar ese ardor, no podemos
perder el entusiasmo, la inquietud tiene que mantenerse viva. Siempre habrá un
nuevo lugar donde anunciar, un nuevo medio por el que llegar a los otros, unas
nuevas personas que acopan esa semilla. Nosotros tenemos que ser sembradores en
el nombre del Señor. La hacemos en el boca a boca de ir compartiendo con los
que están a nuestro lado la fe que vivimos, la gracia de Dios que
experimentamos en nuestro corazón, o nos valdremos de mil cosas que puedan
estar a nuestro alcance para hacer ese anuncio.
Hoy utilizamos también estos medios que la técnica
moderna nos permite tener de internet, de redes sociales, y de tantos medios de
comunicación que tenemos a nuestro alcance, y que son púlpitos desde los que en
este mundo globalizado podemos hacer llegar el mensaje al último rincón.
Confieso que me admiro, y doy gracias a Dios por ello, de los lugares tan
dispares en nuestro ancho mundo al que llega la-semilla-de-cada-día, este
humilde y sencillo blogs - en el que ahora mismo estas leyendo este mensaje -
con el que quiero trasmitir también la luz del evangelio en medio de nuestro
mundo.
Que no perdamos nunca el ardor y el entusiasmo. Que no
nos falte nunca la fuerza y la asistencia del Espíritu Santo.
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