Sab. 1, 1-7;
Sal. 138;
Lc. 17, 1-6
‘Los apóstoles le pidieron al Señor: Auméntanos la fe’. Que sea esa también nuestra súplica, nuestra petición. Queremos creer y queremos que nuestra fe sea grande, sea firme, envuelva de verdad toda nuestra vida. Aunque tenemos todas las razones para creer, cuando tanto nos sentimos amados por el Señor, sin embargo muchas veces dudamos, nos sentimos débiles, se nos tambalea la fe.
Los discípulos le hacen esta petición al Señor después que Jesús les haya hablado de los escándalos que hacen tanto daño, pero también del arrepentimiento, de la corrección y del perdón. No les era fácil todo aquello que Jesús les decía; lo que Jesús les estaba pidiendo exigía que muchas cosas tenían que cambiar en el corazón y no siempre es fácil. Por eso, quieren creer en Jesús y le piden ‘auméntanos la fe’.
De lo que Jesús les habla también es actual para nosotros hoy. No podemos permitirnos hacer daño a nadie, ni que nadie haga daño a los otros. Pero ahí está esa realidad sangrante. Ya lo dice Jesús ‘es inevitable que sucedan los escándalos’, porque en nuestra debilidad podemos con nuestras malas obras, con nuestro mal ejemplo, inducir a otros al mal; que eso es el escándalo. Pero nos dice Jesús ‘¡cuidado!’ y hemos de estar atentos y vigilantes, para que nunca llevemos a nadie por caminos malos.
Por otra parte nos habla de la necesaria corrección que tiene que haber entre nosotros, que hemos de sentirnos como una familia; y los que se quieren se ayudan; y tenemos que ayudar al hermano que comete un error o hace algo malo para que se arrepienta, se corrija, se convierta al Señor.
Y en consecuencia tener esa disponibilidad también en nuestro corazón para perdonar. Cuánto nos cuesta. ¿Nos creeremos tan perfectos que no somos capaces luego de ser compresivos con el hermano que nos haya hecho malo o nos haya ofendido? Esa disponibilidad para perdonar ,y aquí nos recuerda san Lucas lo que se nos dice en otros lugares del evangelio en donde Jesús nos popondrá incluso una parábola, exige por nuestra parte humildad y mucha valentía, pero sobre todo mucho amor y generosidad en el corazón. ‘Si te ofende siete veces en un día y siete veces vuelve a decir; lo siento, lo perdonarás’. Lo que en otro lugar nos habla de las setenta veces siete en la pregunta de Pedro.
Son situaciones las que nos señala hoy el evangelio en las que necesitamos tener ese corage de la fe. Por eso los discípulos piden: ‘auméntanos la fe’. Como aquel hombre que venía a pedirle a Jesús que le curara a su hijo y Jesús le pregunta si tiene fe, y le pide con toda la fuerza de su corazón ‘Señor, yo creo, pero aumenta mi fe’.
‘Si tuviérais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera, arráncate de ahí y plántate en el mar, y os obedecería’. El poder de la fe. Todo lo que podemos hacer si en verdad ponemos toda nuestra fe en el Señor. Y no se trata de ir arrancado moreras y plántandola en otro sitios, o cambiando las montañas de lugar. Pero sí se trata de sentir la fortaleza del Señor en nuestra lucha de cada día; sentir cómo el Señor está con nosotros en ese camino de superación; sentir la gracia de Dios que mueve nuestro corazón para lo bueno, para amar, para perdonar, para ayudar, para hacer el bien.
Le pedimos, sí, al Señor con toda nuestra fuerza. Creemos en ti pero auméntanos la fe.
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