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lunes, 25 de abril de 2011

Seguimos diciendo éste el día en que actuó el Señor

Seguimos diciendo éste el día en que actuó el Señor

Hechos, 2, 14.22-32; Sal.15; Mt. 28, 8-15

Seguimos diciendo ‘éste el día en que actuó el Señor…’ Seguimos sintiendo la alegría y el gozo de la resurrección del Señor. Seguimos viviendo el hoy de la resurrección del Señor, el hoy de nuestra salvación. Toda esta semana de la octava de Pascua es como un día grande que se prolonga a lo largo de los ocho días como si fuera uno sólo que seguimos viviendo con la misma solemnidad y alegría. Decimos hoy también ‘éste es el día en que actuó el Señor’.

Durante toda esta semana iremos contemplando en el evangelio diversos momentos en torno a la resurreción de Jesús. Porque seguimos meditándolo, rumiándolo hondamente en nuestro corazón. Seguimos afirmando nuestra fe en Cristo resucitado. Y eso tanto en el texto de los Hechos de los Apóstoles, que además será la primera lectura de todo nuestro tiempo de pascua, como en los textos del evangelio que se nos proclaman.

Es importante para afirmar la resurrección de Jesús la primera escena del evangelio en el encuentro con el Señor resucitado de las mujeres que fueron al sepulcro, como ya escuchábamos en la noche de la vigilia pascual. Pero importante para esa misma afirmación es la segunda parte del evangelio con el engaño y soborno que pretendían con que los guardias dijeran que mientras ellos estaban durmiendo los discípulos se habían robado el cuerpo de Jesús. Un hecho que se vuelve contra ellos, porque en cierto modo es una afirmación y reconocimiento del hecho de la resurrección, del que los guardias son los primeros testigos. Repito, todo nos viene a reafirmar en nuestra fe en el Señor resucitado.

Como escuchábamos, ‘mientras las mujeres se marchaban a toda prisa, impresionadas y llenas de alegría’ por lo que los ángeles les habían anunciado, para ‘anunciarselo a los discípulos’, Jesús les sale al encuentro. ‘Alegraos… no tengáis miedo’. Nos dice el evangelista que ‘ellas se acercaron, se postraron ante El y le abrazaron los pies’. Sorpresa, alegría, se encontraban con Jesús. Era un reafirmar lo que los ángeles les habían anunciado. Allí estaba Jesús.

Y está ahora el envío de Jesús: ‘Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán’. En Mateo, en la brevedad con que trata el hecho de la resurrección, la aparición de Cristo resucitado a los discípulos se desarrolla en Galilea. Los otros evangelistas, sobre todo Lucas y Juan, nos hablan más de las apariciones de Jesús en Jerusalén.

Pero sea una cosa u otra hay algo que podemos destacar. El encuentro con Cristo resucitado entraña siempre una misión. El encuentro con el Señor que nos llena de vida, de alegría, que nos hace crecer en nuestra fe, nos impulsa siempre al encuentro con los demás, al anuncio que de Jesús tenemos que hacer siempre a los demás. Quien cree en Jesús se hace misionero, anunciador del evangelio. Quien cree en Jesús ese regalo grande que ha recibido de Dios que es su fe ha de compartirlo con los demás. Nos sentiremos siempre enviados.

En este sentido, aunque sea brevemente, hagamos referencia al discurso de Pedro, en el mismo día de Pentecostés. Han recibido el Espíritu del Señor e inmediatamente salen a anunciar a Jesús a los demás. Aunque pudiera parecer atrevimiento el hablar con la claridad que hace Pedro ante unas personas que cincuenta días antes han crucificado al Maestro. Ese Jesús a quien vosotros matásteis colgándolo de un madero, Dios lo resucito rompiendo las ataduras de la muerte. Y es que el que cree en Jesús tiene que ser siempre valiente para dar testimonio del Señor, de su fe en todo momento y ante todos.

Que el Señor nos haga crecer y madurar en nuestra fe de esa manera y nos dé esa valentía para anunciarlo.

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