Hebreos, 11. 32-40;
Sal. 30;
Mc. 5, 1-20
Como escuchamos el pasado sábado Jesús había marchado a la otra orilla con los discípulos. Ya recordamos las incidencias del huracán que se desató en el lago y el milagro de Jesús. Ahora llega a tierras que quedan fuera en cierto modo de la influencia de los judios, ‘la región de los Gerasenos’, como dice el evangelista.
Aquí se va a manifestar también el poder de Jesús y podríamos decir en cierto modo el sentido de su misión. Es nuestro Salvador y Redentor, el que nos viene a liberar de todo mal, nos quiere arrancar de la muerte del pecado para darnos una vida nueva. Lo que aquí sucede nos lo ayuda a comprender pero también lo que es la realidad de nuestra vida de pecado, de la que nos cuesta arrancarnos; en cierto modo, dejándonos arrastrar por la tentación del maligno, como que rechazamos o nos oponemos a la acción salvadora de Jesús.
Cuántas veces nos hacemos oídos sordos a la llamada de la gracia; cuántas veces aunque sabemos que hacemos mal nos empecinamos en él y no queremos reconocer ese error de nuestra vida. Algo así se nos manifiesta en todo ese episodio que nos narra el evangelio.
‘Apenas desembarcó, le salió al encuentro un hombre poseído de espíritu inmundo’. El evangelista nos da muchos detalles y circunstancias de lo que sucedía a aquel hombre poseído por el espíritu del maligno. ‘Viendo de lejos a Jesús se echó a correr, se postró ante El y gritó a voz en cuello: ¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo?... no me atormentes’. Reconoce a Jesús y reconoce lo que Jesús quiere hacer con él. Jesús estaba queriendo expulsar aquel espíritu maligno de aquel hombre. Pero habia un rechazo, no quería, y al final le pide que lo arroje a la piara de cerdos que se despeñarán roca abajo sobre el lago.
Pero el episodio no termina aquí, porque viniendo las gentes de aquel lugar, al enterarse de lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos, le van a pedir a Jesús que se marche de aquel sitio. No quieren la presencia de Jesús.
Creo que todo ello es buena imagen de lo que nos pasa tantas veces, como ya decíamos. Allí estaba la Palabra de vida y de salvación y aquellas gentes no quieren oírla, rehúsan esa salvación porque no quieren que Jesús se quede con ellos. ¿Quizá la presencia de Jesús había trastocado sus planes o sus negocios? Si había aquellas piaras de cerdos era señal de que a eso a lo que se dedicaban los habitantes de aquel lugar; pero con lo sucedido habían tenido pérdidas en sus negocios y ganancias. ¿Qué era en verdad lo importante para aquellas gentes?
¿Qué es lo importante en nuestra vida? También en muchas ocasiones sucede que no queremos que la religión, los principios morales puedan afectar a nuestra vida o a nuestros negocios. Los olvidamos o los queremos olvidar, porque como decimos tantas veces las ganancias son las ganancias. Me viene a la mente aquella otra frase de Jesús en el evangelio ‘¿De que le vale a un hombre ganar el mundo entero si pierde su alma, si pierde la vida que en verdad es importante?’ Por eso algunas veces no queremos dejarnos conducir por la gracia del Señor, no queremos escuchar de verdad su palabra; tantos que se alejan de una vida religiosa y cristiana por no esforzarse por hacer un buen ordenamiento moral de su vida.
Aquel hombre curado quiere irse con Jesús, pero Jesús no se lo permitió. ‘Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia. Y el hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él’. Sería en cierto modo un apóstol de Jesús. como nosotros tenemos que serlo también contando y comunicando a los demás cuántas maravillas hace el Señor en nosotros.
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