Oseas, 2, 14-16.19-20; Sal. 144; Mt. 9, 18-26
Los evangelistas Marcos y Lucas cuando nos narran el episodio de la curación de la mujer de las hemorragias y la resurrección de la hija de Jairo son más detallistas en sus descripciones. Mateo, a quien hemos escuchado hoy, es mucho más escueto en el relato. Pero nos es suficiente para subrayar y comentar algunos aspectos que nos pueden enseñar y ayudar mucho.
‘Mi hija acaba de morir. Pero ven tú y pon la mano sobre ella y vivirá’, le dice Jairo con una fe admirable a Jesús. Una fe que le da entereza en los momentos difíciles que está pasando. Que a un padre se le esté muriendo una hija, de doce años como comentan los otros evangelistas, o que acabe de morir, es un momento doloroso y difícil que a muchos aboca en cierto modo a la desesperación.
Pero la fe que tiene en Jesús le da entereza, confianza total y absoluta en el Señor. En los relatos de los otros evangelistas Jesús le dice ‘como te he dicho, basta que tengas fe’, cuando vienen a anunciarle que ya ha muerto la niña y no merece la pena molestar ya al Maestro. Jesús dirá que no está muerta sino dormida, aunque la gente que se había aglomerado en la casa se reían de El. La muerte, ¿un sueño? Es una expresión que se utiliza en la liturgia que nos ayuda en nuestra fe y esperanza cristiana, porque siempre vivimos en la esperanza de la resurrección con lo que la muerte no se ve como algo definitivo sino como un sueño del que hemos de despertar.
Pero entrelazado con este relato de la muerte y la resurrección de la hija de Jairo, los evangelistas nos intercalan el episodio de la mujer que padecía hemorragias sin encontrar remedio para su mal. Pero ello viene a manifestarnos y enseñarnos lo que es una confianza total y absoluta en el Señor.’Se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría’.
Y así fue. 'Jesús se volvió y al verla le dijo: ¡Ánimo, hija! Tu fe te ha curado. Y en aquel momento quedó curada la mujer’. Qué grandioso es el amor y la misericordia del Señor. Sólo nos pide que tengamos fe en El. Y nos sanamos y nos salvamos. Y recuperamos la paz y nos llenamos de vida.
Hay cosas en la vida que nos agobian y muchas veces nos hacen perder la paz. Pasamos por momentos difíciles y nos hace falta entereza y serenidad. Nos parece que no la podemos alcanzar. Acudamos con fe al Señor y depositemos en El todos nuestros agobios, problemas, oscuridades que tengamos en la vida. Con la fe puesta en El, esa oscuridad se volverá en luz. Con la fe en El, tendremos esa entereza y serenidad para afrontar las dificultades y problemas que tengamos en la vida. Con la fe en El, mucho pudiera ser lo que nos pese en el corazón, en nuestra conciencia, pero vamos a encontrar la paz como sólo el Señor sabe darla. Con la fe en El, ese camino que nos parece calvario por los sufrimientos que sobre nosotros pesen, concluirá siempre con el resplandor de la vida y la resurrección.
Como Jairo, como aquella mujer con su cuerpo atormentado por la enfermedad y sus males, acudamos con toda confianza al Señor. El nos va a decir también: ‘¡Ánimo, hijo! Tu fe te ha curado. Vete en paz’.
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