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miércoles, 7 de julio de 2010

Los profetas, celosos de la fidelidad al Dios de la Alianza

Oseas, 10, 1-3.7-8.12;
Sal. 104;
Mt. 10, 1-7

‘Buscad continuamente el rostro de Dios’, dijimos en el salmo. Buscar el rostro de Dios es querer conocerle, querer sentirnos en su presencia, querer descubrir su amor y sentirnos amados e inundados de Dios. Descubrir ese rostro de Dios y mantener al pueblo creyente en fidelidad total al Señor de la Alianza era la tarea ardiente de los profetas.
Estos día hemos venido escuchando al profeta Oseas. Un profeta celoso de la fidelidad al Dios de la Alianza frente a las tentaciones que el pueblo sufre continuamente de abandono para irse tras los ídolos de aquellos pueblos en medio de los cuales habitaba. Es la denuncia que le hemos venido escuchando. ‘Con su plata y su oro se hacían ídolos para hundirse. Un escultor los hizo y no es Dios’, escuchábamos ayer la denuncia del profeta. Como luego replicaba el salmo ‘nuestro Dios está en el cielo… sus ídolos, en cambio, son plata y oro, hechura de manos humanas; tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven…’ y así seguía describiéndolos el salmo para invitarnos a confiar en el Señor que es nuestro auxilio y nuestro escudo.
En ese mismo sentido lo hemos escuchado hoy recordando cuanto han recibido del Señor, pero sin embargo su corazón se ha desviado del camino recto dejándose arrastrar por la idolatría. ‘Israel era una viña frondosa y daba fruto: cuanto más eran sus frutos, más aumentó sus altares’. Lo que nos recuerda a otros profetas que hablan de Israel como la viña del Señor pero que no supo dar buenos frutos, sino frutos amargos de infidelidad y de pecado. Nos recuerda también la parábola de Jesús en el evangelio que nos hablará de los viñadores que no dieron los frutos y rendimientos que se esperaba de ellos cuando se les había arrendado la viña.
Aunque nos pueda parecer lejano el mensaje de los profetas que hablaban a las situaciones concretas que vivía el pueblo de Dios en su tiempo, sin embargo siguen siendo para nosotros palabra de Dios, que viene a iluminar nuestras situaciones y que nos invitan también a buscar sinceramente el rostro del Señor como decíamos en el salmo y recordábamos al principio de esta reflexión.
No serán dioses a la manera de los ídolos antiguos los que puedan atraernos a nosotros, pero sí hemos de reconocer que estamos tentados de muchas maneras de manera que nuestra fe se debilite o no mantengamos debidamente esa fidelidad al Señor que tiene que traducirse en santidad en nuestra vida. Es Palabra del Señor que hemos de escuchar en lo hondo del corazón y a la que hemos de dar respuesta. Es importante esa escucha que hagamos de los profetas que también nos pueden ayudar mucho en el camino de nuestra fe.
Y finalmente una palabra del evangelio. Si ayer escuchábamos cómo Jesús nos invitaba a rogar al Dueño de la mies para que envíe trabajadores a su mies, hoy hemos escuchado la elección que Jesús hace de los doce Apóstoles. De entre todos los discípulos que siguen a Jesús escoge Jesús a doce a quienes va a confiar una misión especial, partícipes de su misma misión. ‘Les dio autoridad para expulsar espíritu inmundos y curar toda enfermedad y dolencia… y los envió: id y proclamad que el Reino de los cielos está cerca’.
Van a constituir lo que llamamos el Colegio Apostólico. Aquellos a los que Jesús confía una misión especial en medio de su Iglesia. Serán columnas y fundamentos de la Iglesia, como hemos venido reflexionando estos últimos días que hemos celebrado fiestas de Apóstoles.
‘Has cimentado tu Iglesia sobre la roca de los apóstoles para que permanezca en el mundo como signo de santidad y señale a todos los hombres el camino que nos lleva hacia ti’. Así reconoce la Iglesia en su liturgia la función y la misión de los Apóstoles a quienes vemos cómo hoy Jesús elige de manera especial y les da su propia autoridad. Ya sabemos como sucesores de los Apóstoles a quien Cristo ha confiado esa autoridad están los Obispos, y junto a ellos todos los pastores que colaboran con ellos en la acción pastoral y santificadora de la Iglesia.
Respuesta, por nuestra parte, de fe, de comunión con nuestros pastores y de oración, como ya ayer siguiendo las indicaciones de Jesús hacíamos pidiendo trabajadores al Dueño de la mies.

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