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viernes, 2 de julio de 2010

El verdadero camino hacia Dios es la misericordia.


Amós, 8, 4-6.9-12;
Sal. 118;
Mt. 9, 9-13

El relato del evangelio es la vocación de Mateo. Pero aparte de la disponibilidad y generosidad para seguir a Jesús cuando le llama, el evangelio quiere decirnos más cosas. Nos está manifestando cómo es la misericordia del Señor que nos ama y nos busca allí donde estemos. Cómo tiene que ser también la misericordia de la que llenemos nuestro corazón.
Por una parte, como hemos dicho, la vocación de Mateo. Allí estaba ‘sentado al mostrador de los impuestos’. Era su oficio, su trabajo, aunque no fuera bien visto por los judíos, que los consideraban con desprecio a todos los de este oficio como pecadores, designándolos con la palabra de ‘publicanos’. Allí estaba Mateo y Jesús que le vio al pasar que le dice: ‘Sigueme. El se levantó y lo siguió’. Como un día Pedro y Andrés, Santiago y Juan, que dejaron las barcas y se fueron con Jesús cuando escucharon también esa voz que les llamaba.
‘Y estando a la mesa en casa de Mateo - ¿habría hecho un banquete para celebrar la llamada del Señor y para despedirse de sus amigos porque comenzaba una nueva vida para él? – muchos publicanos y pecadores se sentaron con Jesús y sus discípulos’. No rehuye Jesús la presencia de los pecadores. A todos busca. Para todos quiere ser signo del amor y la misericordia de Dios.
Pero no todos lo entienden de la misma manera. ‘Los fariseos al verlo, preguntaron a los discípulos: ¿cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?’ Pero Jesús es el médico que viene a sanar a los enfermos, el buen pastor que busca la oveja perdida aunque sea en lo más hondo de los barrancos, el signo del padre que lleno de amor está siempre esperando la vuelta del hijo perdido para darle su abrazo de padre y vestirle el vestido de los hijos.
‘No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos’, sentencia Jesús. ¿Os creéis vosotros sanos que no necesitáis del médico? Pero Jesús les sigue diciendo: ‘Andad, aprended lo que significa misericordia quiero y no sacrificios, que no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores’. Si no habéis llenado vuestro corazón de misericordia sois vosotros también los que necesitáis del medico, para vosotros es también la misericordia de Dios para que de ella llenéis el corazón. ¿Os creéis justos? Mira a ver cuál es la medida real del amor de tu corazón.
Nos lo está diciendo el Señor a nosotros también. A nosotros nos busca para mostrarnos su misericordia, para ofrecernos su amor y su perdón que bien lo necesitamos porque somos pecadores. Pero a nosotros también nos está enseñando a que llenemos nuestro corazón de misericordia, de compasión, de amor. En esa misericordia nosotros aprendamos también a respetar a los demás, a valorar a toda persona, a quitar cualquier atisbo de discriminación que pudiera aparecer en nuestro corazón.
Será la misericordia del Señor que manifestemos en nuestra vida con la que conquistaremos el mundo, con lo que despertemos en los demás deseos de Dios. La misericordia es el mejor camino que podemos ofrecer y vivir nosotros para ir hasta Dios. Mostrémonos siempre como personas de misericordia. Que la Iglesia se presente siempre ante el mundo como esa madre de misericordia que nos descubre el amor de Dios que nos ama y nos perdona.

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