Hechos, 4, 1-12;
Sal. 117;
Jn. 21, 1-14
Una primera impresión del hecho de que Pedro y algunos de los Apóstoles se volvieran de nuevo en Galilea a pescar pudiera parecernos como que Pedro y los discípulos se vuelven a la tarea de siempre retornando a la barca y a las redes que un día habían dejado para seguir a Jesús cuando los había llamado para ser pescadores de hombres.
Con ser totalmente legítima esta explicación, sin embargo en esta escena que concluye con la manifestación de Cristo resucitado podemos encontrar un hermoso mensaje con sentido eclesial.
Me explico. La barca, las redes, la pesca son imágenes que muchas veces hemos interpretado en referencia a la Iglesia. En esa barca en su travesía por el lago, o, si queremos, atravesando profundos mares podemos ver a la Iglesia, de la comunidad de los discípulos de Jesús en medio del mar de este mundo no siempre tan calmo y muchas veces azaroso y lleno de peligros.
Pedro se va a pescar y con él algunos de los discípulos que están en Galilea. ‘Me voy a pescar… vamos también nosotros contigo’. Y nos detalle el evangelista a ‘Tomás, apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos’.
La faena fue infructuosa hasta que desde la orilla del lago alguien les señala por donde han de lanzar las redes. Allí estaba Cristo resucitado, aunque por la distancia o la tenue luz del amanecer no lo reconozcan. Sin Jesús la tarea era infructuosa. Con Jesús todo cambia hasta el punto ‘que no tenían fuerzas para sacar la red, por la multitud de peces’.
Ahí va la primera lección para nosotros, para la Iglesia, que no seríamos nada, ni nada podríamos hacer de provecho si nos falta Jesús. la Iglesia sin Jesús no sería Iglesia; podría ser cualquier cosa, una reunión de amigos o una sociedad con unos fines determinados. Con Jesús es otra cosa, otra es su tarea y su misión, como otros serían también los frutos que se obtuvieran.
Será el discípulo amado – otra vez el amor por medio – el que reconozca a Jesús. El mejor camino para reconocer a Jesús que nos sale al encuentro de tantas maneras, en tantas ocasiones y en tantas personas. Pongamos las lentes del amor en nuestros ojos, pongamos el filtro del amor en nuestro corazón. Veremos a Jesús, conoceremos y reconoceremos al Señor que viene a nuestro encuentro.
‘Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua’, porque le impacientaba el ir remando o tirando de las redes. Quería llegar pronto hasta Jesús. quería estar a su lado. Cómo tenemos que correr hasta Jesús para estar con El. Sin El nada somos; en su palabra, con su fuerza, con su gracia cuánto podemos hacer.
Es nuestra piedra angular, aunque sea desechada por los arquitectos, aunque sea desechada por tantos que se creen sabios y entendidos. Sólo los sencillos pueden conocer las cosas de Dios, porque es a ellos a quienes Dios se revela de manera especial. El es el verdadero fundamento de nuestra vida. El que lo es todo para nosotros.
Sigamos sintiendo el gozo de la Pascua, de la presencia de Cristo resucitado. Que siga saliéndonos a nuestro encuentro cuando nos vayamos a la pesca, cuando estemos en nuestras responsabilidades o cuando queramos hacer algo por los demás. El sigue saliendo al encuentro de su Iglesia, en medio de ella está y ahí tenemos que saber reconocerle.
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