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miércoles, 4 de noviembre de 2009

Tendremos que conocer la meta antes de emprender el camino

Rom. 13, 8-10
Sal. 111
Lc. 14, 25-33


‘¿Quién de vosotros si quiere construir una torre no se sienta primera a calcular los gastos a ver si puede terminarla?’ El evangelio dice que ‘mucha gente acompañaba a Jesús’. Siguen a Jesús, pero ¿por qué le siguen? ¿hasta donde están dispuestos a llegar? Y a la hora de plantear el interrogante no sólo les habla de construir la torre sino también del rey que va a hacer la guerra.
¿Qué nos quiere decir Jesús? Creo que nos quiere hacer pensar. Tendríamos que conocer la meta antes de emprender el camino. Tendremos que conocer los planes antes de iniciar una obra. Tendremos que conocer las exigencias antes de hacer una opción de vida. Tendremos que conocer cuál es el sentido de Cristo antes de decir que nos llamamos cristiano.
La cosa es seria. Si queremos seguir a Jesús necesariamente tenemos que querer conocerle, buscarle a fondo, como aquellos primeros discípulos que preguntaban ‘Maestro, ¿dónde vives?’ y es que nos encontramos con muchas carencias en el conocimiento de Cristo y su evangelio, lo que es su plan de vida y salvación. ‘¿Dónde vives?’ es algo más que saber un lugar. Alegremente nos llamamos cristianos sin haber profundizado lo suficiente en lo que es el meollo de nuestra fe.
Nos decimos cristianos y nos contentamos con vivir como todos, sin diferenciarnos mucho de los que no tienen fe o tienen otros planteamientos distintos en la vida y distantes de lo que son los principios cristianos o lo que nos dice el evangelio. Muchas veces por ignorancia, vamos a decir.
Hemos de tener claro que cuando hacemos una opción por Jesús, o sea, nos decidimos a ser cristianos de verdad, porque queremos seguirle y ser sus discípulos, hemos de saber bien qué camino emprendemos, cuál es el sentido que quiero darle a la vida, cuál el planteamiento que me hago en mi relación con Dios, conmigo mismo, con los demás o con la sociedad y el mundo en el que vivo. Eso nos exigirá ese conocimiento de Jesús, de su evangelio, de lo que es la doctrina cristiana, o sea, en qué consiste la fe que tengo en Jesús.
Hoy Jesús nos habla en el evangelio de renuncias, de tomar la cruz para seguirle, de qué es lo que tengo que poner en primer lugar en mi vida. Precisamente por esto último, por cuál es la cosa que va a tener lugar preferencial en mi vida, es por lo que Jesús nos habla de esa renuncia y de esa cruz, de ese valor relativo que tengo que darle a las cosas materiales, etc…
Quitar esos apegos del corazón suele ser algo doloroso. Ir a la contra de lo que es el sentido del mundo para poner a Dios y su amor en el primer lugar y en el centro de mi vida, es algo que nos tiene que costar. Decir no a cosas que nos pueden encantar puede ser algo costoso y difícil en ocasiones. Muchas son las cosas, e incluso las personas y uno mismo que tengo que posponer para en verdad llamarme su discípulo.
Vivir en un estilo de amor generoso hasta el límite de lo infinito algunas veces nos puede costar porque bien sabemos que se nos mete el egoísmo, el orgullo y tanta pasión por medio que nos hace tambalearnos.
Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío… quien no renuncia todos sus bienes…’, que le atrapan y le esclavizan, ‘no puede ser discípulo mío’.
‘A nadie debáis nada, más que amor; porque el que ama tiene cumplido el resto de la ley’,
que nos decía san Pablo en la carta a los Romanos. ‘Amar es cumplir la ley entera’. Es lo que nos pide Jesús.

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