Rom. 15, 14-21
Sal. 97
Lc. 16, 1-8
Sal. 97
Lc. 16, 1-8
Una parábola que siempre desconcierta. Y nos desconcierta porque nos habla de un administrador injusto, o sea, de alguien que no está actuando correctamente y si mal había administrado antes que su amo le pidiera cuentas, después se vale de su cargo para hacer sus apaños corruptos que le beneficiarían a posteriori.
¿Qué nos quería decir Jesús? ¿por qué nos propone esta parábola tan desconcertante a primera vista? Porque ciertamente la parábola casi termina con una felicitación del amo por la astucia con que actuó. ¿Nos justifica eso las malas mañas? Seguro que no. Por eso hemos de buscar el verdadero sentido de la parábola y no quedarnos en apariencias.
Pero Jesús sí nos hace pensar con su sentencia final. ‘Ciertamente los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz’. El que obra el mal se vale de lo que sea para conseguir sus fines. Pone su empeño, su ingenio, todo lo que sea por conseguirlo.
Y nosotros ¿qué hacemos? ¿en verdad nos esforzamos por mostrarnos siempre como hijos de la luz? Tenemos de nuestra parte la verdad de Dios, a Jesucristo y su evangelio; sabemos cuál es el camino de rectitud, de amor, de justicia por el que tenemos que caminar; se nos ofrece la vida eterna, la gloria del cielo como premio, ¿nos afanamos por conquistarla? ¿Qué camino preferimos o escogemos? ¿El camino del amor, de la justicia, de la verdad, la santidad, o buscamos otras cosas donde simplemente nos dejemos arrastrar por la pasión, envolver por nuestro egoísmo, seducir por la pereza y el engaño?
Lo que nos cuesta esfuerzo lo dejamos de lado para otro momento. Lo que nos exige superación, ya en otro momento comenzaremos. Esa lucha con la tentación y contra el pecado, vamos a ver qué es lo que podemos hacer porque es difícil, decimos.
Algunas veces por evitar el esfuerzo o el sacrificio vivimos una vida ramplona donde no crecemos espiritualmente, sino que más bien tenemos la tendencia de ir hacia atrás, hacia el pecado.
Esa sagacidad y astucia – dos palabras que aparecen en la parábola y en el evangelio – tendrán que significar ese esfuerzo, ese sacrificio, esos deseos de crecimiento y superación. Aunque nos cueste.
El deportista que quiere alcanzar una meta y un triunfo en su competición deportiva, tiene que sudar la camiseta, se suele decir. Será el entrenamiento previo y duro, y será toda la tensión y el esfuerzo en el momento de realizar la prueba. Es lo que necesitamos en nuestra vida cristiana, en el camino de nuestra fe y seguimiento de Jesús. Por eso El nos hablará en otras partes del evangelio de ser capaces de cargar la cruz.
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