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miércoles, 1 de julio de 2009

Le rogaron que se fuera de su país, ¿y nosotros?

Gén. 21, 5.8-20
Sal. 33
Mt. 8, 28-34


‘Jesús llegó a la otra orilla, a la región de los gerasenos…’ Ayer le contemplábamos atravesando el lago en medio de un fuerte temporal. Llegar a la otra orilla del lago de Tiberíades era ir a tierra de no judíos. En el territorio de Palestina había otros pueblos asentados. En este caso no eran judíos, lo que se puede ver incluso por sus costumbres y trabajo. ‘Una gran piara de cerdos a distancia estaba hozando’. El cerdo para el judío era un animal impuro que ni podía comer ni podían tener.
Se encuentran con unos endemoniados que salen del cementerio ‘tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino’. Los poseídos por el demonio reconocieron a Jesús y su poder; por eso lo rechazaban. ‘¿Qué quieres de nosotros, hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?’ Ya conocemos por el relato del evangelio lo sucedido. Pidieron ser metidos en los cerdos que ‘se abalanzaron acantilado abajo y se ahogaron en el agua’.
‘Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados’. Y cuando nos parecía que el pueblo agradecido por verse libre de aquellos endemoniados saldría a recibir y a acoger a Jesús, sin embargo ‘le rogaron que se marchara de su país’.
Nos extraña quizá esta actitud incomprensible. Pero la presencia de Jesús les trastocaba sus planes de vida. El cuidar de los cerdos era su modo de vida y ahora todo cambiaba. No podían permitir que Jesús siguiera con ellos, que sería para ellos una ruina económica. Nos puede parecer una respuesta demasiado economicista, pero hemos de considerar además que no eran judíos, y podían en principio comprender menos la idea de un Mesías Salvador para sus vidas.
Si nos entretenemos en estos detalles es porque todo esto puede hacernos pensar en nosotros mismos y en la acogida que nosotros podamos hacer del Señor y su Palabra de salvación. ¿No nos sucederá a nosotros de una manera semejante?
Nuestro seguimiento de Jesús y nuestra fe en El nos obligaría a hacer cambios en la vida, en la actitudes, en la forma de actuar. Porque si soy cristiano, se presupone que sigo a Jesús, que Jesús es mi vida, y en todo mi ser y mi actuar he de seguir a Jesús, he de vivir como Jesús. Pero ¿no nos sucede, y algunas veces quizá lo hemos dicho, que decimos, es que yo soy así, cómo voy a cambiar si siempre he hecho las cosas así, y cosas por el estilo?
Y ahí está por ejemplo mi forma violenta de ser y de hablar con los demás, o esos resentimientos que guardamos en el corazón porque decimos que no podemos olvidar, o esa forma intransigente que tengo con los demás… es que yo soy a sí, respondemos, es mi manera de actuar. Si eres cristiano seguidor de Jesús esas actitudes no podrías permitírtelas, tendrías que esforzarte por mejorar tus actitudes hacia los otros. Pero cuánto nos cuesta. Y puesto en la disyuntiva aunque el evangelio me pida ese cambio en mi vida, sigo siendo igual. ¿No es esta una manera de decir no a Jesús?
En muchas cosas podríamos pensar. A mí que mis negocios no me los toquen, porque los negocios son los negocios… A mí en mis relaciones en mi matrimonio, nadie tiene que decirme nada, porque eso es cosa mía… y vamos haciendo una separación entre lo que vivimos y el evangelio, y escogemos del evangelio aquello que nos conviene o que no nos exige muchas cosas…
Pero Jesús en un momento del evangelio nos dirá que estamos con El o estamos contra El. ‘El que no está conmigo, está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama…’ Y cuando nos habla de seguirle y ser sus discípulos nos pide cargar con la cruz. ‘Si quieres ser discípulo mío, niégate a ti mismo y toda la cruz de cada día y sígueme’, nos dice.
Negarnos a nosotros mismos, porque nos damos cuenta en las cosas que tenemos que decirnos no, que tenemos que cambiar en nuestra vida. Y nos costará, porque cuesta arrancar malas costumbres que se convierten en vicios, cuesta arrancar rutinas de nuestra vida.
Pero ya sabemos que es una tarea que no hacemos solos ni sólo por nuestras fuerzas, El está con nosotros, nos da la fuerza de su Espíritu. Que lo sintamos operando en nuestra vida, que nos dejemos cautivar por El.

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