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jueves, 2 de abril de 2009

Guardar su Palabra para tener vida para siempre

Gén. 7, 3-9
Sal. 104
Jn. 8, 51-59


‘Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre’. No entendían los judíos las palabras de Jesús, lo que provocaría la discusión que sigue en la que rechazan a Jesús.
Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices que quien guarde mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre? ¿eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?’
Vislumbraban que Jesús hablaba de vida eterna, de que hablaba de un vivir para siempre porque El tiene esa vida eterna y la da a quien cree en El. Contemplar a Jesús como quien tiene esa vida eterna, en una palabra, que es Dios, les costaba entenderlo.
Todos ansiamos la vida, queremos vivir, nos rebelamos contra la muerte. Pero ¿en qué vida pensamos? ¿de qué vida estamos hablando?
Es cierto que esta vida humana que tenemos es bella y que además tenemos que cuidarla como un don de Dios que es. ¿De dónde nos viene la vida sino de Dios? ¿Quién nos ha creado y nos ha dado la vida sino Dios? La protegemos, la cuidamos, la defendemos en nosotros y en los demás. Tenemos que decir incluso que Dios nos enseña a amar la vida. Toda vida. Y no hemos de temer vernos implicados en las campañas que sea para defender toda vida humana desde el primer momento de su comenzar a existir. Pero no podemos perder la perspectiva de su trascendencia, de lo importante que es la vida.
Pero Jesús hoy nos está hablando no solo de esa vida humana; nos está hablando de kla vida divina de la que El ha querido hacernos partícipes por nuestra fe en El. Una vida que tiene perspectiva de eternidad, sobrenatural; una vida divina que nos lleva a Dios y que nos llena de Dios. Habla Jesús de un vivir para siempre, de una vida eterna.
Don y regalo de Dios que en Cristo nos hace partícipes de su vida divina. La llamamos también gracia porque es un don gratuito que Dios nos ha hecho. Si nuestra vida humana, como decíamos, es hermosa y ya la vemos como un don que Dios nos ha regalado cuando nos ha creado, de esta vida divina de la gracia aún tenemos que verla como un don más precioso. Hemos dicho que es un don sobrenatural.
Cuando por nuestro pecado nos habíamos apartado de Dios, nos envía a Jesús que no sólo nos redime y nos perdona, sino que aún más nos enriquece con su gracia, con su vida divina para hacernos hijos de Dios. Es algo que no terminamos de considerar lo suficiente. Algo que sobrepasa todas nuestras categorías humanas. Algo que sería inimaginable para ningún ser humano: hacernos partícipes de la vida divina que nos hace hijos de Dios. Nada merecíamos sino el castigo por nuestro pecado, pero el Seños nos regala con el don nuevo y sobrenatural de la gracia, de la vida divina.
¿Qué necesitamos hacer nosotros? Creer en Jesús, creer en su Palabra, guardar su Palabra y veremos como El nos regala esa vida que dura para siempre. Por la fe nos unimos a Cristo. Sin la fe no lograríamos entenderlo. Creemos en Jesús y nos unimos a El. Creemos en Jesús y nos llenamos de su vida.
Ahora bien, también tenemos que cuidar, proteger, defender esa vida divina de la gracia. Que guardemos su palabra para que no sepamos lo que es morir para siempre. Cuidar, proteger y defender esa fe que tenemos en Cristo. Que crezca así nuestra fe.

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