Daniel, 3, 14-20.91-92.95
Sal. Dan. 3, 52-56
Jn. 8, 31-42
Sal. Dan. 3, 52-56
Jn. 8, 31-42
‘Si os mantenéis en mi palabra seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres’. Con lo que Jesús les había ido manifestando algunos comenzaron a creer en El. Jesús les anima a mantenerse firmes en su fe y en su seguimiento. Así serán de verdad sus discípulos. No es sólo decir que creemos en Jesús sino ponernos en su camino. Un camino, como nos dice hoy Jesús, que nos lleva a la libertad verdadera.
Cristo es la verdad. Así se los manifestaría Jesús cuando le preguntan por el camino para seguirle y para llegar hasta el Padre. En una ocasión, fue en la última cena cuando Jesús les hablaba de despedidas, le preguntaban. ‘No sabemos a donde vas, ¿cómo podemos saber el camino?’ A lo que Jesús les respondió: ‘Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí’.
Pues, Cristo es la única verdad del hombre, el único que nos da un sentido a la vida, el que nos traza el camino verdadero. Si nos decimos sus discípulos es porque le seguimos, en El hemos encontrado esa verdad y ese camino que nos conduce a la plenitud.
Conociendo la verdad de Dios que es Cristo – El es quien nos revela todo el misterio de Dios y todo el misterio y sentido del hombre -, conociendo a Cristo alcanzaremos el verdadero sentido de la vida, y cuando lleguemos a vivirlo alcanzaremos la libertad verdadera. De eso nos está hablando Jesús hoy. El no nos quiere esclavos.
El espíritu del mal no nos revela la verdad sino la mentira. El diablo es el padre de la mentira. Si nos dejamos arrastrar por el camino del mal, caeremos en peor de la esclavitudes.
Pensamos que somos más libres si seguimos el camino de nuestros caprichos. Parecemos adolescentes inmaduros ansiosos de libertad que sólo nos dejamos arrastras por nuestros caprichos o deseos más primarios. Pero sin darnos cuenta caemos en la peor de las esclavitudes.
Cristo nos libera. Cristo ilumina la vida con la luz del evangelio, con la luz de la verdad. Dejarnos conducir por Cristo, dejarnos iluminar por el evangelio no nos esclaviza sino que nos da la más honda libertad. El evangelio no nos impone nada a la fuerza. El evangelio solo nos señala el camino del bien, nos traza la ruta de nuestra vida que nos lleva a la mejor y más honda felicidad.
En mi libertad he de tener la luz suficiente para escoger el camino del bien y no el camino del mal. Por eso el evangelio siempre es luz para nuestra vida. En el evangelio no hay oscurantismos, sino que todo es claridad. Así podremos caminar los mejores pasos, hacer los mejores caminos, ir por la senda de la luz y de la vida. Las tinieblas no nos llevan a la vida sino a la muerte.
Cuando escogemos el camino del mal es que estamos confundidos; es lo que quiere hacer en nosotros el espíritu del maligno; nos confunde para hacernos caer en sus redes y esclavizarnos.
Cuando amas con un amor verdadero eres más libre. Pero digo amar con un amor verdadero, liberado de egoísmos y caprichos. Cuando solo te dejas arrastras por tus caprichos, por tu egoísmo, por tu orgullo, por tu vanidad, por tus pasiones desenfrenadas, caes al final en la peor esclavitud que es la del pecado. ‘Os aseguro que quien comete pecado es esclavo’, nos ha dicho Jesús hoy.
Que Cristo nos ilumine, nos enseñe el camino, nos descubra la verdad, nos fortalezca para el bien y para el amor. Cristo nos hace libres de verdad.
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