1Cor. 2, 1-5
Sal. 118
Lc.4, 16-30
‘Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír’. Fue en Nazaret, ‘donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura’. El texto proclamado era de Isaías. ‘El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor’.
Y ese fue su principal comentario. Allí estaba el Mesías del Señor, el ungido por el Espíritu Santo – ya sabemos que Mesías y Ungido eran decir lo mismo, porque Mesías era la palabra hebrea precisamente -. Allí estaba quien era la Buena Noticia de salvación para los pobres y para todos. Allí se proclamaba el año de gracia del Señor, el gran jubileo del perdón porque en su sangre derramada íbamos todos a alcanzar el perdón y la remisión de los pecados.
Ya conocemos nosotros por el evangelio cómo en Jesús se daban todas esas señales del Mesías anunciado por los profetas. Cuando Juan envía a sus discípulos a preguntarle si era el Mesías o habían de esperar a otro, la respuesta de Jesús es que vayan y anuncien a Juan lo que han visto y oído, porque en El se estaban cumpliendo todas las señales dadas por los profetas. ‘Los ciegos ven, lo cojos andan, los leprosos son curados y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia’.
Pero, dejando a un lado un comentario más amplio del texto con la reacción de los nazarenos, primero de admiración y de rechazo después, tratemos de escuchar esa Buena Noticia que hoy se nos ha proclamado en el hoy de nuestra vida. Y cuando digo hoy, digo en esta fecha concreta en la que estamos – piensa en el día y la hora concreta en que te estás haciendo esta reflexión -. ¿Podremos decir nosotros también ‘hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír’?
Esto es lo que tenemos que hacer para escuchar de verdad en el hoy de nuestra vida esa Buena Noticia de Salvación que es Jesús para nosotros. Miremos cómo se cumple este hoy en nuestra vida. Primero que nada tenemos que reconocer que Jesús está hoy aquí presente entre nosotros de la misa manera proclamando ese año de gracia del Señor. Aquí está ofreciéndonos su Palabra y su Salvación, su gracia salvadora que nos arranca de nuestras cegueras o de nuestra muerte para darnos vida.
Pero tenemos que decir o pensar algo más. Jesús hoy se sigue haciendo presente en nuestro mundo en su Iglesia y en todos nosotros los que creemos en El que nos ha confiado su misma misión. Y la Iglesia puede decir con toda razón ‘hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír’, porque la Iglesia sigue haciendo presente su Palabra y toda su obra salvadora.
Porque en la Iglesia se siguen dando las mismas señales que descubríamos en Jesús cuando contemplamos las obras de amor de la Iglesia que libera cautivos, da vista a los ciegos, o levanta a los caídos en tantas obras de misericordia que en sus instituciones, en sus obras benéficas, en la gente comprometida de nuestras cáritas parroquiales, en tantos y tantas religiosos y religiosas comprometidas en esa obra de amor a través de toda la Iglesia, en tantos laicos comprometidos desde su fe en tantas obras sociales a favor de los demás a lo largo de nuestro mundo. Y por ello tenemos que dar gracias a Dios, bendecir al Señor que así se hace presente en nuestras obras de amor.
Y tenemos que pensar en cada uno de nosotros, examinando nuestra vida para ver cómo damos nosotros esas señales de la presencia de Jesús a través de nuestras obras, de nuestro amor, de nuestro compromiso. Porque tenemos que ser esos signos de Jesús para los que nos rodean. Y lo seremos cuando amemos de verdad, cuando nos acerquemos al hermano que sufre, al pobre que nos tiende la mano, al que tiene una carencia de amor y nos está pidiendo nuestro cariño y nuestra atención. Cuántos gestos de amor podemos realizar cada día con los que nos rodean. Cuando seamos capaces de hacerlo, podremos decir como Jesús, ‘hoy se está cumpliendo esta Escritura que acabamos de oír’.
Somos también los ungidos por la fuerza del Espíritu Santo enviados para anunciar esa Buena Noticia de Salvación. Recordemos la unción de nuestro Bautismo y de nuestra confirmación. Proclamemos con nuestra vida y con nuestras obras ese año de gracia y salvación que Jesús nos ofrece.
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