La
experiencia del encuentro pone alas en el corazón y alegría en el alma para
hacernos evangelizadores de la Buena Noticia
Cantar de los Cantares 3, 1-4b; Salmo 62;
Juan 20, 1-2. 11-18
Qué gozo y alegría sentimos en nosotros
y cómo pronto buscamos la manera de contárselo a alguien cuando una persona
querida y apreciada, un amigo por la razón que sea no lo hemos podido ver en
mucho tiempo, y ya parecía que habíamos perdido todo contacto con él, de pronto
nos lo hemos encontrado. El abrazo de amistad no puede faltar y todas las
manifestaciones de afecto que nos salen del corazón; pronto comenzaremos a
contarnos cosas, las experiencias que hayamos tenido en esa ausencia,
buscaremos la forma de no perder contacto, es más, nos prometemos volver a
vernos pronto. Y como decíamos, casi de inmediato le llevaremos la noticia a la
gente de nuestro entorno, que sabían de nuestro desasosiego por la pérdida o la
ausencia ahora recuperada, todos participarán de nuestra alegría.
Aunque habían sido pocas horas María
Magdalena estaba viviendo esa angustia desde la pasión de Jesús y su muerte de
la que ella había sido testigo pues al pie de la cruz también estaba con aquel
pequeño grupo que con María y con Juan habían podido llegar hasta el calvario.
Ella fue de las mujeres que estaban atentas en los detalles de la sepultura
hecha con prisas en la tarde de las vísperas de la pascua para pasado el
descanso sabático suplir los ritos funerarios que no habían podido realizar.
Con las otras mujeres había venido aquel primer día de la semana desde el
amanecer, pero se habían encontrado la piedra de la entrada del sepulcro
corrida y allí no estaba el cuerpo de Jesús.
Yo llamo a ese amanecer la mañana de
las carreras en el ir y venid a comunicar en principio la mala noticia de la
desaparición del cuerpo de Jesús, la venida de algunos discípulos, Pedro y
Juan, para comprobar la veracidad de lo que contaban, mientras algunas de ellas
por su parte se habían visto a Jesús que les había salido a su encuentro.
Pero María Magdalena no se lo podía
creer. Lloraba y se preguntaba donde estaba el cuerpo de Jesús entrando incluso
con aquellos Ángeles que eran los que ahora le daban esperanzadoras noticias.
Una oportunidad es preguntar a
cualquiera que aparezca por el lugar y si es el encargado del huerto mejores
noticias les puede traer. Es el diálogo de Magdalena con la que ella creía era
el hortelano ofreciéndose a si le decían donde estaba ella por si mismo lo
traería para darle digna sepultura.
Sus lágrimas cegaban sus ojos, sus
lágrimas le hacían perder perspectivas de vida, sus lagrimas la encerraban en
si misma para no ver más allá, para no saber encontrar la luz. Cuántas veces
nos pasa cuando estamos envueltos por las oscuridades de nuestros problemas;
parece que una loza con el peso del mundo entero ha caído sobre nosotros. La
vida se nos vuelve un laberinto del que parece que no sabemos salir, caminamos
sin rumbo y ciegos y sordos a todas las buenas noticias que nos pudieran traer,
la confusión se adueña de nuestra vida, qué difícil es encontrar serenidad y
mantener la paz en el corazón.
Allí estaba el Señor, fue necesaria
solo una palabra para que ella lo reconociera y se desataran todas las
alegrías. Era el Señor. ‘Rabbonni’- Maestro -, es ahora la exclamación de María
Magdalena. Vendrían los besos y los abrazos, ella se echa a sus pies para
abrazarlos, ¿para que no se escapara? ¿Para que no se volviera a marchar? ¿Para
que estuviera siempre con ella?
Pero para ella Jesús tiene una misión.
‘Ve a decir a mis hermanos’. Y las carreras continúan porque es ahora ella la
que corre de nuevo al encuentro con los demás discípulos, que aún siguen
incrédulos y con sus miedos y dudas, para decirles ‘He visto al Señor, esto me
ha dicho el Señor’. Es la alegría compartida, es la Buena Noticia transmitida;
a María Magdalena la llamamos por eso la primera misionera, es la que viene a
comunicarnos la alegría de la Pascua del Señor.
La experiencia del encuentro con el
Señor la transformó; se acabaron los miedos y las dudas, se acabaron las
lágrimas y las angustias, se abrió el alma con una nueva alegría, a los pies se
les pusieron alas no solo para que corrieran sino para que volaran a llevar la
buena noticia. ¿Es la experiencia que nosotros vivimos? ¿Es la carrera
evangelizadora que nosotros hacemos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario