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domingo, 27 de julio de 2025

Con la actitud y la confianza de los hijos nos dirigimos a Dios como a nuestro Padre tal como nos enseña Jesús

 


Con la actitud y la confianza de los hijos nos dirigimos a Dios como a nuestro Padre tal como nos enseña Jesús

Génesis 18, 20-32. Salmo 137. Colosenses 2, 12-14.  Lucas 11, 1-13

Cuando nos dirigimos a alguien porque tenemos que tratar algún asunto con esa persona, seguramente hacia ella según nosotros la veamos, o según el concepto que nosotros tengamos de esa persona. Me explico, aunque digamos que todos nos tratamos igual, sin embargo no es lo mismo si nos dirigimos a una persona que nosotros consideramos muy importante, sea por su situación social, la representatividad política o de autoridad que ejerza, no es lo mismo que si nos dirigimos al vecino de la casa de al lado, al amigo con el que siempre hemos convivido, o a un familiar; en unos y en otros tenemos en cuenta quizás también su forma de ser o de relacionarse con los demás; todo eso son condicionantes, y en el caso familiar no es lo mismo quizás a un hermano que a nuestro padre o nuestra madre. Seguro que con estos nos sentimos más a gusto por esa relación de amor que existe entre un padre y sus hijos.

Yo diría que es lo que nos quiere hoy decir Jesús cuando nos enseña a hablar con Dios nuestro Padre. Los discípulos que ven continuamente como Jesús siempre está encontrando momentos para su oración con el Padre, como El llama a Dios le piden que les enseñe a orar. Ellos habían visto cómo Juan el Bautista allá en el desierto – algunos de ellos también habían sido discípulos de Juan – enseñaba a sus discípulos a orar; los fariseos en su manera de entender a Dios y la religión también enseñaban a sus discípulos a orar; podríamos decir que de alguna manera estas maneras de orar que unos y otros enseñaban viene a ser como una señal de su identidad como creyentes.

Jesús anuncia del Reino de Dios, es el eje de su predicación, sus discípulos le siguen porque en ese Reino de Dios anunciado por Jesús se están despertando sus esperanzas y están encontrando un sentido para sus vidas. Ellos quieren, podíamos decir, tener también su oración, su manera de orar como distintivo; es la forma de orar que les enseña Jesús. Más que formulas a repetir Jesús enseña un sentido nuevo de oración.

Pero la primera palabra con la que Jesús nos enseña a dirigirnos a Dios tiene su gran importancia, porque es lo que va a dar un sentido distinto a nuestra oración, a nuestro encuentro con Dios. Recordemos lo que decíamos antes.

No le da nombres a Dios, como un día Moisés había pedido en el Horeb. ¿Cuál es tu nombre? ¿Quién les voy a decir a los israelitas que me manda a ellos para liberarlos de la esclavitud de Egipto? Jesús nos dice algo mucho más tierno, no recuerda aquella palabra que muchas veces se queda casi en unas mínimas letras que musitamos como los niños llaman a su papá, ‘paaa’, ‘papaito’, porque simplemente es la ternura de un niño con su padre, pero es la ternura de un padre con su niño. Y así nos dice que nosotros le digamos a Dios, es la actitud con la que nosotros vamos a la oración.

En nuestro encuentro con Dios vayamos siempre con esa ternura del niño que se encuentra con su padre; y esa ternura da confianza, y esa ternura nos llena de amor y queremos manifestar ese amor de mil maneras, y esa ternura va a mover nuestro corazón, y esa ternura buscara siempre la manera de hacernos agradables para nuestro Dios, y en esa ternura nos sentimos seguros y fuertes frente a las cosas adversas con las que nos podemos encontrar, esa ternura nos hará buscar siempre  por encima de todo lo bueno, el bien, lo que es justo.

Que es realmente lo que Jesús nos enseña a decir en el Padrenuestro. Ese tiene que ser en verdad el sentido de nuestra oración. Una oración que aprenderemos a decir porque hemos aprendido a escuchar a Jesús y nos hemos impregnado del Espíritu de Jesús. Como nos ha dicho alguien  sólo el que vive en el Espíritu de Jesús, quiere decir Lucas, sabrá rezar el Padrenuestro con el espíritu de Jesús. Y sólo sabrá rezarlo quien sepa escuchar primeramente la predicación de Jesús.

Será en verdad una oración que nos llena interiormente porque nos hace sentirnos llenos de Dios, una oración de la que saldremos siempre rebosantes de paz, una oración que siempre pone esperanza en el corazón, una oración que no nos deja adormecidos en la rutina, una oración que nos pone siempre en camino de vida, una oración en la que sintiendo como Pedro en el Tabor que bien se esta aquí sabemos que tenemos que salir, que bajar de la montana a la llanura para ponernos en camino, una oración con la que sintiendo a Dios en el centro de nuestro corazón nos hará comprender de verdad lo que es vivir ese Reino de Dios.

Y todo porque hemos comenzado sintiendo que a quien vamos a dirigirnos es a un Dios que nos ama y que es nuestro padre, al que podemos llamar papaíto.

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